No soy ningún experto en Historia del Cine y/o la Televisión pero me acuerdo que antes las series de la tele eran como el forro, reconózcanlo. Comparen las series que uno veía antes con las que dan ahora.
Game of Thrones le vuela el traste a cualquier película fantasiosa, Breaking Bad tuvo mejores actuaciones y guiones que la película que ganó el Oscar a la Mejor Película (es verdad), Mad Men los tiene a todos locos, y así. Nuestros viejos en cambio veían Guardianes de la Bahía, Dallas y McGyver, y aunque hay series clásicas que nunca morirán, no eran ni por si acaso lo que son ahora. Sorry, McGyver.
Y entre estas series, había una categoría especialmente charcha: Las series basadas en películas. En esta época, cuando anunciaban que una película se haría serie de televisión, uno sabía que esa serie iba a ser la versión A Cuenta de la película, y que no iba a salvar a nadie. Intentaron hacer series de Viernes 13, RoboCop, Clueless, Ferris Bueller, Weird Science, Freddy Krueger, etc., y eran todas pésimas. Y ni hablar de las series basadas en películas de monitos. Ni ahí.
Pero pasó el tiempo y las series se empezaron a poner buenas. Los Simpsons fueron de las primeras series que uno quería repetirse una y otra vez. De a poco empezaron a hacer cosas nuevas. Buffy, por ejemplo. También salieron Los Archivos X y de a poco uno empezó a cachar que la tele ofrecía cosas que las películas no podían.
Después llegó HBO y dejó la escoba. Aparecieron las series clásicas de todos los tiempos que uno se compra completas para tenerlas para siempre. Aquí es donde aparecen las Oz, The Wire, Los Sopranos, y todas esas que uno nombra como series referentes.
Y los demás canales gringos de contagiaron porque apareció 24, que hizo lo que ningún thriller podía hacer en dos horas, y Arrested Development, que dio vuelta el sitcom con el empujoncito que le dio The Office. Yo sé que todos tienen sus favoritas pero para mí la serie que lo cambió todo fue Six Feet Under, sobre una familia con una funeraria. Esta serie a mí me hizo decir: “Pantalla chica, perdón por haberte basureado toda la vida… De verdad tienes mucho que ofrecer”. Y después abracé la tele y nos fuimos a ver la puesta de sol.
Es aquí cuando empezó el fenómeno inverso. Las películas sintieron envidia de las series, y quisieron parecerse a ellas. Por una parte la tele demostraba que con el tiempo y muchas horas de desarrollo los personajes podían sorprender mucho más, emocionar y decir más.
Y por otra parte El Señor de los Anillos dejaba la escoba con un estreno por año. Igual que con las series de la tele, la gente se enganchaba, y volvía por más. Aquí las películas empezaron a ser más largas, y empezaron a buscar la franquicia. Al tiro quisieron adaptar novelas con muchas entregas para tener al público enganchado.
Algunas tuvieron éxito (Harry Potter, Crepúsculo, Marvel), otras les fue como el forro y nadie se acuerda (La Brújula Dorada, Eragon, otras que no me acuerdo sorry). Actualmente la mayoría de las películas que se estrenan o que uno espera, son segundas partes de películas que nos vienen gustando y nos tienen enganchados hace rato.
Wolverine y los X-Men son mucho más que un par de películas. Como en una serie, uno quiere ver a los personajes, y saber en qué están. Y los peliculastas de Hollywood quieren tenernos así con todos los personajes posibles. Por eso alargan el chicle de El Hobbit, por eso quieren hacer un Batman nuevo cuando el otro todavía está fresquito en nuestras memorias.
Y bueno adivinen. La tortilla se dio vuelta de nuevo. Ahora las series volvieron a mirar a las películas, esta vez para basarse en ellas y alargar los respectivos chicles en temporadas maestras con muchos capítulos.
Porque no sé si se han dado cuenta pero actualmente están dando series como Bates Motel (basada en Psicosis) Hannibal (basada en Manhunter/El Silencio de los Inocentes/Hannibal), Fargo (basada en Fargo), From Dusk Till Dawn (esa misma), y ya están anunciadas series basadas en 12 Monos, El Exorcista, El Bebé de Rosemary y hasta Rambo. Y no sé si es una moda que se va a terminar pronto, o un nuevo género que va a estar con nosotros por los siglos de los siglos. Si me preguntan a mí qué prefiero, yo voto por el nuevo género televisivo que se quede con nosotros por los siglos de los siglos.
A ningún ñoño le gustan los remakes de las películas amadas. Obvio, son obras de arte sagradas que no hay para qué hacer de nuevo. Si hubiesen anunciado un remake de El Exorcista yo probablemente habría ido a quemar una micro y a saquear un OK Market. Uno es civilizado, pero todo hombre tiene un punto límite, me entienden. Pero si lo que anuncian es una adaptación a serie de televisión, quiero que puro se estrene, y ver todo lo que puede ganar una historia así, con horas para desarrollarse.
Mis dos series favoritas este momento son Hannibal y Fargo, y nunca pensé que estas series iban a ser remotamente decentes. Pero funcionan, y mucho, porque no son remakes ni adaptaciones, son reencarnaciones de sus respectivas películas. Sí. Es como si el espíritu-alma de esas historias hubiese muerto para reencarnar en otro cuerpo, por lo que sus seres queridos pueden reconocerlas, igual que el Dalai Lama.
No sé de qué estoy hablando en verdad, la metáfora de la reencarnación sonaba más bonita en mi cerebro y ahora que la escribí es súper tonta en realidad. ¿Cómo va a reencarnar una película? Pffft, pésimo. Lo que estoy tratando de decir es que estas dos series replican perfectamente las emociones que me dieron las películas en que se basan, siendo completamente distintas.
Hannibal (sin Anthony Hopkins) hace que uno se fascine completamente con ese personaje, que es lo que pasaba cuando uno veía por primera vez El Silencio de los Inocentes. El loco te daba miedo, era impredecible, y te escandalizaba con su ingenio espantoso asqueroso homicida.
Pero pasó el tiempo y nos acostumbramos, y el compadre ya nos daba lo mismo. Bueno en esta serie me he encontrado haciendo arcadas y sonriendo como demente ante alguna de las acciones de Hannibal, y eso no lo logró ni siquiera Hollywood con las películas que hicieron después. Joya. Y en el caso de Fargo (que lleva dos capítulos apenas) no puedo creer que consigan ese mismo humor de ultra violencia idiota tan típico de los hermanos Coen, en una serie que no tiene nada que ver con la película original.
Siempre me he considerado un fliméfilo, un homo sapiens peliculus que goza con las películas más que con nada. Y por muy buenas que son las series siempre termino volviendo a las películas, es ahí donde pongo todas mis fichas. Bueno ahora la tele encontró una forma de engatusarme que me tiene más pendiente de la pantalla chica que de la grande. Y lo consiguió precisamente dándome lo que me dan las películas, literalmente.
Como todos voy a seguir alegando contra los remakes y la falta de imaginación de Hollywood. Pero si quieren transformar en serie las películas más filete de la historia, denle no más. El Padrino, El Exorcista, Buenos Muchachos, Shawshank Redemption, lo que quieran. Voy a estar con el popcorn listo.