hijos, mirada apreciativa, crianza
Imagen: César Mejías
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Ver a nuestros hijos en 4K: cómo una mirada positiva condiciona el actuar de los niños

Acostumbrados a ver el vaso medio vacío, solemos destacar los atributos difíciles de nuestros hijos, dejando de lado aquello por lo que destacan. ¡Esto te ayudará a mirar a tus hijos con los mejores lentes!

Por Maria Paz Badilla Budinich | 2018-10-09 | 17:00
Tags | hijos, mirada apreciativa, crianza
“Si tratas a un ser humano como es, seguirá siendo lo que es; pero si lo tratas como puede llegar a ser, se convertirá en lo que está destinado a ser” (Goethe).
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¿Cómo describes a tu hijo/a?

Es una pregunta con la que siempre parto muchos de los talleres o sesiones de trabajo con familias. Para algunos, sus hijos son niños inquietos, simpáticos, divertidos, generosos o amorosos. Para otros, son desobedientes, inmaduros, caprichosos o “llevados a sus ideas”. Sin embargo, para la mayoría los niños y niñas son una suma de todas la anteriores y más. Todas las personas tenemos un lado A y un lado B, somos luces y sombras. También nuestros hijos.

¿Y por qué esta pregunta es tan importante?

Es simple: La idea que nos hacemos de los demás, en este caso de nuestros hijos, impacta en la forma en que nos relacionamos con ellos. ¡Sí! Tal cual… El cómo miramos a nuestros hijos, influye en la calidad de nuestra relación, en nuestra crianza y en la forma particular en que nos acercamos a ellos.

La invitación en este artículo será a hacer este ejercicio, no solo con la mirada sobre nuestros hijos, sino también sobre nosotros mismos y sobre nuestra situación actual. O sea, aventurarnos a tratar de percibir el vaso medio lleno y no caer en vivir nuestra crianza solo viendo el vaso medio vacío.

Una profecía autocumplida

Obviamente criar a un niño que percibimos “difícil”, será más complejo que hacerlo si somos capaces de dar la vuelta de tuerca y empatizar no solo con ese lado complicado, sino también con sus recursos y lo que valoramos de él.

Es interesante hacer el ejercicio de mirar esas ideas que tenemos de nuestros hijos, ya que la mayoría de las veces vienen también moldeadas por lo que nuestros propios padres nos dijeron de nosotros mismos. De alguna forma, culturalmente hemos sido educados en identificar nuestras carencias más que nuestras fortalezas.

Nos han y hemos llenado de adjetivos: porfiado, desobediente, flojo, lento, mamón, matón, perno, manipulador, mañoso, maleducado, pesado, etcétera. Palabras que repetimos muchas veces inconscientemente, y que a veces ni siquiera son nuestras, sino que vienen heredadas desde nuestras propias historias de crianza.

Como decía Humberto Maturana, “el lenguaje crea realidad”, y esto se relaciona con algo que se viene repitiendo hace miles de años, el llamado “efecto Pigmalión”: todo lo que decimos sobre una persona, la forma en que nos referimos a ella, condiciona su forma de ser y estar en el mundo. Una profecía autocumplida que puede no tener las mejores consecuencias.

Es preciso entonces, cuestionarnos: ¿cuánto nos ayudan realmente estos conceptos negativos a generar una percepción positiva de nuestros niños y tener un buen vínculo con ellos?

El desafío de la mirada apreciativa

La valoración de la perspectiva positiva de los demás y de nosotros mismos, se llama “mirada apreciativa”. Es como tener la facultad de poder ir eligiendo con qué lentes queremos mirar nuestra vida y/o a nuestros hijos. Lentes claros o bien lentes oscuros.

Podemos pensar que cuando miramos con lentes oscuros, generalmente vemos niños porfiados, desobedientes, pesados y molestosos. Es decir, vemos malas intenciones en conductas que a veces solo se relacionan con una necesidad que no hemos percibido adecuadamente. Son formas que los niños usan para llamarnos al orden, pedir nuestra atención, nuestra presencia o contarnos algo de sí mismos cuando no tienen otras formas de expresarlo.

Por el contrario, cuando nos ponemos los lentes claros, somos capaces de ver más allá y comprender que ese momento difícil es sólo un soplo, y no tiñe o contamina la idea de quiénes son nuestros hijos. Con los lentes claros, podremos ver por ejemplo a un niño/a inquieto, que quiere hacer otra cosa, está incómodo, que necesita mayor estimulación y cariño, pero que su identidad no se define por ese lado “complicado” de su ser.

