El problema nunca fue si cortarse su propio brazo o no, sino cómo cortárselo. Y cuando lo logró, lo hizo con una sonrisa en la cara. ¿Por qué? ¿De dónde sacó el valor para triturar sus huesos y cortar sus músculos? Tras 6 días atrapado en medio de un cañón en el desierto de Utah (EE.UU.), el joven montañista Aron Ralston vivió la experiencia más impactante de su vida. Eso inspiró la famosa película protagonizada por James Franco, 127 horas.
Hoy piensa en esa roca que atascó su brazo y tiene mucho que agradecerle, la mayor adversidad de su vida se convirtió para él en un regalo que le desordenó sus esquemas y cambió su manera de ver el mundo, de entender los problemas y de reconocer lo que realmente vale la pena en la vida. De eso tiene mucho que decir.
Aron estuvo en Chile, en el encuentro ENANDES organizado por Caja Los Andes, y nos contó las lecciones que aprendió de ese momento hace 13 años. Así es cómo comenzó todo.
¿Qué habrías hecho en su caso? ¿Te hubieras atrevido a cortarte el brazo o hubieras esperado la muerte? Nadie tiene la respuesta, solo sabemos que su coraje fue infinito y gracias a eso cambió toda su perspectiva de vida, lo que hoy no puede dejar de transmitir.
"Todos ustedes saben que soy la persona que se cortó su brazo, la película y todo eso, pero lo que probablemente no saben de mí es que soy el hombre que sonreía cuando se cortó el brazo. Esa es la perspectiva que les vengo a mostrar", señala Aron.
Con apenas un litro de agua, un burrito para comer, pasando fríos extremos en las noches, con el dolor más grande por lejos que había sentido nunca en su vida, Aron sobrevivió durante 6 largos días sin apenas dormir, en las profundidades de un cañón, con su brazo atascado por una roca inamovible, tomándose su pipí y con el debate interno de cómo iba lograr salvarse en medio de un desierto, donde nadie sabía precisamente en qué lugar estaba.
Pensó levantar la roca. Inútil. Con su cortapluma había intentado pulir la roca para liberar su brazo. Inútil. Revisó todas las opciones, pero sabía que cortarse el brazo era lo que debía hacer. Con el cuchillo ya sin filo, intentó hacerlo y nada, no penetraba. Decidió literalmente apuntalar su muñeca y lo logró. Sonrió. Había una opción de salir de su tumba, de liberarse de la muerte, eso era felicidad pura (y no masoquismo). Luego vino una dificultad mayor: los huesos. ¿Cómo partirlos con ese cuchillo? Imposible otra vez. Así fue como se le ocurrió usar su propio obstáculo, la roca: la apretó para triturarse sus propios huesos y luego de unos cortes más se liberó. Aron no sabe como describir esa infinita felicidad que sintió en ese momento. Se había salvado de morir ahí.
"Cuando salí de ese cañón, dejé algo atrás, pero no perdí nada (...) no fue una experiencia terrible, sino más bien la experiencia más bella de toda mi vida", cuenta.
Luego de liberarse, caminó durante horas y con su corazón latiendo a mil, Aron sintió un latido mucho más potente, fuera de sí mismo. Era en realidad un helicóptero, su madre había iniciado la búsqueda y gracias a eso se salvó de morir desangrado. Hoy, el montañista reflexiona cómo nuestras vidas no dependen solamente de lo que nosotros hacemos, sino también de las intersecciones con lo que hacen las personas que nos rodean.
"No fue realmente una decisión, sino una epifanía de que finalmente haría lo que fuera para poder volver con mi madre, para ver algún día a ese niño (del cual tuve una visión mientras estaba ahí) y que es mi hijo hoy. Yo me habría cortado la otra mano para poder volver a mis hijos. La motivación vino de las relaciones en mi vida, eso fue lo que llegué a entender que era lo más importante. Hubiera hecho cualquier cosa por eso. Así que no fue tanto una decisión finalmente, fue averiguar cómo resolver el problema. No fue que yo quisiera cortar mi brazo o no, sino cómo lo podía hacer. Eso fue realmente lo que me tomó tanto tiempo", nos respondió Aron.
Todos pasamos por experiencias en la vida que se sienten como rocas, señala Aron. Lo dice no solo quien se cortó su propio brazo, sino quién ha enfrentado nuevas adversidades, como la depresión, la muerte de seres queridos, su divorcio y el suicido de amigos. ¿Qué hace uno ante la adversidad? Se angustia, se molesta, llora y hasta huye. Nadie quiere enfrentar dificultades, tampoco las crisis. Las dificultades pasan, pero ¿qué vamos a hacer con ellas?
