Muchos dudan de la validez de celebrar Año Nuevo y los argumentos son muchos: desde que les parece poco meritorio dar otra vuelta completa al sol, hasta que la elección de la fecha les parece arbitraria. La verdad es que todos los argumentos son razonables y válidos, pero creo que ninguno es capaz de hacerle el peso a la importancia que tiene la fiesta. Porque es innegable la necesidad del ser humano de entender la vida a través de ciclos y para nosotros funcionar con ciclos tiene grandes ventajas. Pero para poder gozar por completo de los beneficios de un cambio de ciclo, es necesario fijar un punto de partida. Aunque sea de forma arbitraria.
“Este día ha sido una mierda, mejor me voy a dormir ¡hasta mañana!”¿Quién no ha dicho o pensado (o twitteado) alguna vez una de estas frases? ¡Como si irse a dormir solucionara algo! Lo interesante es que, independiente de lo reponedor que nos resulte el sueño, hay algo más que esconde esta frase: el que entendemos un día como una unidad. Un día es un entero que se repite y se repite, y esas palabras contienen implícito un balance de lo ocurrido día en su totalidad. Lo mismo pasa con las semanas y los meses: “¡Qué semana más agotadora!”, “¡Se viene Septiembre, chiquillos!”. Naturalmente evaluamos el cómo nos trató o tenemos expectativas de cómo nos tratará cada nuevo periodo de tiempo. ¿Por qué lo hacemos? ¿Tiene alguna utilidad? ¡Claro que sí, es ahí donde está el valor y la necesidad de los ciclos: en la posibilidad de recapitular, de evaluar, de dejar atrás y de volver a empezar.
El recuento del año que pasó y lo que se viene para el próximo año (como todo lo que repetimos hace un buen tiempo), ya se ha convertido en cliché. Pero como dice un amigo: si es un cliché, es porque es importante. Entonces contraargumenta el Grinch de Año Nuevo que llevamos dentro, diciendo que los propósitos de fin de año son todos mula y que la gente no cambia. Ok, es cierto, la mayoría de la gente no cambia mucho de un año para otro, pero no estoy diciendo que el 1 de Enero podrás levantarte siendo una persona nueva y totalmente distinta a quien eres. Acá no hay magia, pero aunque no podamos cambiar quienes somos, es innegable que sí podemos hacer cambios en nuestra vida. Y no importa cuan grande o pequeño sea dicho cambio, lo que importa son las implicancias que tenga para nuestra vida. Si podemos hacer algo así de relevante ¿qué importa que la fecha sea arbitraria?
Personalmente no me importa si los propósitos del año anterior no se cumplen. El solo ejercicio de revisarlos y preguntarse por qué no pudimos realizar eso que nos propusimos, ya es enormemente valioso. Quizás nos propusimos algo inalcanzable, quizás la vida nos pidió cosas diferentes, a fin de cuentas lo más importante es lo vivido y lo aprendido en esa experiencia. Esa es la gran oportunidad que nos entrega el Año Nuevo: la de aprender, de mejorar y la posibilidad de nuevamente querer ser más felices. Es la oportunidad de entender que todo lo malo y bueno que nos pasó en 12 meses ya es historia, y que a partir de ese día la vida puede tomar otro rumbo. O mantener el que ya tiene.
Ok, es cierto, no controlamos el destino y no sabemos lo que enfrentaremos este nuevo año. Pero siempre podremos proponernos enfrentar los nuevos desafíos con una mejor actitud, con mayor decisión y fortaleza. De eso se trata esta fiesta, de entender que no somos esclavos de nuestro pasado, que somos libres de empezar un nuevo año y como nosotros queramos. Somos libres de planear, somos libres de soñar y somos libres de celebrar.
¡Felices fiestas y que tengan un excelente año 2014!