Diego Ramírez es un niño. Su sueño para la navidad: un Súper Nintendo, la consola de juegos por excelencia en aquellos años. Sin embargo, su madre, lectora empedernida, optó por regalarle un libro. Cuando Diego abrió el regalo, su reacción fue de decepción.
“Mi mamá me regalaba muchos libros cuando chico, y la verdad, no me gustaba tanto. Después en verano pasaba leyendo, y te choreaba porque eres niño y quieres otra cosa (risas)”, recuerda Diego.
Sin embargo, mientras más crecía, más se iba encantando y acostumbrando a la lectura. Aunque, eso sí, los únicos libros que mantiene son los que le regalaron cuando era niño. “La historia de Pluto”, libros de ese estilo son los únicos que guarda en su estantería, ya que los demás (y los de su mamá) los cedió todos para el proyecto de la Biblioteca Libre. “Me gusta leer, pero no tengo un apego tan grande con los libros”, cuenta.
Diego y Carlos Mancilla, ambos de 26 años, se conocen desde el colegio. Fueron alumnos del Instituto Alonso de Ercilla, y aunque estudiaron desde kínder allí, recién hicieron amistad en tercero y cuarto medio.
Desde esa etapa que a Diego le produjo curiosidad la falta de incentivo que existe en los colegios para que los niños y jóvenes lean más.
“Desde el colegio nos preocupaban (con Carlos) los problemas que hay en la educación. Nosotros estudiamos en un colegio particular en Santiago Centro, y siempre nos decían que éramos ‘hijitos de papá’ o cosas así. Uno cachaba que tenía muchos privilegios, mientras que otros colegios cercanos al nuestro no tenían internet, ni nada. Después con lo del 2011, las marchas, y que se destapó ese problema en el país, de ahí en adelante me llamó mucho la atención ayudar o hacer algo por la educación. Entonces, no puede ser que tengas que pagar o endeudarte para aprender algo, no es ese el objetivo de la educación. Por eso la Biblioteca Libre, para mí, es un instrumento educativo, porque los libros son de fácil acceso al conocimiento”.
En 2012, coincidieron en la Universidad de Chile. Mientras Carlos terminaba Ingeniería Civil Eléctrica, Diego dejaba Ingeniera Comercial en la Universidad Católica para estudiar lo mismo, pero en la Casa de Bello. Allí comenzarían con el primer proyecto antes de la Biblioteca Libre: las Cátedras Libres.
Aquella iniciativa nació como una especie de “universidad en la misma universidad”, es decir, que quienes supieran algún tipo de conocimiento lo compartieran gratuitamente. Los que asistían a esas charlas, que generalmente se efectuaban en la Facultad de Economía o de Arquitectura, debían cumplir la misma función, pero enseñando sus habilidades.
“Si bien cada uno puede aprender solo o en internet –explica Carlos Mancilla–, creemos que nunca es lo mismo si alguien con experiencia o que sabe un poquito más que tú, te lo enseña”.
Sin embargo, habría un problema: la timidez.
Muchos alumnos que asistían a las charlas no se atrevían a dar a conocer lo que sabían, y la opción que surgió fue que aportaran libros (daba lo mismo su condición), y de esa forma compartirlos entre ellos. La propuesta fue tan buena que en un par de meses reunieron cerca de 4.000 libros, los que en su mayoría fueron donados a colegios.
De ahí en adelante, ambos se convencieron de que a la gente sí le gusta leer.
Es por eso que para ellos la idea de crear una Biblioteca Libre era cada vez más fuerte, teniendo como referencia el Bookcrossing, práctica muy conocida en Europa y que consiste en dejar un libro en algún lugar público para que una persona lo lea y lo comparta.
Hasta que en mayo de 2013 organizaron por Facebook la primera liberación de libros masiva en el Parque Forestal. La idea era que la gente llevara un libro, y les pasaban dos. El evento fue todo un éxito, ya que reunió cerca de mil personas, las que eran “atendidas” por Diego, Carlos y dos colaboradores. “Fue una locura, fue mucha gente, de verdad que no lo esperábamos. Hasta se peleaban por algunos libros, eso fue lo malo”, recuerda con gesto de resignación Diego.
Aquella caótica, pero dentro de todo, exitosa jornada, sirvió para aprender y emprender las siguientes liberaciones masivas que también fueron bien recibidas por la gente.
“A partir de allí –cuenta Diego–nació la idea de hacer esto de forma continua, cada dos semanas, en alguna plaza o en algún parque de Santiago. La idea es que fueran lugares de fácil acceso para la gente. Recorrimos estaciones de buses, de metro y lugares de carácter más común para intervenir”.
Los libros liberados llevan un código, para que las personas que se los llevan, los registren en la web de la Biblioteca Libre y se pueda seguir su recorrido, a medida que van pasando de mano en mano.
Poco a poco fue llegando el financiamiento. Si bien la Universidad de Chile los apoyó desde el comienzo con las Cátedras Libres, luego obtuvieron fondos de Corfo y de Start-Up Chile. Con esos fondos adquirieron mayor autonomía, y por ende, más dedicación al proyecto. De hecho, consiguieron una combi, que es el medio de transporte con el que se movilizan siempre que realizan las liberaciones en colegios, universidades, o en regiones.
“Cuando comenzamos recolectando los libros en la universidad, nunca esperamos que terminara en esto”, admite Carlos.
Hoy, después de años de trabajo, cuentan con un espacio propio. La Biblioteca Libre está instalada hace tres semanas en Santo Domingo #558, piso 2. “Acá también efectuamos liberaciones, pero es menos desgastante. Es un complemento a nuestras actividades”, dice Diego.
Hogar, dulce hogar.
Hasta ahora la Biblioteca Libre ha organizado cerca de 100 liberaciones masivas y ha liberado aproximadamente 105 mil libros.
Para este año pretenden sumar más liberaciones y proyectos. “Para los próximos meses queremos instalar estanterías de la Biblioteca Libre en los puntos de arriendo de bicicletas que hay en Santiago.Estamos esperando la respuesta de la municipalidad”, adelanta el cofundador del proyecto.
Diego: “La verdad, no sabes cuánto irá a durar esto, más allá del esfuerzo. Pero a mí, personalmente, me gustaría que el intercambio de libros sea un rasgo característico en todo Chile. Que en librerías, cafés y por qué no, en restaurantes, exista un logo nuestro, como el del Wi Fi, por ejemplo, y que la gente libere o acceda a libros”.
Carlos: "Uno de nuestros objetivos hoy en día es llegar a la gente que no lee o que nunca ha leído, porque si sólo estamos llegando a quienes ya leen, no estamos cumpliendo con la premisa con la que partimos. Queremos difundir la lectura, y llegar a los lugares más difíciles, pero para eso necesitamos ser más grandes y obtener más recursos".
La meta que tienen para el futuro es que la Biblioteca Libre sea fácilmente reconocida, que deje de ser de “nicho”, para poder llegar a la mayor cantidad de personas y generar esa cultura de intercambiar libros de forma libre y novedosa. Que la comunidad, envuelva en unos años más, a todo el país.