La tecnología avanza cada vez más rápido, ya lo sabemos, pero con cada paso también se hace más difícil que nos sorprenda. En esta era de la sociedad empoderada y exigente, las demandas se hacen escuchar incluso antes de que el creativo de turno se le ocurra una propuesta. Así, cuando en instancias como CES u otro gran evento aparece algo deslumbrante, por más pequeño o prototípico que sea, no dejamos de hablar de él en todo el año. No importa qué tanto protagonismo le hayan dado al 4K (otra vez) en la última feria: el entusiasmo se quedó en otro campo. El 2014 será, sin duda, el año de la tecnología biométrica.

Siendo estrictos, la única real novedad en el asunto es su masificación y exploración detallada, no su descubrimiento. Hace muchos años que se vienen sucediendo avances en esta área, disponibles no sólo en secretos laboratorios sino también en equipos de consumo regular, pero han pasado levemente desapercibidos para la mayoría de la gente. En términos de seguridad virtual, algunos apuntan a que la decisión de Apple de incluir un sensor de huella en su último iPhone fue la chispa definitiva, aun cuando ese tipo de complemento ya estaba integrado en otros dispositivos domésticos desde hace tiempo, como el HP Simple Pass del 2011 y otros. El problema es que no eran tan populares. Lo que faltaba era un empuje publicitario pomposo de la mano de una marca que produzca locura consumista. Y voilá.

Sin embargo, hay otro lado de la tecnología biométrica que sí ha tenido mayor visibilidad y seguirá en crecimiento exponencial: los llamados “wearables” o relojes y brazaletes inteligentes, capaces de captar y medir en tiempo real qué está sucediendo en nuestro cuerpo para que podamos utilizar (como queramos, cuando queramos) esa información. Aquí ya tenemos las más variadas ofertas, desde el Zone R415 de LifeTrak pasando por la Nike Fuelband hasta el Vivofit de Garmin, que aún no sale a la venta. Frecuencia cardíaca, cuenta pasos, calorías quemadas, ciclo de sueño… Elija el suyo. Poder automonitorearnos sin necesidad de abultados aparatos o personal médico especializado es un avance sustancial con beneficios tangibles, pues nos permite estar más conscientes de nuestra salud y/o qué podemos hacer para mejorar nuestro estado físico y bienestar general. Hurra por eso.

Me gusta que el cuerpo humano sea el protagonista este año. Es como un descanso ante tanto cable, pantalla e inteligencia artificial. Lo biométrico implica que sin tu retina, tu voz o tus latidos (por dar sólo unos ejemplos) el aparato no funciona o no tiene razón de ser. Los sensores hacen toda la diferencia y la humanidad lo viene pensando hace rato. Si no, recuerden a los padres de Ricky Ricón abriendo su bóveda mediante una canción, a Justin Timberlake chequeando cuánto tiempo de vida le quedaba a través de un dispositivo luminoso bajo la piel en In Time o las numerosas referencias a lectores de retina en un montón de novelas o películas de ciencia ficción. Bueno, ahora es nuestra realidad y creo que representa un vuelco a cómo se estaban haciendo algunas cosas. En algún momento esta aspiradora fue una revelación en la industria: está programada para prenderse sola, limpia todo el piso sin necesidad de guía y se apaga cuando termina. Lo esencial es que para ella las personas no sólo no eran necesarias, sino que sobraban, lo que a simple vista parece de lo más útil. Pero útil no es igual a seductor. La tecnología biométrica nos conviene más, ya que, de alguna manera, contribuye a mantener la ilusión de que aún tenemos el control, de que todavía persiste la supremacía del humano por sobre la máquina. De que aún somos necesarios e indispensables. ¿No los alivia un poco? 

Alguien puede pensar que esto es, en realidad, un retroceso, ya que los robots autónomos representarían más “modernidad” que un tipo apretando unos cuantos botones. Pero véanlo así: el verdadero avance hoy es que nuestro cuerpo está listo para hablar por sí solo. En lugar de tener que recordar una o más passwords (tarea titánica para muchos), tu teléfono escaneará tu huella, reconocerá tu voz o utilizará tus pulsaciones como contraseña única. Tú no tienes que pensar, la máquina piensa por ti, pero con-tigo. Esa es la gracia, además de ayudar a reducir la vulnerabilidad en el acceso a cuentas y gadgets, problema nada menor en estos tiempos. Lo mismo con los accesorios “vestibles”: una pulsera puede medir tu gasto energético mientras corres, pero no por arte de magia. Si no está en contacto con tu brazo, con tu piel, no es más que chatarra en una bonita presentación. 

El uso de la biometría es un respiro positivo entre la proliferación de nuevos aparatos que sólo apuntan a entretener y sorprender desde lo superficial. La tecnología también debe ayudar, proponer, solucionar, y aquí hay un buen camino. El desafío es que las marcas se lo tomen en serio, que los prototipos den el salto sustancial que necesitan y que, obviamente, la gente ponga atención. Que se entusiasme. Si apoyamos estas iniciativas, quizá propulsemos un CES 2015 más aterrizado en temas importantes, donde la modernidad sea obligatoriamente sinónimo de una mejor calidad de vida.