El concepto “en vías de desarrollo” deja una sensación inevitable de que estamos a medio camino de algo importante, especialmente en temas económicos. Sin embargo, diferentes organismos internacionales que usan categorías como ésta, plantean que involucra mucho más que sólo la economía.
Ópera de Oslo. Foto: Mariano Mantel, disponible en Flickr.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es uno de los organismos internacionales pioneros en la clasificación de los países según su desarrollo, tanto económico como social. De hecho, en 1990 publicó por primera vez el Índice de Desarrollo Humano (IDH), impulsado por el economista pakistaní Mahbub ul Haq con aportes del economista indio Amartya Kumar Sen, reconocido en el ‘98 con el Premio Nobel de Economía.
Esta herramienta comprende, en términos económicos, el Producto Interno Bruto, sumado a indicadores de educación y salud, específicamente el promedio de años de escolaridad, los años previstos de formación y la esperanza de vida. Con estos datos, las cifras de cada país se obtienen contrastando con los valores máximos y mínimos para cada indicador, por lo que se evalúa a un país como desarrollado cuando consigue que los logros económicos se traduzcan en beneficios y oportunidades para la población.
Como este informe se publica cada dos años, el último es de 2016, y en esa oportunidad Chile estuvo en el lugar Nº 38 entre 188 países estudiados. Asimismo, se ubicó en el segmento “Desarrollo Humano Más Alto”, el primero de cuatro en total. El segundo país de la región con la mejor ubicación fue Argentina, en el puesto Nº 45. En tanto, la primera posición fue para Noruega, seguido por Australia, Suiza, Alemania y Dinamarca. Incluso, entre los 10 primeros lugares, predominan los países europeos y norteamericanos, con la excepción de Singapur, el único de Asia.
Otro de los organismos globales que mide el desarrollo a partir de la productividad económica y su impacto en la calidad de vida, es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En este ranking, nuestro país ingresó en 2010 al denominado “club de los países desarrollados” producto de los avances económicos conseguidos desde 1990 y se convirtió en el primer país sudamericano en ser miembro oficial.
Otro ranking que muestra los datos de 35 países, es el Índice de Mejor Vida, publicado en 2015. En ese entonces, la OCDE midió una serie de indicadores como el ingreso económico de los hogares, la relación entre educación y posibilidades de encontrar trabajo, contaminación atmosférica, participación electoral, etc. Si bien la gran mayoría de los resultados de Chile fueron bajos en comparación con el promedio de los demás países, sorprende que nos mantengamos de manera oficial entre esos 35.
Por último, la clasificación de los países que realiza el Banco Mundial de acuerdo con los ingresos del PIB pér capita, es un buen referente para saber cómo estamos y si vamos bien encaminados o no. La segmentación que realiza cuenta con cuatro categorías que se actualizan en julio de cada año dependiendo de la inflación, los tipos de cambios y la demografía, entre otras variables. De acuerdo al cambio realizado en 2017, se obtuvieron los siguientes cuatro rangos: ingreso bajo (menos de CLP $630.000), ingreso mediano bajo (entre CLP $633.000 y CLP $2.400.000), ingreso mediano alto (entre CLP $2.400.000 y CLP $7.700.000), e ingreso alto (más de CLP $7.700.000).
De acuerdo con esta escala, nuestro país está en el grupo de ingreso alto junto con otras 77 naciones, entre las que se encuentran Australia, China, Francia, Finlandia, Estados Unidos y Reino Unido (ojo, que no es que todos ganemos más de 7 “palitroques” –dioh lo quisiera- sino sencillamente que es lo que corresponde al dividir el PIB en la cantidad total de habitantes y… voilà).
Centro de Santiago, Chile. Foto: Armando Lobos, disponible en Flickr.
Antes que te sigas sorprendiendo con la mayoría de los resultados que hasta aquí has visto sobre Chile, cabe recordar que todas las mediciones no dicen que nuestro país está en un nivel óptimo y con la pega lista, sino que, por el contrario, reconocen lo bueno sin desconocer qué falta por hacer.
En este sentido, las recomendaciones tienen un punto en común: la desigualdad. Acerca de este ámbito, el PNUD junto con elaborar el Índice de Desarrollo Humano (IDH), en el que Chile está Nº 38, realiza el Índice de Desarrollo Humano ajustado por la desigualdad. Acá nuestros indicadores sufren una baja rotunda que representa 12 puestos, uno de los mayores descensos entre los países con un IDH alto y sólo antecedido por Corea del Sur que cae 18 lugares.
Por su parte, la OCDE presentó en febrero pasado el “Estudio Económico para Chile 2018”, un informe en el que plantea que la desigualdad es uno de los cuatro principales desafíos de nuestro país. Como referencia, la diferencia de ingresos entre los sectores acomodados respecto a los vulnerables, está un 65% por sobre la media.
Los otros tres retos para nuestro país son la necesidad de empujar la productividad, porque sólo representa la mitad del promedio de los países miembros; elevar las competencias de la población, como de lectura y escritura, por ejemplo; y diversificar las exportaciones, ya que el 97% de nuestra economía depende de las materias primas.
Cruce en la Alameda, Santiago. Foto: Mauro Mora, disponible en Unsplash.
Si bien el panorama económico y social de nuestro país parece ser mejor evaluado respecto a cómo lo percibimos, hay avances que vale la pena mencionar, porque se encaminan a corregir los puntos débiles detectados por los organismos internacionales.
Uno de ellos es la “Agenda de Productividad, Innovación y Crecimiento 2014-2018”, diseñada e implementada por el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo. Esta es una hoja de ruta en la que se busca aumentar la productividad, diversificar y sofisticar la economía, y fortalecer la institucionalidad.
Para ello, se identificaron siete sectores productivos que, mediante el desarrollo de nuevos programas, son capaces de diversificar y sofisticar la economía. Estos son: acuicultura, alimentos saludables, construcción sustentable, energía solar, industrias inteligentes, minería y turismo.
También comprendieron la creación de iniciativas para aumentar la productividad de las empresas de menor tamaño. En este sentido, destacan el Programa Almacenes de Chile y Barrios Comerciales, los que les dieron a los comerciantes la posibilidad de acceder a cursos gratuitos para mejorar sus capacidades empresariales.
Otros esfuerzos tienen relación con los anuncios realizados por el Presidente Sebastián Piñera en la Cuenta Pública, realizada el pasado 1 de junio. Entre los informes para economía, el foco estuvo en la reactivación económica a través del desarrollo de la Agenda de Reimpulso Productivo, la creación de la Oficina de Competitividad, Inversión y Productividad, y una modernización al sistema tributario.
En salud, destacan la reforma al sistema de isapres, la modernización de FONASA, y la implementación del AUGE Mayor. Por último, en educación, están el reemplazo del CAE por un Sistema Único de Créditos Solidarios con una tasa de 2% anual y el acceso gratuito a la educación temprana.
Si bien esfuerzos de este tipo no serán de un día para otro, es significativo que los déficits detectados por los organismos mencionados y que son latentes para los ciudadanos, estén siendo abordados. De esta manera, nuestro país puede manifestar su compromiso con los estándares fijados por las instituciones a las que pertenece y marca una pauta de acción para los vecinos de la región. No obstante, hay que tener en cuenta que la materialización de estos cambios no asegura que todos los habitantes resulten beneficiados (lo que sería ideal, por supuesto), pero sí partir por permitir que ciertos segmentos que hasta ahora están postergados, tengan la posibilidad de tener una mejor calidad de vida, ya sea en términos económicos, educacionales o sociales.