El cloro es un desinfectante biodegradable y económico que permite eliminar virus, hongos y bacterias como la Salmonella, Listeria, Rotavirus y Escherichia coli, entre otras. Se suele utilizar para la desinfección del agua, blanqueo de telas y remoción de manchas y olores que los detergentes no suelen atacar. Su bajo costo, disponibilidad y uso seguro con mínimos cuidados son factores que han convertido al cloro en uno de los productos más ampliamente utilizados en el mundo. En el hogar es indispensable cuando se trata de garantizar la desinfección de ambientes y superficies. Sin embargo, también presenta riesgos ante los que es importante saber reaccionar, especialmente cuando se tienen niños en el hogar.
Lo que normalmente se llama cloro doméstico es una disolución de hipoclorito de sodio en agua. En el comercio es posible encontrarlo en concentraciones que van desde el 1 al 15%, mientras que en los productos de limpieza y desinfección del hogar su concentración es de alrededor del 3%. Pese a que es tóxico, es inocuo cuando se descompone y si es liberado al ambiente no persiste por mucho tiempo.
Debe evitarse el contacto directo del cloro con la piel y muy especialmente con tejidos sensibles como ojos y mucosas. Igualmente, se debe evitar respirar sus vapores, utilizando guantes y mascarillas. Una solución de cloro, aún en baja concentración, puede causar irritación entre moderada y severa de los ojos en el plazo de un día. Lo mismo aplica para la piel, aunque en este caso el plazo se reduce a sólo algunos minutos.
Tanto niños como adultos se pueden ver afectados por una posible ingesta accidental del producto, por almacenarlo en envases poco apropiados (botellas de bebidas especialmente) o por descuidos. Cabe reconocer que en estos casos, la ingesta suele ser autolimitada, beneficio otorgado por el mal sabor en la boca del producto en sí.
En caso de ocurrir una exposición de cualquier tipo (ingesta, tópica, ocular o inhalación). se pueden llevar a cabo en el hogar ciertas medidas que pueden contribuir a un correcto manejo de la intoxicación en sí.
Ingestión
En caso de ingesta de cloro doméstico, éste actúa como irritante a nivel gastrointestinal, desencadenando náuseas y, eventualmente, vómitos y diarrea que son de alguna forma normales tras la ingesta de cualquier producto que no ha sido elaborado para ser ingerido.
De ser así, la primera medida a realizar es lavar bien la boca de la persona afectada, con el fin de evitar la irritación de la mucosa oral, así como también el de arrastrar los restos del producto que estén en la garganta y otorguen una sensación de malestar. En segundo lugar, diluir el contenido gástrico que contiene el cloro ingerido y evitar, en parte, una mayor irritación a nivel estomacal y/o intestinal. Esto se puede realizar mediante la ingesta de líquidos como agua, leche o jugo (ojo: la leche no es antídoto para ninguna intoxicación).
Finalmente, si a pesar de tales medidas, los episodios de vómitos, dolor abdominal y/o diarreas continúan (y muy especialmente en niños), se debe acudir a un servicio asistencial para una evaluación médica y un tratamiento adecuado que, por lo general, consiste en rehidratar a la persona afectada y otorgar terapia analgésica y para el control de los vómitos y/o diarrea.
Inhalación
Si el producto es inhalado, su peligrosidad viene de la mano de varios factores: tiempo de exposición a los gases, concentración de estos, nivel de ventilación del espacio donde se manipula el producto, uso o no de mascarilla y tamaño de la habitación. Es probable que por vía respiratoria se presente irritación de nariz y ojos y la respiración en sí se vea afectada, traduciéndose en tos, dificultad para respirar y, en el peor de los casos, ahogos.
En tal caso, la medida general es salir de la fuente de exposición y tomar bastante aire ambiental. Si al cabo de unos 15 a 20 minutos no ceden los síntomas, se recomienda acudir a un servicio de urgencias para una evaluación por el personal de salud.
Exposición ocular
En caso de entrar el producto en contacto con los ojos, se suele presentar irritación, picor, ardor, lagrimeo y enrojecimiento de la conjuntiva.
Para tal situación, el tratamiento en el hogar consiste en colocar el ojo afectado bajo un chorro de agua tibia a presión media, en lo ideal, utilizando una ducha “teléfono” y permitiendo que escurra el agua desde el lagrimal (la parte del ojo más cercana a la nariz), hacia el otro lado, sin frotar los dedos en el o los ojos afectados. Tal procedimiento llevarlo a cabo por unos 15 minutos. Si después de esto, la sintomatología continúa, de igual manera se debe acudir a un servicio de urgencias.
Exposición tópica o dérmica
Finalmente, al contacto con la piel se suele presentar irritación y picor que, en el caso de ser una exposición prolongada, puede causar ciertas quemaduras. Ante esto, se debe lavar con abundante agua la zona afectada, bajo un chorro que no cese de correr.
Resumiendo, si bien el cloro doméstico puede considerarse como tóxico, por ser un producto que no está hecho para ingerido y que si es manipulado irresponsablemente o haciendo un mal uso de él, puede traer consecuencias, en la mayoría de las ocasiones, sus efectos pueden ser fácilmente manejados en el hogar. Esto es importante de recordar, especialmente en épocas de invierno donde los servicio de urgencia se ven colapsados por niños comprometidos especialmente por problemas respiratorios y donde una consulta por ingesta de cloro no es urgencia propiamente tal (salvo contados casos como ya se expuso).
De todas formas, si tiene dudas, siempre puede llamar al Centro Toxicológico de la Pontificia Universidad Católica de Chile (02-2-6353800) que atiende las 24 horas, antes de acudir a un servicio asistencial por cualquier intoxicación.