Lleva tiempo circulando la promesa de poder borrar recuerdos mediante electroshock, a través de la supresión de ciertas proteínas o la inyección de otras sustancias. Uno de los principales usos que tendría esta posibilidad sería ayudar a las personas que padecen traumas.
¿Debemos llenarnos de expectativas? El psiquiatra Rodrigo Figueroa, director de la Unidad de Trauma, Estrés y Desastres (UTED) del Departamento de Psiquiatría de la Pontificia Universidad Católica de Chile, contesta que no y explica que desde finales del siglo XIX, la ciencia, la psicología y la psiquiatría están tratando de encontrar formas eficientes de ayudar a las personas marcadas por un trauma. “El recuerdo traumático como génesis de psicopatología lo descubre Pierre Janet, un poco antes de Freud. Él trabajaba con mujeres con parálisis cuyos cuadros parecían propios de un derrame cerebral. Pero Janet y su equipo se dieron cuenta de que no se trataba de un derrame ni de un tumor. Al entrevistarlas encontraron experiencias traumáticas muy tempranas en su vida, principalmente de naturaleza sexual”, explica el psiquiatra.
Estas experiencias traumáticas se definen como vivencias que dejan recuerdos dolorosos que se repiten una y otra vez en la memoria y en la conducta, afectando la vida diaria de las personas. Por ejemplo, una persona que tuvo un accidente de tránsito grave y que nunca más se atreve a subirse a un auto o una persona que pasó por una experiencia traumática en una hospitalización y no se soporta entrar a un hospital. Rodrigo Figueroa explica que además de ese tipo de limitaciones, el trauma puede ser causa de múltiples cuadros, como fenómenos motores que parecen epilepsia o derrame cerebral, neurosis, psicosis, todo tipo de molestias físicas, sonambulismo, estados disociativos de la personalidad o personalidad múltiple, entre otros.
“No es raro, entonces, que se lleve muchas décadas buscando esta panacea de borrar los recuerdos para así borrar el trauma. Pero, por la manera en que se almacenan los recuerdos, a mí me parece improbable que por esa vía se llegue a ofrecer una verdadera ayuda,”, afirma Figueroa.
El psiquiatra experto en traumas, explica que los recuerdos quedan almacenados en el cerebro con distintos componentes; es decir, que el recuerdo no es solamente la imagen de lo que pasó. Tiene componentes sensoriales donde están almacenados los ruidos, las imágenes, los olores que hubo en el momento de lo ocurrido. Hay un componente cognitivo donde quedan almacenados los pensamientos que fueron activados en ese momento (del estilo “me voy a morir”). Existe también un componente emocional donde quedan almacenadas las emociones, y un componente somático que guarda las sensaciones corporales que fueron activadas al ocurrir el evento traumático.
Rodrigo Figueroa explica que el recuerdo en su estado primitivo se almacena desintegrado. Conforme pasan los días los distintos componentes se empiezan a integrar y la corteza cerebral es capaz de regular el proceso para que el recuerdo no se active de manera dolorosa. Así llega el día en que dejamos de pensar que cada movimiento de la mesa puede ser un nuevo terremoto o que vamos a morir; dejamos de sentir sudoración o el corazón agitado; y somos capaces de mirar la experiencia desde una perspectiva más amplia y constructiva.
Pero eso no les ocurre a todas las personas. A veces el tiempo pasa y la persona continúa volviendo al pasado frente a cualquier gatillante y se siente inundada por la experiencia, por sensaciones corporales que la paralizan y pensamientos negativos. “Lo que muestra la experiencia es que la recuperación es por una integración de recuerdos”, postula Figueroa, y pone el ejemplo de un niño aprendiendo a tocar piano. Al comienzo el niño es torpe, pero a medida que se van activando por bastante tiempo las distintas zonas del cerebro, empieza a integrar las respuestas. En una psicoterapia se hace algo parecido, activando todos los componentes del recuerdo simultáneamente para facilitar la integración. “Cuando se activa dos o más zonas en el cerebro simultáneamente, por suficiente tiempo, el sistema nervioso espontáneamente tiende a generar puentes, y en eso consiste el aprendizaje”, explica el psiquiatra.
Esta activación de los componentes de un recuerdo es posible porque éstos se almacenan igual que el agua en una cubeta. El psiquiatra aclara que evocar el recuerdo equivale a sacar la cubeta del refrigerador y esperar a que el hielo se derrita. Con esto el recuerdo pasa a un estado que permite mover la cubeta y cambiar la forma del recuerdo. “Cada vez que uno recuerda las neuronas entran en ese estado de maleabilidad. Luego, cuando dejas de pensar en ese tema, vuelves a almacenar este recuerdo en un estado nuevo”, dice el psiquiatra.
Eso busca la psicoterapia. Descongelar el recuerdo íntegramente en sus componentes cognitivos, emocionales, sensoriales, con la idea de que esos componentes se integren y puedan guardarse en un contexto seguro. Así el recuerdo se mantiene, pero ya no provoca dolor ni limitaciones a la persona. La opción de borrar los recuerdos, en cambio, podría ser contraproducente si es que no se logran borrar todos los componentes. Por ejemplo, si se borra el componente declarativo, la persona podría mantener la sensación de que se le aprieta el estómago cada vez que va en un auto y sin entender la razón. Si, en cambio, se lograra borrar todos los componentes, se entraría a un terreno incierto no sólo desde el punto de vista ético, sino por lo invasivo de una terapia que arrasa con todo lo que una persona ha vivido.