"Ante estas rocas, en estas experiencias que vivimos, tomamos decisiones cuando vienen los problemas. Ser una víctima o el ganador, elegimos si tomarlo como una tragedia o como un triunfo", explica.
Cuando hay crisis, rocas, el pánico no ayuda en nada, no es eso lo que te va a liberar. Y reaccionamos así porque no queremos cambiar, no queremos hacer algo nuevo, algo a lo que no estamos acostumbrados o que puede significar un sacrificio. Lo primero que sintió Aron era que debía sacar su brazo de ahí, tiró y tiró, pero sabía que no era una posibilidad real.
Ante un problema "hay que hacer lo que hay que hacer", dice el montañista. Por eso, a pesar del insoportable dolor en su mano y la desesperación, se calmó. Pensó en todas las opciones posibles y algunas las intentó, pero a fin de cuentas sabía lo que tenía que hacer. Cortarse el brazo. Esa era la manera de salir y había que asumirlo, al igual como debemos asumir las acciones a tomar para superar una crisis. Ese es el primer paso.
Lo que sigue después es buscar los medios para lograrlo, busca la propia cortapluma (incluso si no tiene ni siquiera filo) y lanzarse a intervenir. ¿Qué hubiera pasado si Aron se quedaba aterrorizado sin asumir lo que debía hacer?
"Esa roca me dio el regalo de ver realmente qué era lo importante en mi vida", fue ahí cuando Aron grabó un video saludando a sus padres.
"Está la tentación de querer que las rocas no estén ahí. Mi perspectiva es que abran los brazos para apropiarse de las rocas en su vida, porque estas rocas nos dan regalos, el regalo de la adversidad, el valor de los desafíos. Las rocas nos muestran lo que es importante para nosotros, lo que es posible para nosotros e incluso lo que es extraordinario dentro de nosotros".
En ese momento Aron tuvo la visión de que abrazaba a un niño en sus brazos que era su hijo, lo que también lo aferró a su idea de que debía salir de ahí fuera como fuera. Hoy su propio hijo tiene las mismas características de las que vio en esa visión, cuenta.
Cuando esa roca le dio el regalo de entender verdaderamente lo que era importante en su vida, sus relaciones, el valor de la familia, fue cuando surgió la fuente de toda la motivación que probablemente se necesita en la vida para resistir. "Piensen si estuvieran ahí, a quién le hablarían y que le dirían, así entenderán que en un momento así de crucial (…) se alza lo más importante en la vida", cuenta Aron.
Además de eso, hoy piensa que en la vida nos angustiamos por tantas cosas absurdas e inútiles. Un plato de comida que no estuvo rico, pero él tomó su propio pipí, apenas comió… de verdad hay cosas más importantes. Las cosas que nos quejamos, ¿qué tan malas son?
La perseverancia se trata de tener disciplina, ir avanzando poco a poco, un paso a la vez. Esto lo relaciona Aron con el momento después de cortarse el brazo, cuando caminó durante 5 horas en medio del desierto, sin apenas energía, con 18 kilos menos, sin agua y sin saber si lograría salvarse. Lo único que pensaba era que debía seguir caminando hasta más no poder.
Se obligó, al igual como lo hizo para cortarse el brazo, sabiendo que sentiría un dolor inimaginable. Era eso o nada. Sin disciplina, sin perseverancia difícilmente se pueden superar los obstáculos, especialmente los más grandes, destaca.
Aron sigue practicando los deportes extremos. ¿Acaso no entendió nada con su experiencia? Cambió su manera de ver el mundo, pero el valor de practicar deporte y vivir esas experiencias tal vez se hizo más patente, aunque aprendió la lección de dar aviso a sus cercanos de dónde va a estar. Hacer deportes extremos al aire libre significa para él tener experiencias que le permitan entender de qué somos capaces, de sentir el alivio de lograr algo que se pensaba imposible.
"Pasar por esas transformaciones en la mente, esa es la experiencia que disfruto. La aventura cambia mi perspectiva (…) Estar ahí con mis amigos también, tener esa experiencia con otra persona es un vínculo que dura por toda la vida"
Hoy Aron valora más que nunca las relaciones y las pasiones de la vida, lo afortunado que podemos ser y sobre todo la riqueza que podemos aportar en la vida de otros: "Tal vez a través de un voluntariado, de ayudar a proteger el medioambiente, hacer algo para ayudar a los menos afortunados, los sectores marginados de la sociedad. Tiene que ver con ese tipo de responsabilidades que hacen el mundo un lugar mejor y es por eso que estamos aquí".