Fumar en bares, discoteques, restaurantes y malls era “normal” hasta 2013. A muchos les tocó hacer malabares cuando salían a bailar, para evitar a toda costa encontrarse con un fumador despistado que te pudiera quemar con el cigarro. Y para qué hablar del olor a cenicero con el que quedaba el pelo y la ropa al salir de estos lugares. Afortunadamente, esto cambió cuando se promulgaron las modificaciones a la Ley del Tabaco y con ello estos lugares se transformaron en espacios libres de humo.
También hubo una consecuencia poco conocida y que merece aplausos: los ataques cardíacos disminuyeron 7,8% en mayores de 20 años. Este resultado se obtuvo en un estudio realizado por la Universidad de Chile y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que analizó las cifras de los infartos ocurridos dos años antes y dos años después de la implementación de esta nueva ley.
Otra consecuencia que se hizo visible en el mercado, fue la masificación de los cigarros electrónicos o vaporizadores. Algunos de estos se ven iguales a un cigarro común y corriente, mientras que hay otros que son más grandes porque tienen una batería y un tanque para los líquidos que se inhalan cuando se calientan a través de su mecanismo interno.
¿Son efectivos para dejar de fumar? ¿Cuán “sanos” pueden ser? ¿Hay discrepancias en torno a su uso? En El Definido te lo contamos.
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El desconocimiento que existe en la opinión pública sobre los cigarros electrónicos es tal, que muchos creen que por el sólo hecho de tener una inhalación de por medio, hay efectos negativos en la salud. ¿Qué tan cierto es esto?
Una investigación realizada en 2015 por Public Health England (PHE), agencia del Departamento de Salud y Asistencia Social de Reino Unido, arrojó que el cigarro electrónico es un 95% menos dañino que el tradicional. Pero el 44,8% de los encuestados no tenía idea de esto.
En esta línea, esta organización recomienda su uso como una opción para aquellas personas que quieren dejar de fumar, ya que en palabras de su director de mejoramiento de salud, John Newton: “sería trágico que miles de fumadores que podrían dejar de fumar con la ayuda de un cigarrillo electrónico, se estén demorando por los falsos temores sobre su seguridad”.
Diego Montt (29) es un ingeniero comercial chileno (y miembro de nuestro equipo El Definido), y refleja lo que menciona Newton. Si bien fumó durante diez años, lo dejó hace seis meses cuando se cambió a los cigarros electrónicos por recomendación de su hermano, también ex fumador.
Pero, ante experiencias como la de Diego, el respaldo científico está dividido, porque aún así hay investigaciones que dicen que estos dispositivos no son los más sanos. Ejemplo de esto es lo que plantea la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, SEPAR, que sostiene que los cigarros electrónicos pueden generar cambios en los pulmones y reducir la conducción del aire en su interior.
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Los líquidos con nicotina más comunes, la contienen en dosis de 3 mg/ml o 6 mg/ml. Pero ojo: si una persona consume entre 0,5 a 1,0 milígramos por cada kilo de su peso corporal, se expone a una dosis mortal. En simple: si un adulto que pesa 90 kg consume una cucharada de té de nicotina líquida, queda expuesto a una intoxicación. Ahora bien, ¿qué sustancia determina si son malos para la salud o no? La mayoría habla de la nicotina, pero hay líquidos que se usan en los dispositivos electrónicos que pueden contenerla o no, dependiendo del gusto de cada persona. Entonces nadie está obligado a consumir nicotina al exponerse a estos aparatos.
Cuando Diego partió con los cigarros electrónicos, vapeaba con 6 mg/ml de nicotina. Después bajó a 3 mg/ml y ahora usa líquidos libres de nicotina, sin extrañar esta sustancia. En su caso particular, fue útil.
Eso sí, hay que tener en cuenta que la nicotina es una sustancia que causa adicción y que su consumo aumenta la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Además, cuando se elimina del cuerpo, causa diferentes efectos como el aumento del apetito, ansiedad, dolores de cabeza, problemas de concentración y para conciliar el sueño, entre otros, según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA, por su sigla en inglés). Es decir, es una sustancia riesgosa tanto en cigarros comunes como en estos nuevos aparatos y hay que tener ojo.
