“¡Qué asco ese olor!”, “¡guácatela!”, “¡te prometo que vómito si veo eso!”, todas estas son expresiones de desagrado que probablemente has dicho alguna vez en tu vida al enfrentarte a algo que huele mal o que no tiene buen aspecto. A esa emoción (poco valorada) que todos hemos experimentado en la vida, la llamamos: asco. Obviamente hay personas que son más asquientas que otras, pero sería difícil encontrar a alguien que no le tenga asco a nada.

Muchas veces no podemos evitar sentirlo, reaccionamos arrugando la cara, cerrando los ojos o tapándonos la nariz. Pero eso no es malo, todo lo contrario (mientras no seas exageradamente asquiento), porque el asco nos protege y nos ayuda a mantenernos sanos. ¿Bueno para la salud? ¿En El Definido se volvieron locos? Lee y sabrás que estamos cuerdos:

El asco es bueno para la salud

¡Así es! Se trata de una herramienta de protección con la que contamos todos los seres humanos (los animales también), así lo explica la Dra. Val Curtis, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM), quien dice que el “comportamiento de evitación” es esencial para prevenir la propagación de las principales enfermedades infecciosas que representan una amenaza a humanos. Por ejemplo, en algunos países de África e India, se ha aprovechado el asco para promover el lavado de manos, y así evitar el contacto con suciedad y gérmenes.

En definitiva, al igual que el miedo, que nos protege de estímulos peligrosos, el asco logra que dejemos de hacer cosas que nos ponen en riesgo de infecciones y, por lo tanto, nos permite tener una mejor salud.

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Por ejemplo, el asco que te provoca ver esa fruta con hongos que olvidaste comer a tiempo, previene que te la comas y así evitas enfermarte de la guata. Así que gracias a esto, esa fruta terminará en la basura o (en el caso de nuestros lectores más conscientes con el medio ambiente) se transformará en compost ;).

"Está en nuestra vida cotidiana. Determina nuestros comportamientos de higiene. Determina qué tan cerca estamos de las personas. Determina a quién vamos a besar, con quién vamos a aparearnos, con quién vamos a sentarnos. Determina a las personas a las que rehuimos, y eso es algo que hacemos mucho ", asegura Curtis.

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Podríamos decir que es como un escudo que fue evolucionando con el tiempo, para ayudar a nuestros antepasados a evitar infecciones. Por ejemplo, históricamente comer alimentos podridos, podría haber llevado a la propagación de enfermedades como el cólera; el contacto con personas que se asean poco, podría haber transmitido la lepra incontroladamente; las prácticas sexuales promiscuas ejercidas por parte importante de la sociedad, podrían haber puesto a las personas en riesgo de contraer sífilis; y el contacto con heridas abiertas, podría haber conducido a una peste o infección desatada.

Las seis categorías del asco

Un grupo de investigadores de LSHTM, identificó recientemente seis categorías comunes que desencadenan asco o disgusto. Para llegar a esto, encuestaron a más de 2.500 personas y les presentaron 74 escenarios potencialmente "desagradables" a los que se podían enfrentar, como una infección, lesiones cutáneas llenas de pus, objetos repletos de insectos, escuchar estornudos y ver a alguien haciendo caca al aire libre. Se les pidió que calificaran la repugnancia que les provocaba cada escenario en una escala que iba desde el "no disgusto" hasta el "asco extremo". ¿Qué ocurrió?

Las heridas infectadas y con pus, fueron las ganadoras, pues contaron con más calificaciones de asco extremo. Luego, le sigue el mal olor corporal.

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Estas son las seis categorías de asco que identificaron y que se relacionan con amenazas de enfermedades infecciosas:

● Higiene: mal olor corporal, ver pañuelos desechables usados encima de una mesa, que alguien estornude en tu cara, un inodoro sucio, ver a alguien sacándose un moco o caminar por un callejón que huele a pipí.

● Animales: pollo crudo, babosas, gusanos, cucarachas, insectos en abundancia.

● Sexo: comportamiento sexual arriesgado como prostitución y promiscuidad.

● Aspecto atípico del cuerpo: forma irregular del cuerpo, enfermedades.

● Lesiones: que un amigo te muestre una herida o infecciones en la piel.

● Comida podrida: alimentos descompuestos o deteriorados.

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Según los datos obtenidos en el estudio, las mujeres resultaron ser más asquientas que los hombres, ellas calificaron cada categoría como más repugnante que los hombres. Y esto se explicaría por el hecho de que los hombres (en promedio), disfrutan más las conductas riesgosas que las mujeres. El comportamiento sexual arriesgado y los animales portadores de enfermedades, fue lo más repugnante para el género femenino.

Los investigadores dicen que estos hallazgos podrían ser útiles para desarrollar instrumentos que midan el asco y para investigar cómo este puede variar entre distintas culturas.

Ahora que entiendes por qué reaccionas así cuando algo te causa repugnancia, puedes empezar a ponerle más ojo a las situaciones que te provocan asco y relacionarlas con la enfermedad o infección de la que te estás “protegiendo”. Por ejemplo, cuando decides no entrar a un baño público que está sucio, no comer ese alimento que tiene hongos o evitar acercarse a alguien que esté muy resfriado.

¿Qué es lo que te da más asco en la vida?