Hace casi una semana los medios nacionales e internacionales comenzaron a hacer eco de una noticia que pilló a muchos desprevenidos: Ángel Parra, prócer de la Nueva Canción Chilena, falleció a los 73 años, tras una larga lucha contra un cáncer de pulmón. Las reacciones no se hicieron esperar y en cuestión de minutos la prensa y las redes sociales se llenaron de homenajes de parte de diversos sectores de la sociedad.
Pero, ¿qué hace de Ángel Parra un ícono tan relevante en nuestra cultura?
Si eres de los que solo conocía a su hijo, el que tocaba guitarra en Los Tres y lidera Ángel Parra Trío, este artículo es para ti, porque a continuación te contaremos cinco razones que transforman a “Paparra” en la figura legendaria que es.
Junto a artistas como Víctor Jara, Patricio Manns y su madre Violeta Parra, Ángel Parra fue uno de los más grandes artistas del movimiento de la Nueva Canción Chilena.
A diferencia del folklore tradicional y el neofolklore de mediados de los ’60 (ambos asociados a la clase terrateniente y a la derecha política), la Nueva Canción Chilena fue un movimiento fuertemente arraigado en los sectores populares, con contenido social y romanticismo ligado a la "ideología de izquierda" en sus letras.
Musicalmente, la Nueva Canción Chilena hizo un trabajo nunca antes visto en materia de investigación y rescate de ritmos y tradiciones de todo el país. Su fuerte anclaje en las culturas de Chile y Latinoamérica, sumado a la mixtura interdisciplinaria que la vinculó con las artes visuales y la literatura, hizo de esta corriente musical una de las más ricas del arte popular en la historia de nuestro país.
De la mano de su madre Violeta, su hermana Isabel y su amigo Patricio Manns, Ángel Parra fue uno de los creadores de la célebre Peña de los Parra, en 1965. En la casona, ubicada en Carmen 340, Santiago, tocaron los más célebres artistas de la Nueva Canción Chilena. Cada noche la gente hacía filas de varias cuadras para poder entrar al recinto y los artistas tenían que hacer hasta cinco funciones diarias para poder satisfacer la demanda de público. Entre los asistentes habituales se encontraba el entonces senador Salvador Allende que, siempre acompañado de una copa de vino, veía los conciertos y aprovechaba el espacio para enseñar sus ideales a los más jóvenes.
Con el paso de los años, la función social y artística de la Peña de los Parra se fue expandiendo hacia otras formas de fomento a la cultura. Para fines de los ’60, la casona funcionaba como sala de conciertos, centro cultural, taller de artesanía y sello discográfico. Y aquí viene el gancho con el siguiente punto:
Lamentablemente, en nuestro país no es común que los músicos se apoyen de forma abierta y desinteresada. Al ser un rubro inestable, lo usual es que cada uno defienda su metro cuadrado de posibles competidores que lleguen a pelear el puesto.
Pero Ángel Parra no era de aquellos. Una de sus más grandes cualidades era su apertura a ayudar a levantar las carreras de artistas más jóvenes. Así es que llegó, por ejemplo, a grabar el segundo disco homónimo de Los Blops, conocido como “Del Volar de las Palomas” (1971). Este disco, considerado una de las obras más geniales de la música chilena, contó con Parra en la producción y como artista invitado.
Los Blops no eran una banda bien vista en sus inicios. Su propuesta de Nueva Canción Chilena mezclada con guitarras eléctricas y rock era mirada con desconfianza por la izquierda tradicional, pero Parra tuvo la apertura de mente para ver su potencial y trabajar con ellos.
Y gracias a su ayuda, una de las bandas clave en el desarrollo del rock chileno pudo despegar.
Sería injusto encasillar a Ángel Parra solo como músico. Es cierto: su labor como cantautor es quizás su faceta más célebre, pero dista mucho de ser la única.
Al igual que el resto de su familia, Parra creció en un entorno en el que la literatura y las artes circenses eran tan importantes como la música, por lo que fue un relevante cultor de ambas disciplinas.
En cuanto a la literatura, Ángel Parra aprovechó su posición privilegiada en la historia musical y su afición por la escritura para dejar impresa la historia de su familia y de la Nueva Canción Chilena. Así, en los últimos años la faceta de músico se fue mezclando con la de escritor y fueron apareciendo aplaudidas obras como las novelas Manos en la Nuca (2005), El Clandestino de la Casa Roja (2008) y las memorias narradas en El Pasado que Habito. El Golpe de Estado de 1973 Contado a mis Nietos (2011) y en Violeta Se Fue A Los Cielos (2006), libro que inspiró a la película del mismo nombre (2011) dirigida por Andrés Wood.
El vínculo de Ángel Parra con el circo, por otra parte, siempre estuvo. La familia entera, algunos más, algunos menos, siempre estuvieron vinculados al mundo circense. Mal que mal, los primeros escenarios en los que Ángel Parra actuó, todavía siendo un niño, fueron carpas de circo.
En un reciente comunicado titulado “Te queremos Ángel Parra”, la ONG Circo Del Mundo agradeció su aporte como gestor y fundador de la institución, y desclasificó la generosidad que tuvo con ellos en sus inicios cuando, al casarse con su pareja Ruth Valentini, pidió a sus amigos que no les hicieran regalos de matrimonio. Prefería que, por el contrario, mejor donaran ese dinero a la organización que por entonces pasaba por dificultades económicas.
La dictadura le pegó fuerte a Parra. Primero fue detenido y torturado en campo de concentración Chacabuco, que es donde grabó de forma clandestina su disco del mismo nombre. Posterior a eso, fue exiliado y tuvo que huir, primero a México y luego a Francia, que es donde residió por el resto de su vida.
Desde París, Ángel Parra llevó una activa labor de denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos cometidas en Chile durante el gobierno de Augusto Pinochet. Su activismo lo hizo viajar por el mundo, difundiendo el mensaje de solidaridad con su país y con los compatriotas que habían tenido menos suerte que él.
Con el retorno a la democracia, Ángel Parra pudo volver a nuestro país y ofrecer conciertos todos los años. A medida que los años fueron pasando, compartió su historia y su legado musical como una forma de preservar el registro histórico de sus vivencias. Así, además de sus libros, abrió un sitio web en el que compartió toda su discografía para libre descarga.
Consciente del privilegio que portaba por su posición en la música y en la historia, Parra se esforzó durante sus últimos años por transmitir este testimonio, para que formara parte del patrimonio colectivo.
La discografía de Ángel Parra comenzó en 1958, cuando tenía apenas 15 años y lanzó el Extended Play titulado Cuatro Villancicos Chilenos. Desde entonces su producción discográfica fue amplia y fructífera, llegando a publicar más de setenta discos.
A lo largo de su carrera, Parra hizo gala de su versatilidad tocando boleros, trova, tangos, folklore latinoamericano, cantos religiosos y rock, todo en compañía de legendarios artistas nacionales e internacionales. En su discografía podemos encontrar su misma historia de vida y sus admiraciones: la convicción de sus ideales, el tono nostálgico del exilio, la figura siempre presente de su madre y el homenaje a sus referentes literarios Pablo Neruda y Gabriela Mistral.
Durante el incesante ir y venir de sus últimos 28 años, su figura logró revalidar su posición en el mapa cultural con nada más que su trabajo constante por la música y el arte en Chile. Esta posición, que hoy es reconocida y homenajeada, será defendida por su imborrable legado.