Este año, la versión 57 de la Bienal de Arte de Venecia, se realizará entre el 13 de mayo y el 26 de noviembre, presentando la obra de 120 creadores de 85 países.
103 de ellos nunca han expuesto en el certamen, la exhibición de arte más antigua y prestigiosa del mundo; y que contará con la presencia de dos artistas de renombre de Chile: el audiovisualista, fallecido en 1993, Juan Downey, y el artista visual de 38 años, Enrique Ramírez.
Fueron seleccionados para exponer sus proyectos por su compromiso cultural y social con Chile. A Downey se le destaca su interés en identificar y retratar un imaginario cultural latinoamericano a través del videoarte; y a Ramírez su trabajo con la política del éxodo, del exilio y de la discontinuidad de la memoria.
Además, en la representación oficial de Chile se encuentra el artista Bernardo Oyarzún (de origen mapuche), con el proyecto Werkén, haciéndose cargo de la discriminación contra el indígena mapuche.
La Bienal de este año tiene un vuelco diferente a las versiones anteriores. Su nombre es "Viva Arte Viva" y la selección de artistas se enfoca en el arte como ente transformador, ofreciendo una cara más esperanzadora y menos política que en años anteriores; y como expresa el texto que recibe a los visitantes:
"En este mundo nuestro, tan lleno de conflictos, el arte sirve de testigo de aquello que nos hace humanos. Es el lugar definitivo para la reflexión, la expresión individual, la libertad y la formulación de las preguntas fundamentales".
Conozcamos a los chilenos que nos representan en esta importante fiesta del arte mundial:
Bernardo Oyarzún (53 años) es uno de los artistas contemporáneos más destacados de Chile, y se dedica, principalmente a las instalaciones y a la fotografía.
Una de sus obras más famosas es "Bajo Sospecha", inspirada en una anécdota personal que lo marcó profundamente y que fue cuando lo detuvieron en plena calle por sospecha, producto de sus rasgos indígenas, y llevado a un careo con víctimas de un delito.
Aquí Oyarzún realizó un retrato armado como prontuario policial, presentando retratos de sus parientes y con audios de la policía situándolos como sospechosos.
Luego de "Bajo Sospecha", Oyarzún suele utilizar este recurso biográfico y reflexivo en torno a la identidad indígena y a los prejuicios e injusticias que marcan a la sociedad chilena. También a los contextos populares y a los espacios marginales.
La obra instalada en la Bienal se llama Werkén (mensajero en mapudungún) y consta de 1.000 máscaras teatrales con expresiones fuertes y otras más suaves, rodeadas de 7.000 apellidos mapuche proyectados con luces LED de color rojo en una sala oscura. El fin de ella: presentar una crítica de la cultura y sociedad chilena y dar visibilidad a los pueblos originarios.
Las máscaras fueron realizadas una a una por cuarenta artesanos mapuche que habitan en distintas comunidades en el sur de Chile, a partir de una relación directa que estableció el artista con cada uno de ellos.
Para Oyarzún esta es una oportunidad para el pueblo mapuche de ganar visibilidad mundial. “El pueblo mapuche ha estado en constante lucha con el Estado de Chile, pero nuestro mensaje es optimista, es mirando hacia el futuro, es para reafirmar que el pueblo mapuche construye cultura, construye diversidad y formas de ver la vida diferentes”.
El chileno Juan Downey, fallecido el 2013, es lo que se llama un artista multidisciplinario: arquitecto, poeta, filósofo, dibujante, pintor, fotógrafo, performer y principalmente, un pionero en el videoarte en Chile y el mundo.
Fue creador de más de 40 obras que han sido exhibidas en exposiciones individuales en las más prestigiosas galerías internacionales; y el fin principal de sus obras era identificar y retratar un imaginario cultural latinoamericano.
En esta Bienal, se escogió el trabajo de Downey para formar parte del proyecto Práctica del Artista, en el que se presentan varios videos cortos de los artistas invitados; y que tiene como eje central el rol y la responsabilidad del artista en los debates contemporáneos.
“Reproducir una cultura en el contexto de otra, la cultura en su propio contexto y, finalmente, editando todas las interacciones del tiempo, espacio y contexto en una sola obra de arte. La información cultural será intercambiada principalmente por medio del video, filmado en el camino y reproducido en distintos pueblos, para que la gente vea a otros y a sí mismos. El rol del artista aquí se concibe como el de un comunicador cultural, un antropólogo estético activador con un medio visual de expresión: el video", lo describen los críticos.
En la antesala de este certamen, la Bienal realizó una compilación en su canal de YouTube en la que los artistas participantes hablan de su forma de trabajar. Les dejamos el de Downey:
El artista chileno más joven en esta edición es el artista visual Enrique Ramírez (38 años), radicado hoy en Francia.
Sus obras pueden definirse más bien como poemas fílmicos o incursiones poéticas hacia la humanización; donde mezcla escritura, sonido e imagen, cruzando además la ficción y el documental, en pequeñas historias ancladas en la historia reciente de Chile. Sus temas recurrentes son el exilio, el éxodo y la pérdida de la memoria.
Fue escogido para esta Bienal especialmente por ser "un explorador que escudriña nuestra geografía, identidad, sociedad e historia"; y presentará en el Pabellón del Chamanismo.
Sobre el trabajo que expondrá, aunque debe mantener el misterio, adelanta que "es una pieza audiovisual que filmé en Bolivia y terminé de montar en 2014. Tiene como temática central la idea de lo que existe entre la vida y la muerte, que es más bien una pregunta y una forma antropológica de la colonización. Es una obra antropológica, un poco surrealista y fantástica al mismo tiempo". Y suma: "Los artistas quizás tenemos en la cabeza una misma idea que nos molesta toda la vida, y que solo tratamos de moldear de distintas formas. Mis temáticas no cambian".