El solo pensar que Arturo Prat, Violeta Parra o Elías Figueroa pudieran haber tenido —o tener en el caso de don Elías- el deseo de ser sepultados en otro lugar que no sea Chile, sería del todo descabellado. Podría ser, sí. Pero estos tres personajes llevan impresos en sus nombres buena parte de una chilenidad por todos aceptada.
Si ahora nos atreviéramos a pensar que uno de los máximos personajes de la historia de Argentina, como podrían ser Manuel Belgrano, Guillermo Vilas o Eva Perón, hubiesen manifestado un deseo parecido de no descansar eternamente en su patria, obvio que nos sonaría igual de descabellado o por lo menos raro.
Todo esto, y mucho más, lo pensaba al leer un documento, un tanto desconocido para la historiografía chilena, escrito por el máximo héroe de la hermana república que está aquí nomás, al otro lado de la Cordillera de los Andes, Argentina.
Ese galardón de héroe máximo y sinónimo de “argentinidad” se lo lleva por unanimidad el generalísimo José de San Martín y Matorras. Entonces, al leer este manuscrito de su autoría, me dejó sorprendido y pensando más de lo normal: ¿San Martín tuvo alguna vez la idea de ser, en parte, enterrado en Chile?
El héroe argentino nació con el nombre de José Francisco de San Martín y Matorras, el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, un pequeño pueblo fundado por sacerdotes jesuitas a inicios del siglo XVII, donde su padre, el Capital Juan de San Martín, fue encomendado para servir con el cargo de teniente gobernador.
“Retrato del General José de San Martín, libertador de Chile”. Autor, Josephus Gil, 1817. Grabado heliotipo para George B. Reed. Boston. U. S. A., 1882/Museo del Carmen de Maipú |
Al poco tiempo, toda la familia San Martín se mudó a España y fue así como el niño José fue aceptado, a los once años, en el regimiento de Murcia. No pasó mucho tiempo para que el joven cadete tomara las armas y participara en varias campañas militares en España y el norte de África. Su fama con el manejo de la espada y el sable, lo acompañó durante toda su vida militar, llegando a ser condecorado con el grado de Teniente Coronel y medalla de oro a sus cortos 30 años, a causa de su actuación en la batalla de Bailén, hecho que pasó a la historia como la primera derrota en campo abierto del ejército napoleónico.
Su regreso a América se produjo al enterarse de los hechos ocurridos en mayo de 1810 en Buenos Aires. San Martín vio en la revolución de mayo (que condujo a la creación de la Primera Junta de gobierno en Argentina) una posibilidad para poner en marcha el plan de independencia de los países sudamericanos, en el que Chile fue pieza importante.
Años después, posterior al desastre de Rancagua en Chile (que marcó el inicio de la Reconquista española), San Martín y O’Higgins formaron una alianza que tuvo como hecho significativo el famoso cruce de los Andes a principios de 1817 y que derivó en el triunfo de las fuerzas patriotas en Chacabuco y la victoria definitiva en Maipú, el 5 de abril de 1818. Inmediatamente después, San Martin continuó con su plan de independizar el Perú, por lo cual dejó Chile el 20 de agosto de 1820.
No volvería a pisar Chile hasta 1823, tiempo antes de cruzar nuevamente la cordillera hacia Mendoza, Buenos Aires y finalmente abandonar Argentina rumbo a Europa. El General San Martín transitó por varias ciudades europeas antes de establecerse en su famosa casa de Grand Bourg(Francia), lugar donde escribió el documento que ahora citaremos y donde permaneció, aquejado de múltiples enfermedades, hasta su muerte.
Con fecha 9 de junio de 1843, José de San Martín firmó en Francia una carta dirigida a su “más querido amigo y bravo patriota”, el chileno Juan Antonio Bauzá, clérigo franciscano en una primera etapa de su vida y secular desde 1824, capellán militar del Ejército de Los Andes y diputado por Colchagua y Linares, desde 1826 a 1828. San Martín le expresa su gran sorpresa por recibir una carta suya, al dar por ciertas, las noticias de su muerte.
