Dicen que perro viejo no aprende trucos nuevos. Bueno, no es que a los 37 años se sea viejo, precisamente. Sobre todo, considerando que los 40 son los nuevos 20, como todos sabemos (inserte emoji pintándose las uñas). Pero es que siempre escucho a personas diciendo que se volverían veganas si fueran capaces, como si fuera imposible o ya fuera demasiado tarde. Sin embargo, aquí estoy yo, con 37 años de vida y con unos ocho meses de ser vegano encima y ni una gana de dejar de serlo. ¿Se puede? ¿Cómo? ¿¡Por qué, en primer lugar!? Sigue leyendo y te cuento.
Nota: debo aclarar que no soy profesional de la salud ni experto en veganismo. Este texto es solo testimonial. Si te interesa saber lo que es el veganismo, te puedo dar una definición muy básica: una persona vegana es quien no consume producto animal alguno. La diferencia entre el veganismo y el vegetarianismo, es que el segundo solo busca prescindir de la carne, mientras que el vegano también evita consumir todo el producto derivado de animales, como huevos, lácteos en la comida y también en otras áreas, como la vestimenta (no usar cuero, por ejemplo).
Yo no estaba ni cercano a ser vegano antes de decidirme. Sí, amaba a los animales tanto como tú, quien lee, pero era muy buen cocinero y toda mi cocina se basaba en carnes, lácteos y huevos. Sobre todo estos últimos. Los preparaba en omelettes, en tortillas, pochados, fritos por un lado, por los dos, duro, a la copa... ¡hasta revueltos! Además, a los asados iba a lucirme tanto preparando como comiendo, sabía trozar bien un pollo, escamar un salmón y me encantaban los embutidos (hasta tenía la costumbre de comerme un salame completo a mascadas cada vez que obtenía algún logro importante en lo laboral). ¿Las verduras? Adornos. ¿Las legumbres? Bah, eso era para días fríos.
No quiero adoctrinar a nadie, sino más bien compartir mis motivaciones. Ideológicamente, lo quería hacer desde hace tiempo. Uno sabe de la explotación y el maltrato animal desde siempre, pero siendo educados como hemos sido educados, nos es demasiado fácil considerarlo algo natural. Hay organizaciones activistas que se esmeran en mostrar este maltrato de manera gráfica, esperando espantar y eliminar esa naturalización; lograr que las personas, al sentirse cómplices de tales crímenes, tomen la decisión de cambiar. No lo critico, porque me parece una tarea valiente y con un ideal admirable, pero a mí eso siempre me alienó, me hizo estar más apegado todavía a consumir producto animal. Esperaba que el activismo se acercara a lograr que se matara de maneras más piadosas a los animales, pero nada más.
No, a mí no me convenció lo feo, sino lo bonito. ¿Cuál fue mi gran motivación para dar el paso? Tal vez les parezca ridículo, pero aparte del amor por mi mascota y otros animales, fue encontrarme con videos de animales que uno entiende que son para consumo, pero siendo felices. Vacas jugando a la pelota como si fueran perros, cerdos compartiendo con humanos, recibiendo amor, etc. Eso hizo el truco para mí.
¿Te sonó raro algo de eso? Pues aquí hay un video de una vaca jugando con una pelota:
Si te interesa considerar más seriamente el cambio o tienes simple curiosidad, a continuación te cuento lo fácil, lo difícil y algunos consejos.
En 2019 es bastante más fácil ser vegano que hace 10 años. La oferta ha aumentado muchísimo. La tecnología está trayendo muchas soluciones geniales para reemplazar ingredientes (incluso carne vegetal que parece carne). Varias marcas y empresas lo están viendo como una oportunidad muy rentable de negocios. Imagínate que ahora hasta Dominó, una tradicional cadena chilena de hot-dogs, vende un “italiano vegano” (pan sin leche, salchicha de soya y mayonesa vegetal, ¡y es bastante rico!).
Los productos abundan y no son necesariamente más caros: averiguando un poco, no vas a gastarte todo el sueldo en productos importados con empaques top y etiquetas veganas, sino que vas a encontrar alimentos a buen precio. Las frutas, verduras, semillas, etc., que necesitas para nutrirte bien están en todos lados y son baratas. Además, hay muchas más cosas veganas de las que uno sabe, aunque no lo digan en la etiqueta. La cuenta Listado Vegano Chile en Instagram, siempre está publicando datos de cosas y dónde encontrarlas, muchas veces con buenos descuentos.
Ah, y otra cosa: casi todo el alcohol es vegano. Salud por eso.
Aunque no todo ha sido color de rosa, vale la pena
Lo primero que lamenté, ufff, la lata de leer etiquetas. De a poco me he acostumbrado, pero antes nunca me fijaba en nada y repasar ingredientes se me hizo muy difícil al principio.
La falta de accesibilidad para comer lo que sea, donde sea, es algo que se echa de menos. ¡Los completos se encuentran en cada esquina! Afortunadamente, puedo comer sopaipillas todavía, pero perdí prácticamente toda la oferta de comida callejera. Lo bueno es que, si planeas un poco, no es tan terrible. Además, si sales con tus amigos, en casi todas partes te puedes encontrar unas buenas papas fritas (tal vez en demasiadas partes, según la opinión de mi inclemente báscula).
Si estás haciendo una transición tan drástica como la mía, te vas a encontrar muchas veces sin saber qué cocinar y se te va a hacer muy difícil planear. Esto toma tiempo y ganas de aprender, pero con las pilas puestas (y el hambre), se aprende pronto.
Por último y aunque no es tan importante, sí hay un poco de bullying y comentarios repetidísimos que cansan un poco. Chistes sobre comer pasto o, peor, sobre crueldad animal, puedes llegar a escuchar hasta el hartazgo. Ahí depende de la madurez de cada quien el cómo se reaccione.
El veganismo es mucho más sencillo de lo que parece y, si te atreves a romper tus prejuicios, se te va a hacer más fácil todavía.
Siempre escuché que los veganos son desagradables al ir por ahí imponiendo sus ideas y sintiéndose mejores que el resto, paseándose arriba de su pony moral. Tal vez tú también lo crees y te tienen cansado con su activismo y su gravedad ante el tema de la explotación animal. Ante esto: siempre va a haber un ejemplo de alguien que no te guste y te haga resistir ciertas ideas, en cada grupo de personas. Yo al menos puedo responder por mí: ¿me siento mejor que el resto por ser vegano? ¡Nop! ¡Vaya que no! Pero definitivamente me siento mejor que quien era antes y, considerando todo lo que fui capaz de dejar atrás, creo y confío en que personas mejores que yo —como tú, que estás leyendo-, podrían ser también mejores de lo que son ahora, si lo intentan. Al menos ahora ya saben de alguien que, a pesar de todo, sí pudo aprender un gran nuevo truco.