Un 22 de septiembre del año 2006, Mauricio Orellana estaba trabajando como todos los días como maestro carpintero. Llegó la hora de almuerzo y se dirigió al supermercado Santa Isabel de la esquina a comprar un pollo y otras cosas que le había encargado su pareja. Mientras recolectaba la lista, le dio sed y abrió una cerveza dentro del local, pensando siempre que la pagaría una vez que estuviese listo en la caja.
“Me estaba tomando la cerveza y de repente siento que me pegan un palo en la espalda. Era el guardia del local. Me acusa de ladrón y me empieza a faltar el respeto frente a todos. Yo intento explicarle que sólo me estaba tomando una cerveza, la que pagaría más tarde en la caja, pero no quiso escucharme. Me calenté y le tiré un combo en el pecho y él cayó encima de unos tarros de leche Nido. Ahí llegaron tres guardias más los que también se pusieron a pegarme”, nos cuenta Mauricio, quien nos recibió en el Centro de Rehabilitación Palabra de Vida, donde vive hace siete meses.
Cuenta que tuvo que salir corriendo para defenderse, dejando su mochila y todas sus compras en el local y que para salir tuvo que pasar por encima de una de las cajas. Una vez afuera llega un furgón de Carabineros y lo toman detenido. Sin entender nada, Mauricio se rehúsa a la detención, alegando que sólo se estaba tomando una cerveza que iba a pagar. Se genera un escándalo y finalmente los Carabineros se lo llevan a declarar a la fuerza.
“Me llevaron a constatar lesiones y veo que la cajera también está en eso al lado mío, y escucho que declara que yo le había pegado con una cuchilla en la mano y que le estaba pidiendo la recaudación de la caja y que en eso llegaron los guardias de seguridad a detenerme. Me detuvieron de inmediato. No me permitieron ni una llamada telefónica, nada. Fue de no creer, pensé que estaba soñando, pero era real. Sin poder ni alegar me llevaron a la Penitenciaría y todo por tomarme una cerveza dentro del supermercado”, señala Mauricio con voz fuerte, aún sin poder creer lo que le pasó hace más de nueve años.
La fiscal del caso solicitó la medida cautelar de prisión preventiva por declararlo un peligro para la sociedad, y solicitó seis años de presidio por el delito de robo con intimidación. Mauricio ese mismo día durmió en la Penitenciaría. Esa sería la primera de las 273 noches que estuvo preso.
Mauricio cuenta que los siguientes nueve meses fueron terribles, y que literalmente le “cagaron la vida”. No tenía recursos para pagar un abogado particular, por lo que tuvo que conformarse con el que el Estado le indicaba. Tardaron meses en convencer a la fiscal de que por favor hiciera algo al respecto, que revisara sus antecedentes, que era una locura que creyera en la declaración de la funcionaria del supermercado, porque no existían pruebas.
“Mis antecedentes estaban limpios, el arriendo de mi casa estaba al día, mi trabajo impecable. Tenía una pareja estable y cuidaba de sus dos hijas. Era una persona responsable y sana. Había tenido un antecedente cuando joven, pero llevaba más de 8 años con una conducta impecable”, cuenta Mauricio y agrega que “si tú entras a la cárcel sin un prontuario no eres bien recibido. Yo no tenía ficha de ladrón, ni de asesino, ni de traficante. Y al no tener, inmediatamente te fichan para que seas el de los mandados. Para evitar esto yo me uní a los hermanos cristianos, y ahí me dejaron más tranquilo”.
Pero a pesar de esto, Mauricio nos cuenta que pasó verdaderas penurias en la cárcel. Sufrió de una infección en el pie que le impedía caminar. Su pareja jamás lo fue a ver. Sus hermanos tampoco. Todos lo creyeron culpable. Cuenta que se arreglaba los días de visita, conservando la esperanza de recibir a alguien, viendo cómo todos los demás recibían visitas, menos él. La única persona que lo visitó un par de veces fue su madre que ya estaba anciana y enferma y, piensa él, este hecho hizo agravar su condición hasta provocarle la muerte un tiempo después.
“Estar preso no se lo doy ni a mi peor enemigo. Sufrí las penumbras, sufrí los llantos en las noches, escuché las violaciones, los golpes de palos a las 3 de la mañana, cabros de 18 años lavando loza a las 4 de la mañana en puros calzoncillos para evitar que los más choros les sacaran la cresta. Fueron 9 meses pasando hambre, pasando miserias, 9 meses en que no te iban a ver, 9 meses arreglándome por si alguien se dignaba a ir a verme. Imagínate cómo me sentía si hasta mi propia familia me creía culpable y yo no estaba loco: era totalmente inocente. Esa impotencia terminó enfermándome también”.
Y así, después de nueve meses, una mañana lo despiertan bruscamente diciéndole que tiene que irse, que él no debe estar ahí. Que afuera lo espera la prensa y que había sido absuelto.
¿Cómo pasó esto?, la funcionaria del supermercado que declaró en su contra, se retractó frente a la fiscal diciendo que no podía seguir viviendo con esa mentira y que la persona que estaba presa era inocente. Dijo que la acusación había sido falsa y que la administradora del supermercado la había obligado a declarar contra Mauricio.
¿Por qué a Mauricio?, porque lo habían confundido con uno de los mendigos que siempre dormía fuera del local y que hacia disturbios y robaba con frecuencia. ¿Por qué le creyeron a la cajera? Porque tenía una herida en la mano porque un taxi la había pasado a llevar, entonces funcionaba como la víctima perfecta.