El cuestionamiento a esta sustancia no es nuevo, sobre todo en el mundo científico. De hecho, fue esta comunidad la que le manifestó a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la necesidad de estudiar más sobre estos dispositivos electrónicos de administración de nicotina.
Aunque los resultados se anunciarán en la próxima conferencia de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco, que aún no tiene fecha confirmada, hay algo que está claro: los vaporizadores no tienen los 7.000 componentes tóxicos de los cigarros, siendo 70 de ellos cancerígenos, de acuerdo con la agencia Public Health England (PHE).
En la vereda del frente aparecen otros resultados en los que hay que poner atención. La agencia estadounidense dedicada a la protección de la salud pública, Food and Drug Administration (FDA), también ha realizado investigaciones sobre los efectos de los vaporizadores en la salud, enfocándose principalmente en su efecto adictivo. Además, y como dato curioso, recomiendan a los fabricantes que utilicen diseños diferentes a otros productos, como dulces. ¿Por qué?
Los niños tienden a confundirlos. Entre enero de 2012 y abril de 2017, la FDA recibió 8.269 llamadas telefónicas relacionadas al consumo accidental de nicotina líquida en menores de seis años, lo que puso la alarma respecto a los riesgos de crear diseños confusos, sobre todo para los más pequeños.
Otra sustancia común en los cigarros electrónicos es la acroleína, la que es capaz de producir irritación en los ojos, la nariz y la garganta, según explica la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR). También respecto a ella hay que ser precavidos.
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Tomando en cuenta que no hay consenso en los estudios, hay ciudades que han aplicado las mismas restricciones para los cigarros electrónicos que para el tabaco.
Nueva York es una de ellas, desde que incluyó estos dispositivos en la Ley de Aire Libre de Humo, la que rige en bares, oficinas, parques, playas y restaurantes. La decisión busca que todos respiren el aire más puro que sea posible y que quienes fumen o vapeen, no afecten a quienes no lo hacen. Con esta medida, Nueva York se transformó en el estado Nº 11 del país en prohibirlos.
Turquía fue más radical y en 2017 prohibió a nivel nacional la fabricación de los cigarros electrónicos y su uso en los espacios públicos, tras los cuestionamientos de la OMS. Antes, en 2016, ya había atacado el consumo de cigarros en los espacios públicos, tales como hospitales, malls y parques. Incluso, en las universidades está prohibida la venta de tabaco, aún cuando gran parte de los estudiantes tiene 18 años o más, la mayoría de edad en ese país.
En cambio, Singapur solo prohibió la venta de productos derivados del tabaco y cigarros electrónicos, a menores de edad a partir del 1 de enero de 2019. Desde ese día, solo quienes tengan 19 años o más podrán comprar, lo que se incrementará cada año en un año de edad de los usuarios hasta 2021. En la práctica, esto significa que desde 2021 en adelante, solo podrán comprar quienes tengan 21 años o más.
En algunas ciudades del Reino Unido su venta está regulada y autorizada también solo en el caso de mayores de edad.
En contraste, como nuestro país no tiene un marco vigente para los cigarros electrónicos, éstos ni siquiera se mencionan en las modificaciones a la Ley del Tabaco realizadas en 2010. Lo que sí existe es una regulación a cargo del Instituto de Salud Pública en la que aún no se ha registrado ni un dispositivo que tenga nicotina, a pesar que su venta se realiza igual. En tanto, los que no tienen está sustancia, aún están en evaluación.
Partiendo de la base que nadie nace fumando ni vapeando y hacerlo es dañino (en menor o mayor medida de acuerdo a las sustancias que estén involucradas), se entiende que exista escepticismo frente a los cigarros electrónicos y desinformación.
Sin embargo, no se puede negar que son una alternativa para quienes buscan dejar el cigarro o fumar menos, pues contienen menos componentes tóxicos que el cigarro. Y aunque aún no existe un consenso sobre sus efectos, lo bueno es que las investigaciones sobre estos dispositivos continúan.
Por mientras, hay que apelar a lo que busca cada uno según su situación actual. Si se fuma, no parece ser una idea tan loca partir con un cigarro electrónico para dejar el vicio. Si no, para qué comenzar a inhalar componentes químicos. ¿No creen?