La carta muestra a un San Martín muy pendiente de los sucesos que tienen lugar en las naciones libertadas por él mismo y da cuenta de un lado bastante humano del héroe americano. No ahorra palabras para mostrar sus emociones y afectos hacia personajes de nuestra historia y por las situaciones recientes. Da a conocer su tristeza por la muerte de quien llama su “mejor Amigo el General O’Higgins”, agregando que “es una de aquellas pérdidas que dejan por toda la vida sentimientos muy penosos”.
Dentro de los pormenores que va detallando a su buen amigo Bauzá, dice tener una “grande satisfacción al ver la marcha de prosperidad y orden que sigue Chile”, contrastada con la “situación de anarquía y desorden que devora a los otros estados limítrofes”. Además, manifiesta su gran deseo de llegar a Chile en cuatro años más, junto a toda su familia, para lo que enviará a su “Hijo Político, con el fin de hacer la adquisición de una pequeña [propiedad], y tenerme todo preparado [para su llegada]”.
Aquí cuatro fotos del documento original:
Documento manuscrito José de San Martín, París 1843. Museo del Carmen de Maipú. |
Documento manuscrito José de San Martín, París 1843. Museo del Carmen de Maipú. |
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Hasta aquí, nada que pueda llamarnos excesivamente la atención, salvo la manifestación de su gran amistad con O’Higgins, su preocupación por el devenir de los países cercanos a Chile y su deseo de llegar a nuestro país junto con toda su familia, acompañado de la compra de una propiedad.
Una línea dentro de este conjunto de palabras, que bien podría ser una lista de sueños a futuro que San Martín le confía al clérigo Bauzá, da cuenta de otro de sus proyectos frustrados: “me dirigiré a Chile […] con la firme resolución de dejar en él mis huesos”. Resolución que, como bien sabemos, no pudo ser llevada a término, por el mal estado de su salud en los años seguideros allá en Francia, donde finalmente falleció y fue sepultado. (Años después, su cuerpo fue repatriado y sepultado en la Catedral de Buenos Aires hasta nuestros días).
A su muerte y tras la lectura de su testamento, fechado el 23 de enero de 1844, unos meses después de responder la correspondencia a su amigo y bravo patriota Bauzá, pareciera que su firme resolución no hubiera quedado del todo especificada en sus deseos póstumos. En el testamento señala a su hija, Mercedes de San Martín, como única heredera de sus bienes, el deseo de suministrar una pensión a su hermana Maria Elena con un monto específico en francos, la donación de su famoso sable corvo a Juan Manuel de Rosas, la prohibición de funerales y homenajes y, atención aquí, “desearía que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.
Aunque hacia el final del texto San Martín añadió que “todo otro testamento o disposición anterior al presente queda nulo y sin ningún valor”, antes escribió con mucha precisión de un par de cosas: que su corazón fuese depositado en el [corazón] de Buenos Aires, en su testamento, y su firme resolución de dejar sus huesos en Chile, en la correspondencia citada.
No tenemos cómo saber por qué el General San Martín hace uso de esas palabras tan precisas en uno y otro documento, pero sí nos puede quedar claro que en algún momento tuvo una clara intención de usarlas, al igual que su deseo de pasar sus últimos años de vida en nuestro país, en la propiedad que pretendía comprar.
Esta carta dirigida a Bauzá se encuentra actualmente exhibida en el Museo del Carmen de Maipú. Su lectura y análisis no tienen el deseo de abrir una polémica que busque hacer respetar sus deseos expresados en ese documento, pero sí resaltar y destacar el gran aprecio que tuvo siempre hacia Chile, donde como señala, el clima le era benigno a su salud y se encontraban una buena cantidad de sus mejores amigos.