Si estás leyendo esto, es porque pasaste agosto. Pero ¿pasaste agosto sin resfriarte?
No hay recetas completamente probadas para salvarse de un resfrío. Es casi algo inevitable que por lo menos una vez al año nos visite la tos, los estornudos y la congestión. Cada familia tiene sus propias técnicas aprendidas y remedios caseros de dudosa efectividad.
Pero es extraño que los avances de la medicina aún no le hayan ganado la batalla a una enfermedad tan común. ¿Qué hay detrás de eso? Los más extremos han llegado a especular una teoría conspirativa: no se ha inventado la cura para el resfrío común, porque es demasiado rentable para la industria farmacéutica vender los remedios y productos que alivian los síntomas. La cantidad de cosas que compra el promedio de las personas es considerable: paracetamol, pastillas de propóleo, ibuprofeno, jarabe para la tos, ungüentos, tecitos de limón para dormir, etc. Probablemente las farmacias obtienen más que buenos ingresos de quienes tratamos mitigar de alguna manera las consecuencias de estar resfriados. ¿Les conviene que el resfrío siga existiendo?
Sería impactante y morboso confirmar este hecho, pero en realidad hay explicaciones más simples y menos siniestras. El resfrío común no tiene cura y el fundamento es científico.
Hay un error común. Técnicamente hablando, el resfrío es una infección del tracto respiratorio superior -nariz y garganta- que tiene un origen viral. Pero es erróneo creer que el resfrío lo causa un solo virus. En realidad son más de 200 tipos diferentes, que además cambian y mutan constantemente, por eso es casi imposible encontrar una cura. Cualquier tipo de vacunación sería inefectiva.
Es importante aclarar que es el resfrío común y corriente, ese que nos hace sonarnos todo el día, toser y usar Mentholatum. No hablamos de enfermedades como la gripe, faringitis, bronquitis o neumonía, que tienen otro tipo de orígenes y síntomas. Por ejemplo la gripe además de congestión nasal produce fiebre alta, eventualmente dolores musculares, fatiga y falta de apetito. Para este caso vacunarse es la medida de prevención más eficaz, ya que ataca el virus influenza que causa la gripe.
Los tratamientos de un resfrío no están dirigidos a la enfermedad misma, sino a los síntomas que nos causa. Nos alivian del dolor de cabeza, la tos, la congestión. Pero los antibióticos no sirven para nada en el proceso de las infecciones virales, porque no lo acortan ni evitan complicaciones. Es el mismo cuerpo que cura el resfrío entre 2 y 10 días.
Los virus que causan el resfrío se trasmiten de persona a persona por vía aérea: a través de todas esas pequeñas gotas de saliva que expelemos al toser, hablar o durante los estornudos. Quien se contagia, las puede inhalar directamente o, lo más típico, se transmiten de mano en mano con saludos, picaportes, pasamanos, etc. Después cuando nuestra mano toca la nariz, los ojos o la boca, se introducen en los conductos nasales.
Cuando un virus nos contagia, entra en las células de las paredes de nuestra nariz y la garganta, y se multiplica rápidamente dentro de ellas. Pasan dos o tres días y ahí empiezan los famosos síntomas, que no son la enfermedad misma, sino los mecanismos del cuerpo para defenderse. Para echar al invasor: estornudos, goteo de la nariz y tos. Para activar las células inmunitarias: inflamación.
El sistema inmunológico del cuerpo logra eliminarlo, pero el virus se aprovecha de la situación y viaja con los estornudos y la tos para infectar a la siguiente persona. Una vez pasado el resfrío, desarrollamos inmunidad al virus en particular que nos infectó. Pero de nuevo, como hay un gran número de virus que nos resfrían y sus mutaciones, esta inmunidad es limitada.
El Doctor Sergio Trujillo, internista especialista en enfermedades respiratoria de Vida Integra, comenta que aunque los resfríos comunes tienen más casos en invierno, "la investigación no ha podido dar evidencias de que una exposición corta al frío incremente la susceptibilidad a la infección".
¿Por qué nos resfriamos más en invierno? La principal razón es el cambio de comportamiento humano: pasamos más tiempo en espacios cerrados y en contacto cercano con los demás, aclara Trujillo.
A nivel de organismo hay otros dos factores que podrían influir. En algunos climas, la combinación de frío y la baja humedad favorece la sequedad de las fosas nasales, haciéndolas más susceptibles a estos virus. Claudia Torrealba, médico de la Universidad Católica explica también, que cuando hace frío, los cilios que están en los bronquios se mueven menos. Como son los encargados de desplazar las secreciones pulmonares infectadas, al estar más estáticos, la secreción tiende a acumularse más y a quedarse ahí, lo que da más tiempo para generar una infección. Pero siempre, para estos dos casos, tenemos que haber entrado en contacto con el virus, ya sea directamente con otra persona contagiada o indirectamente, a través de una superficie contaminada. Por lo tanto, para no resfriarse es mucho más importante lavarse bien las manos que ponerse una parca.