Discutir y defender tus posturas con personas que piensan completamente distinto a ti, no es tarea fácil. Sobre todo en época de elecciones, cuesta que una persona que vota opuesto a ti, te escuche y valide tus argumentos. Especialmente si son valores que uno califica como intransables.
Suele pasar que quienes piensan muy diferente, no se escuchan, imponen sus posturas e incluso, ni siquiera escucha al "adversario". Y, por lo general, en estos casos se deja de lado la discusión sana y se termina peleando, invalidando al otro de una forma incorrecta, recurriendo a la ironía y al menosprecio, cerrando así cualquier posibilidad de diálogo.
¿Cómo mantener una discusión constructiva y útil para ambas partes?
Hace 5 años, Megan Phelps-Roper (30) levantaba carteles por la vía pública, junto a su iglesia y su familia, en contra de homosexuales, políticos, judíos, católicos, etc. Hoy lucha para superar las divisiones y el odio entre religiones y tendencias políticas, educando en temas relacionados al extremismo, la intimidación y la empatía en el diálogo.
Aquí les contamos su historia, su aprendizaje y sus técnicas para lograr un diálogo constructivo y para argumentar de forma sólida, sin atacar al resto.
Megan Phelp-Roper |
Megan pasó sus primeros 20 años como miembro de la Iglesia Bautista de Westboro, participando a diario de marchas y protestas en contra de todo quien pensara distinto a su iglesia, levantando carteles con violentas frases como: "pena de muerte a los homosexuales", "Dios odia a Israel", "Gracias a Dios murió este soldado", "Obama es el diablo", "Te irás al infierno".
Desde pequeña, su padre y líder de la iglesia, le enseñó que sólo ellos tenían la verdad y que todos quienes opinaban distinto se merecían el infierno. Que ellos eran los representantes del bien y que el resto del mundo, lo era del mal.
Estaba convencida que la lectura que su iglesia hacía frente a la Biblia eran argumentos intransables, y que no había espacio para segundas interpretaciones. Para salvarse debían ejercer una guerra pública contra los "pecadores".
Eso hasta que conoció Twitter (2009). Al profetizar a través de esta red social, se encontró con cientos de miles de personas que la atacaban, provocando en ella un "efecto espejo" que la hizo darse cuenta que ella llevaba años actuando de esa misma forma hostil con quienes no pensaban como ella. Notó que si quría transmitir algo en 140 caracteres, era completamente necesario dejar los ataques personales de lado y recurrir a los argumentos.
Dejando los insultos notó que la gente comenzó a preguntarle sobre sus creencias y ella sobre las suyas y en base al diálogo surgieron varias semillas de duda, y así, lentamente, su visión del mundo cambió. Empezó a escuchar los argumentos del resto, hasta convencerse de que ellos no eran demonios ni mucho menos.
El 2012 decidió abandonar su iglesia y asumir el costo de alejarse de su familia para siempre. Optó por un camino diferente, de activismo basado en el diálogo y en la empatía con el "adversario"; y notó también cómo la misma gente a la que ella había condenado tanto tiempo, la recibía con brazos abiertos y no la discriminaba por sus actos anteriores.
Megan decidió compartir sus lecciones en una charla TED, donde rescató las claves para lograr una discusión sana entre personas con ideologías opuestas, dar pie al diálogo, a la búsqueda de soluciones (si es que se busca consenso) y, por sobre todo, a evitar la violencia ideológica.
Empezar una discusión asumiendo malas intenciones de forma previa, impide instantáneamente comprender el por qué alguien hace y cree lo que hace. Olvidamos que todos somos seres humanos con experiencias y vivencias que nos hacen formar nuestras mentes; quedándonos atrapados en la rabia, por lo que la conversación resulta imposible que avance. Esto porque al obviar los motivos que llevaron a actuar y/o pensar de tal forma, invalidamos de inmediato a la otra persona.
En cambio, al asumir que las intenciones del otro son buenas o neutras, permitimos conocer y escuchar sus opiniones para comprender la raíz de sus posturas.
Una vez iniciado el diálogo, la gran clave para comprender al otro y para ver también dónde falla (si es que lo hace) y dárselo a entender, es a través de las preguntas.
De esta forma podremos escuchar y conocer las razones de por qué defiende tal postura, estilo de vida o convicción ideológica; y en base a sus respuestas podremos armar un diálogo, ser escuchados también, responder sus dudas y argumentar nuestras posturas de forma sólida.
¡Ojo! Que las preguntas sean para conocer mejor su postura y no para “pillarlo” o ironizar al respecto.
Lo más complejo en una discusión es este punto, que requiere de mucha práctica y paciencia. Megan cuenta que lo mejor para no perder la compostura en una discusión y no llegar a la pelea basada en menosprecios y juicios infundados (abortadores de cualquier tipo de diálogo); es tomarse una pausa. Tirar una talla o comentar de otra cosa, para distender el ambiente y continuarlo en otra oportunidad, cuando no haya tanta adrenalina en juego.
Señala también que la comunicación digital sirve mucho para practicar este punto, ya que nos da la ventaja del margen de tiempo y espacio entre nosotros y las personas que opinan distinto, permitiéndonos aprovechar esos factores para respirar, cambiar de tema o alejarnos del conflicto para retomarlo en otra oportunidad, en lugar de atacar por pura ira e impotencia.
Megan señala que un efecto secundario de las personas con creencias fuertes es que muchas veces asumen que el valor de su posición es, o debiese ser obvia y evidente por sí misma.
"Porque la vida es vida". "Porque la Biblia lo dice". "Porque siempre ha sido así".
Para defender tanto una postura, debemos entonces cuestionarla por completo previamente y reconstruirla punto por punto, dándole un argumento específico a cada defensa, que vaya más allá de lo obvio y del sí porque sí. De esta forma, podremos llevar la discusión a un paso más allá, ser convincentes, claros, decididos; podremos anteponernos a las dudas e interpelaciones y permitiremos ampliar el diálogo hasta lograr, al menos, la aceptación y validación del otro frente a nuestra postura y en algunos casos hasta podremos convencerlos de que estamos en lo correcto.
Utilizar buenos ejemplos, no descalificar, decirle a la persona inmediatamente qué es lo que no queremos decir, son algunas de las otras recomendaciones para que una discusión sea un aporte, y no una guerra mundial con armas nucleares incluidas. Si quieren conocer más técnicas, les invitamos a leer este artículo sobre conversaciones delicadas y este otro sobre debatir “sin picarse”.