Hay cosas desagradables y tener que estar obligado a esperar. Como cuando haces hora para que te atiendan en el urólogo, cuando te toca esperar tu turno para exponer frente a un montón de personas, al hacer una fila para entrar a un baño o aguantar a que llegue tu comida cuando estás que mueres de hambre. Pero de todas las situaciones en las que uno tiene que esperar en la vida, probablemente la peor sea la de la entrega de los resultados de la PSU (si es que apostaste por una carrera universitaria).
Para más remate, este año se dieron a conocer el lunes 26 es diciembre. Es decir, entre Navidad y Año nuevo, ufff. Y como siempre, los resultados siguieron la tónica de siempre, más allá de un par de excepciones, como que las mujeres superaron a los hombres por primera vez en una de las pruebas, y que los liceos emblemáticos Carmela Carvajal y el Instituto Nacional salieron del top 100 de los mejores resultados.
Y a propósito de liceos emblemáticos o de excelencia, este escenario post PSU es un buen momento para reflotar una discusión que aparece de vez en cuando: ¿está bien que seleccionen a sus alumnos? Para ver este tema, conversamos con Loreto Jara, investigadora de política educativa en Educación 2020.
"Nosotros no estamos de acuerdo con la selección. Nos parece que eliminarla de manera paulatina y con las herramientas que sean necesarias, es un elemento que nuestro sistema requiere con cierta urgencia para poder avanzar en mayores niveles de equidad. Porque efectivamente, lo que nosotros tenemos es un sistema escolar altamente segregado que genera muchas inequidades y la escuela es el espacio que debiese estar llamado a eliminarlas", asegura Loreto.
- ¿En qué sentido la selección es negativa?
"La selección lo que hace es reproducir más diferencias al interior del sistema educativo. Como colegio que elige a sus alumnos, estás optando por un perfil de estudiante. Entonces, esas inequidades se reproducen al interior de las escuelas, por ejemplo, cuando deciden optar por un tipo de familia (en el caso de colegios religiosos) o por un tipo de perfil académico (en recintos que exigen un rendimiento escolar previo).
Esos requisitos dejan fuera a muchos estudiantes que pueden no tener, por ejemplo, los apoyos familiares o el capital cultural necesario para desempeñarse con un alto rendimiento, pero que sí se merecen la oportunidad de acceder a una oferta educativa de calidad".
- ¿Los liceos emblemáticos no deberían ser la excepción?
"Lo que pasa con los liceos emblemáticos es que tienen una trayectoria que nadie podría discutir en términos de su aporte a la educación chilena. Han conseguido producir generaciones de estudiantes de muy alto rendimiento. Lo que pasa es que, así como en su momento fueron instituciones de vanguardia en calidad educativa, hoy deberían liderar procesos de inclusión educativa, porque eso también habla de desarrollo social para el país y de avanzar en enfoque de derechos. Hoy tienen ese desafío mayor, que es terminar con sus procesos de selección, porque tienen equipos profesionales muy potentes, cuentan con una identidad y tienen una trayectoria de cambios.
Ahora, eso no puede pasar de un día para otro (…) efectivamente, si mañana llegan estudiantes sin un historial brillante en términos de su trayectoria académica o sin un capital cultural o familiar que demanda un colegio de alta exigencia, eso va a demandarle al colegio tener herramientas para garantizar la adecuada inclusión de esos estudiantes a los procesos educativos".
- ¿Cómo se combate ese problema?
"Para eso tienes que generar espacios de trabajo con distintos profesores y otros equipos de apoyo, crear espacios de conversación y discusión al interior de la comunidad educativa, porque eso puede ser un shock muy fuerte para los estudiantes. Se pueden generar problemas de convivencia si alguien dice 'yo soy un estudiante de alto rendimiento y no quiero que vengan estudiantes que no tienen los mismos hábitos de estudio'".
- Uno de los argumentos en contra de la selección en liceos emblemáticos es que se estaría nivelando para abajo…
"Ese discurso necesitamos que cambie a 'este estudiante que es diverso (por la naturaleza que sea) puede significar un aporte para nuestro proceso de aprendizaje'. Que se produzca ese giro es un salto de creencias y de prácticas institucionales que es muy complejo de conseguir, muy desafiante y que si se logra hacer bien, sería un paso gigantezco para la inclusión educativa y el desarrollo social".
