Casi siempre las comparaciones son “medio odiosas”, porque se utilizan para destacar lo bueno de una cosa y lo malo de otra. También son melodiosas, o agradables para el oído de quien busca una crítica constructiva, o para quienes les caen halagos como papelitos en el estadio.
Aquí la situación no podía ser otra, una comparación necesaria para describir, criticar, recomendar, saborear y descubrir a “la nueva chica popular del barrio”, como la presentan, y si es que de sándwiches se trata.
La chica popular en cuestión es la sanguchería criolla La Lucha, los barrios son dos patios de comida de malls de Santiago y su popularidad ha sido importada por el boca a boca de los cientos de turistas chilenos que van a la capital peruana y que tienen a este local como un destino obligado en cualquiera de sus sucursales en Lima.
Parto desde la comparación, porque es como sucede cuando viene algún nombre “reconocido” desde el extranjero y abre sus puertas en Chile. Siempre esperamos que las expectativas sean superadas o, a lo menos, igualadas. Con La Lucha, créanme, había similar expectativa y más de alguna vez escuché a varios cercanos decir algo parecido a “no sabes las ganas que tengo de que ya abra La Lucha en Chile”.
Y así pasó. Hace pocos meses abrió el primer local de esta famosa y reconocida cadena de sándwiches limeña en el Costanera Center, para después inaugurar su segundo local en la terraza del mall Alto Las Condes.
La imagen es idéntica y hasta superada. Realmente estar frente a su lista de sándwiches es como estar en cualquiera de sus locales en Lima. Incluso, sientes ese “olorcito” característico del ají, la cebolla y los demás ingredientes cuando eliges lo que vas a comer, mientras estás en la fila.
La expectativa fue demasiada y jamás igualada. Si hay algo que uno se lleva para siempre después de comer en La Lucha, la original, la del barrio de Miraflores en Lima, es lo mismo que escuchas de los chilenos que han tenido la fortuna de estar en alguna de ellas: “te mueres lo jugoso del sándwich”, “las papas son las mejores del mundo”, “esas salsas (tártara o criolla) son mortales”, en fin. Así podría llenar una pared con todas estas frases. Sin embargo, ninguna de las frases se hicieron realidad.
En esta vez no describiré los sándwiches desde la recomendación, sino desde las posibilidades que tiene para llegarle más arriba de los talones a alguno de los originales y espectaculares “sanguchazos” de La Lucha, pero en sus locales peruanos.
Aunque el pan era para ponerle una nota 7, por lo crujiente y fresco, una de las primeras cosas que pensé fue la posibilidad que vendieran el pan para llevar a la casa y tomar once. En otras palabras, si me daban el pan solo, hubiera sido casi lo mismo que con la preparación, porque su interior carecía de esa buena y jugosa porción de contenido que hace repetir ese mantra bendito que dice algo así como “mmm, qué rico”. Eso no pasó, más bien lo abrí para ver cuánto había y qué tan seco estaba.
Después pasé a las papas. Las papas. ¿¡Qué pasó con las papas!? Una sanguchería La Lucha sin sus espectaculares, crujientes, rústicas y, finamente, saladas papas huayro, es como un pan con huevo sin huevo, o leer a Astérix y no encontrar a Obélix, o como sea. Creo que ya me entendieron.
Es el primero de la lista, el que más me llamaba la atención y aunque, para ser sincero, este superaba ampliamente al primer sánguche que probé, los comentarios podrían ser parecidos. Un pan chico, crujiente y sabroso eso sí, pero con un contenido pobre, con poca salsa criolla (que es muy parecida a la ensalada a la chilena) y sin esa buena cuota de humedad que podría hacer una excelente pareja con el pan.
A este sánguche le agregué un poco de las salsas que están en los dispensadores, pero la sensación no cambió. Es más, al elegir una “mayo” de un lado o del otro, simplemente dio lo mismo, porque no eran algo en particular.
Para mojar el paladar, una buena chicha morada, y aquí sí que aparece un punto para la sucursal chilena. No era exorbitantemente increíble, pero estaba rica, fresca y daba para saborearla y refrescarse en estas tardes con calores caribeños.
En general, no tuve la mejor experiencia, pero ojo, porque mi atención siempre estuvo ligada a la comparación con su hermano mayor de Lima. Con esto en cuenta, una lástima, porque no estuvo ni cerca de igualar mis expectativas. Al dejar de lado las comparaciones, no le encuentro nada en particular para destacarla entre las otras, siendo que viene con el rótulo de “la chica nueva y popular del barrio”.
Vi también que en la carta tienen los típicos y clásicos sándwiches chilenos, como el Lomito, el Churrasco o la Plateada. No los probé, pero quizás, por ahí me tengan una sorpresa y algo para recomendar.
Esperemos que La Lucha vaya afianzándose por los barrios santiaguinos y, a futuro, nos sorprenda con los sabores de su lugar de origen, especialmente con las papas. Por mientras, diremos: “¡Par favar, las papaaas!