Sería muy injusto que a nosotros nos definieran solo a partir de nuestros malos momentos, somos mucho más que eso y cuando los adultos nos “portamos mal”, siempre hay una razón detrás de nuestra conducta. ¿Por qué con los niños resulta diferente?

La mirada apreciativa nos invita a hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuál es el valor de cada uno de mis hijos en mi vida?

Cuando se valora la presencia del otro, es decir, lo miramos con los lentes claros y somos capaces de ver y reconocer sus talentos, entonces empezamos a adquirir una necesidad de nutrirnos de esa presencia. Con los lentes claros, la relación con nuestros hijos no solo nos demanda más energía, tiempo, esfuerzo y dedicación, sino que además agrega “cosas buenas” a nuestras vidas y nos hace sentir mejores personas. Ellos son, sin duda, un reflejo de nuestra propia forma de ser.

Un ejercicio para mirar a nuestros hijos en 4K

Hay un ejercicio que puede ayudarnos a ir practicando. Es sabido que nuestras habilidades para la crianza sólo cambian cuando hacemos algo nuevo y cuanto más las practicamos. Nadie sabía andar en bicicleta cuando tenía un año, tuvo que subirse a la bici, aprender a sostenerse, pedalear y practicar mucho, para lograrlo.

La crianza es muy similar, requiere entrenamiento y conciencia. Demanda de aprendizaje y, por lo mismo, ¡una ayudadita no está nada mal!

Nuestros hijos son seres multidimensionales, por lo tanto, hay que mirar su mundo en 4K y ojalá en Full HD. El coaching parental trabaja en base a descubrir y potenciar aquellos recursos que hay en cada familia que permiten fortalecer la relación con sus niños. Esto se logra identificando lo que funciona, ampliando la conciencia de los buenos momentos familiares y teniendo claridad de que el mejor aprendizaje para ser padres, está en detectar aquellos desafíos que hemos sorteado exitosamente.

Hay para esto cuatro dimensionesque pueden ayudarte a potenciar tu mirada apreciativa de tus hijos y de tu propia familia:

1. Descubrimiento: piensa en aquellos momentos en que las cosas les hayan salido bien, identifica qué te gusta de tu hijo/a, recuerda un lindo momento juntos. Ahora piensa, ¿cómo ha sido ese proceso y qué has hecho tú como papá o mamá para aportar en este buen momento para la crianza de tu hijo?

2. Desear: piensa ya no en el presente, sino en el futuro… Cómo te gustaría que fuera tu relación con tus hijos. ¿Hacia dónde vas? ¿Qué sueñas? ¿Cómo quieres que te recuerden?

3. Diseño: en base a los recursos identificados y a lo que sueñas, prioriza qué aspectos de ti mismo vas a potenciar para mejorar la relación con tu hijo o hija. ¿Qué vas a seguir haciendo y qué es preciso cambiar?

4. Destino: es el momento de poner en práctica. Piensa en cómo vas a hacer lo que has imaginado. Imagina acciones concretas, por ejemplo, voy a jugar un poco más todos los días, voy a tratar de llegar más temprano, voy a dejar de decirle palabras negativas, dejaré de apurarlo tanto en las mañanas para ir al colegio, etc…

Hoy en día, las redes sociales, la información que ronda por todos lados y los diferentes coach de crianza, nos han hecho pensar que criar en positivo es casi una receta mágica. Y muy por el contrario, tiene que ver con volver a conectarnos con nuestras fuentes de valoración personal y con lo que amamos del otro. Esa conexión es básica para tener una buena relación con nuestros hijos.

Gabriela Mistral decía, “esta humanidad necesita humanizarse”, lo que resulta ser tremendamente cierto cuando se trata de criar. No hay receta que valga, sino tener la voluntad de mirar más allá y desde la conciencia, ponerse los lentes claros para valorar lo lindo que tenemos, para hacernos preguntas que nos permitan mirar a nuestros hijos de una forma diferente a cómo nos miraron nuestros padres, para sintonizarnos en una frecuencia común.

Empecemos a poner nuestra energía en aumentar los momentos positivos, en crear más encuentros amorosos, lúdicos y divertidos, ahí es cuando emergen nuestros verdaderos talentos, los que serán nuestras herramientas para enfrentar los desafíos constantes que tiene la crianza.

Vale la pena recordar que, como dijo el poeta y novelista Goethe : “si tratas a un ser humano como es, seguirá siendo lo que es; pero si lo tratas como puede llegar a ser, se convertirá en lo que está destinado a ser”.

¿Tienes puestos los lentes claros para mirar a tus hijos?

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