“La base de datos más grande de artículos médicos y la que les enseñan a usar a todos los profesionales de la salud es Medline. De acuerdo a nuestros criterios, sólo el 5% de lo que ahí está publicado es información útil”, afirma Gabriel Rada, médico internista y miembro de la Unidad de Medicina Basada en Evidencia de la Universidad Católica. El otro 95% corresponde a publicaciones con conflictos de interés, a datos manipulados por la industria farmacéutica, a estudios con metodologías incorrectas y que, por lo tanto, no permiten obtener resultados fidedignos, etc.
En total, los artículos sólo de esta base de datos actualmente suman más de 22 millones. Es decir, si un médico intenta leer todo lo que existe para responder una pregunta clínica, discriminando, además, los estudios útiles de los inservibles, entrará en un proceso imposible de terminar. Según Gabriel Rada, esta realidad es uno de los factores que inciden en que en Chile muchos médicos todavía prefieran mantenerse al margen de la evidencia científica. Y, por lo mismo, es una de las razones de la creación del sitio web Epistemonikos.org, una base de datos que contiene exclusivamente información de calidad y de ahí su nombre, término utilizado por Aristóteles que significa “lo que vale la pena conocer o saber”.
Este proyecto fue fundado por Gabriel Rada y el ingeniero Daniel Pérez, y ya cuenta con 300 colaboradores que hacen el trabajo de revisar las bases de datos más relevantes y seleccionar lo mejor de lo mejor para colgarlo en www.epistemonikos.org. “Hoy día existe mucha información útil pero es difícil encontrarla. Por eso nuestro trabajo es separar la paja del trigo y ponerla a disposición de los profesionales de la salud y de todas las personas a quienes les interese. Uno de nuestros desafíos pendientes es justamente tener una versión dirigida a los ciudadanos no médicos para que también puedan acceder a la evidencia”, explica Rada.
Gabriel Rada observa varios frentes donde puede combatirse la difusión de datos que son producto de estudios que no están bien hechos o que interpretan los datos de manera sesgada. De esa observación se desprenden los siguientes desafíos:
1. Producir textos cortos y en lenguaje simple para que todos los médicos puedan acceder a la información
“Los artículos están en su mayoría en inglés y en un lenguaje complejo, lo que los vuelve casi inaccesibles para muchos médicos. Una meta importante me parece que es producir una mayor cantidad de resúmenes y formatos menos académicos que sean fáciles de leer para una comunidad más amplia del sistema de salud”, afirma Rada.
2. Formar a los periodistas que escriben sobre ciencia y medicina
“En Chile todavía la gran mayoría de las notas periodísticas tienen su ancla en la opinión del experto sobre algo. Y eso corresponde al paradigma de la medicina de hace 20 años. Hoy está absolutamente claro que la opinión del experto, si no está acompañada de hechos concretos que en general provienen de la investigación, no tiene ningún valor. Podríamos decir que el experto tiene mucho valor porque es capaz de interpretar, pero necesariamente debe basarse en evidencia”, dice el médico. Por eso, plantea que es muy necesario que los periodistas que escriben sobre ciencia y sobre salud reciban una formación específica. Sólo así podrían saber que ciertas cosas no son materia de opiniones sino de evidencia, y serían capaces de reconocer un estudio mal elaborado o que manipula los resultados para favorecer a algún sector.
3. Crear conciencia sobre que hay estudios más valiosos que otros
“Una de las cosas principales de la disciplina en que yo me encuentro, que es la Medicina Basada en Evidencia, es que establece una jerarquía de evidencia. Es decir, que ciertos estudios son más confiables o más probablemente ciertos que otros. Ese es el pilar principal de este método”, explica. Pone como ejemplo el revuelo que ha habido por el timerosal, por la controversia sobre si está relacionado o no con el autismo. Gabriel Rada observa que pocos de los expertos que aparecen hablando del tema citan estudios y que hace falta que alguien explique que hay varios estudios que dicen que sí hay relación y otros que no, y que estos últimos son los estudios más confiables. “No es una cosa de opinión, sino que hoy día están los métodos para establecer esta jerarquía y sintetizar todos los estudios, todo lo que se sabe, en una conclusión final. En este caso, quienes usan de esta manera la evidencia científica saben que hace años quedó zanjado que no hay relación entre timerosal y autismo”, asegura el médico.
Gabriel Rada explica que actualmente existen métodos absolutamente aceptados por la comunidad internacional que previenen el uso sesgado de la investigación. El método principal se llama revisión sistemática y consiste en tomar una pregunta –si el timerosal se relaciona o no con el autismo, para seguir con el ejemplo- y revisar todo lo que se sabe al respecto, explica.
“La agrupación mundial que lidera el desarrollo de revisiones sistemáticas es la Colaboración Cochrane. Partió hace unos 15 años en Inglaterra y hoy tiene unos 30 mil revisores de casi todos los países del mundo”, cuenta Rada, quien forma parte de esta institución. Se trata de una entidad sin fines de lucro que se preocupa de mostrar su independencia y que plantea que la única manera de saber si algo es cierto o no es darse el trabajo de encontrar todo lo que hay del tema, separar lo importante de lo no importante y sintetizarlo con métodos diseñados especialmente para eso.
Hacer cada una de estas revisiones demora en promedio 31 meses, tiempo que, por supuesto, no puede esperar un médico que tiene que tomar una decisión con un paciente. Pero, si la revisión estuviera hecha de antes y ese médico la leyera, sería cosa de minutos. “Cada revisión contiene una conclusión de pocas líneas donde da un resultado; si tal intervención sirve o no sirve. El lector se ahorra tiempo y muchos problemas, pues las revisiones sólo toman los estudios que cumplen con unos estándares mínimos y consideran incluso los que no hay sido publicados”, cuenta el médico. Para encontrar esos artículos el revisor a veces tiene que hablar directamente con el autor, pues pudo pasar que el investigador presentó sus resultados en un congreso y nunca escribió un artículo. Las revisiones también dejan fuera los artículos falsos que no han sido retractados, cosa que, según Rada, ocurre bastante.