- Pero, en la práctica, ¿el rendimiento de los alumnos “selecccionados” no se vería afectado?
"Es probable que en procesos de adaptación se generen cambios de rendimiento en la escuela. Es lógico que se provoquen desajustes, porque se está cambiando el perfil de estudiantes con el que se trabaja. Por eso es importante hacer esto de manera paulatina. Aunque eso va emparejado con una de las complejidades de nuestro sistema educativo, como la obsesión por los resultados: no da lo mismo si el promedio de notas o de PSU de los alumnos baja, porque eso tiene grandes consecuencias. Al momento de trabajar inclusión educativa se promueven aprendizajes en las escuelas que no necesariamente son medibles con una prueba estandarizada".
- ¿Cuáles son los beneficios de no seleccionar?
"Se avanza, en teoría, en dialogar con otros, en aprendizajes más vinculados a la convivencia escolar, al desarrollo integral del alumno, etc. Hay otros aprendizajes que no se visibilizan con las pruebas tradicionales, porque lo que a muchos les importa son las notas, el ranking, etc.
Pero es importante entregarle a las escuelas las herramientas para hacerse cargo de ese proceso, porque no puede ser que de un día para otro cambien tanto las reglas del juego, sobre todo en establecimientos educacionales como en el caso de los liceos emblemáticos, que tienen un modo de funcionar muy antiguo y tradicional".
La Ley de Inclusión termina con los Liceos de Excelencia (gran parte de los emblemáticos lo son), pero hay ciertas posturas que defienden la mantención de la selección en estos establecimientos. ¿Por qué? Consideran que los tres argumentos principales que pretenden eliminarla no son suficientemente sólidos. Es, al menos, la visión de Sylvia Eyzaguirre, investigadora del Centro de Estudios Públicos (CEP).
El hecho de que estos colegios no agreguen valor, porque sus buenos resultados se deben a la selección de buenos alumnos y al alto capital cultural y nivel socioeconómico de sus familias, son dos razones para terminar con esta selección y "la evidencia nacional no permite aseverar que estos colegios no agregan valor, más bien la escasa evidencia disponible sugiere lo contrario", afirma la investigadora en su reciente estudio.
La tercera razón es, como bien nos decía Loreto Jara, que la escuela debiese ser un espacio formativo de encuentro, en el que niños de diversas culturas, religiones, niveles socioeconómicos y talentos aprenden a convivir. Ante esto, Sylvia considera que es legítimo no querer separar a los jóvenes en función de sus talentos y valorar una formación escolar integral donde convivan diferentes talentos.
"Sin embargo, también es legítima la postura contraria, a saber, quienes creen que es beneficioso, tanto para el individuo como para la sociedad, la posibilidad de especializarse de forma temprana y el valor de la meritocracia", señala.
Considera que estos liceos mejoran las oportunidades de acceso a las universidades más selectivas a alumnos talentosos que no necesariamente cuentan con los recursos económicos para un colegio particular pagado, en base a la evidencia estudiada. Pero, de todos modos, también reconoce que estos establecimientos concentran principalmente a alumnos de nivel socioeconómico medio y medio-alto. ¿Qué propone entonces para contrarrestar esto?
1. Alternativa 1: de manera de asegurar un ingreso socioeconómicamente equitativo, fijar igual cantidad de cupos por grupo socioeconómico. Por ejemplo, 20% de los cupos para cada quintil de ingreso. Ello permitiría a los liceos decidir de forma autónoma sus mecanismos de selección, pero considerando cada grupo.
2. Alternativa 2: para resguardar un acceso equitativo respecto del mérito académico, corregir los resultados de las pruebas especiales por factores socioeconómicos, para restar el peso del capital social, económico y cultural de las familias de procedencia a los resultados.
3. Alternativa 3: combinar la cuota por grupo socioeconómico y la cuota por rendimiento neto. Por ejemplo, seleccionar el 80% de los cupos en función de los resultados en las pruebas de selección sin corregir por nivel socioeconómico y el otro 20% para los dos primeros quintiles de ingresos (10% para cada quintil), que son los que se encuentran subrepresentados.