El Ministerio Público acusó del delito de obstrucción a la investigación a la cajera, los guardias y la supervisora del supermercado, obteniendo una condena para ambas mujeres de 41 días de prisión y 800 días de presidio, respectivamente. En tanto, los guardias del supermercado fueron absueltos de los cargos. Mauricio fue declarado inocente, pero a la fecha aún no ha sido indemnizado. Aquí se puede revisar el caso completo.
Las penurias de Mauricio no terminaron una vez que se encontró nuevamente en libertad. Además de perder injustamente nueve meses de su vida, Mauricio cuenta que perdió su trabajo, quedó endeudado hasta el cuello, perdió a su familia, su casa, su dignidad y su salud mental.
“Salí de la cárcel y me fui a la casa de una hermana porque no tenía ninguna otra parte donde ir. Me puse a trabajar en lo que pude, porque en todas las entrevistas me dejaban fuera porque me decían que mis papeles estaban sucios. Por más que yo les mostraba la ficha de que era inocente, ellos me decían que en internet decía otra cosa y en el Registro Civil también. Yo no podía dormir. Me agarró una depresión inmensa en la cual me hice dependiente de las drogas y el alcohol para poder dormir porque todavía sentía los gritos de los presos en la noche. Me despertaba espirituado. Después la depresión se me pasó, pero quedé dependiente del trago ¿y qué pasó? Me fui a vivir a la calle”, cuenta Mauricio avergonzado.
En la calle estuvo más de cinco años. Cuenta que lo más duro fue tener que mendigar el pan, el amanecer con hambre y no tener a nadie al lado. Y así pasó cinco años en los que asegura que “dejé de vivir y empecé sólo a sobrevivir”. Dormía frente a la Defensoría Penal Pública y fueron ellos quienes le brindaron ayuda. Le presentaron a unos “hermanos” de la iglesia Evangélica y así fue como llegó hace siete meses al Centro de Rehabilitación Palabra de Vida al lado del metro Ecuador.
“Ya llevo 7 meses aquí, limpio y sobrio. Trabajamos puerta a puerta y lo que recaudamos va para pagar las cuentas, el arriendo, la comida, el agua, etc. Al menos aquí no nos falta comida, tenemos agua caliente, una cama donde dormir, ropa limpia y una vida digna. Hoy esta es mi nueva familia. Todos llegamos aquí por culpa de la calle, las drogas y el alcohol y ahora somos como hermanos. Fueron 9 meses tras las rejas pero casi 10 años en los que estuve preso por los efectos que eso me trajo. ¿Quién me repara el hecho de haber perdido a mi pareja, quién me repara la deuda del arriendo que hasta el día de hoy sigo pagando? ¿Quién me devuelve los 9 meses que estuve preso? ¿Quién me devuelve la salud y la vida de mis padres? ¿Quién me repara el tiempo en el que estuve metido en las drogas porque nadie me daba trabajo?”, reflexiona en voz alta Mauricio, quien reconoce que sólo espera que el Estado le entregue una casa en forma de reparación por los daños causados, ya que sólo así podrá salir de frentón adelante.
Mauricio no ha sido indemnizado. Por consejo de la fiscal, demandó civilmente a Cencosud, pero nada ha pasado hasta ahora. Mauricio tiene 48 años y quiere empezar de nuevo y para eso necesita reintegrarse a la sociedad. Necesita que le den un buen trabajo, que le permitan demostrar que hoy está limpio, que le permitan limpiar su imagen, su imagen que fue injustamente ensuciada por una declaración falsa y por errores del sistema penal al no solicitar las pruebas suficientes.
El caso de Mauricio no es ni el peor ni el único. Según las cifras nacionales, del total de causas terminadas en el período 2014, 2.462 personas fueron privadas de libertad siendo inocentes. De estas personas, el 24,4% permanecieron privadas de libertad entre 0 y 15 días; un 48,5% entre 16 días a 6 meses; y un no menor porcentaje de 17,1% (421 personas) debió permanecer tras las rejas más de 6 meses e incluso años.
Y pese a que su inocencia fue establecida por los tribunales, hay personas que siguen siendo culpabilizadas eternamente en internet: no encuentran trabajo y son estigmatizadas. Y es por esto que la Defensoría Penal Pública representada por el Proyecto Inocentes (del que les hablamos antes en esta nota), lanzó la campaña "Cada clic una condena", de la cual Mauricio Orellana es uno de los rostros.
El fin de esta campaña es que las personas cuya inocencia es comprobada por la justicia, logren limpiar sus nombres en todo ámbito, en especial en la web, donde su inocencia es prácticamente letra muerta, porque el 93% de quienes consultan un buscador se quedan con la primera página de los resultados, los que arrojan la información más leída la que generalmente es la relacionada a la condena.
Esta iniciativa además busca generar conciencia en que es necesario avanzar en la regulación de derechos en internet en Chile, para proteger a las personas y evitar que se generen abusos y discriminaciones por una fotografía, un video o por un comentario.
"Es necesario que estas personas inocentes tengan un espacio de reparación de imagen y que la información que daña a las personas salga de la red", reconoce el Defensor Nacional, Andrés Mahnke.
Al respecto Mauricio nos cuenta que hace pública su historia “para evitar que esto le siga ocurriendo a otras personas. No puede ser que una persona inocente se vaya presa. Yo pasé 9 meses, pero hay quienes han estado incluso 3 años injustamente tras las rejas. Hay quienes incluso han sido víctimas de la pena de muerte”.