Cuántas veces nos han dicho frases como: “¡Siéntate derecho, o te dolerá la espalda!”, “No te encorves al caminar, terminarás jorobado y con dolor de espalda” o “No levantes cosas pesadas con la espalda doblada, o terminarás con un lumbago”.
La verdad es que desde pequeños nos han enseñado que, para evitar el dolor de espalda, debemos tener una postura perfecta, casi militar, con los hombros hacia atrás, la mirada al frente y el pecho hacia afuera. Y, al estar sentados, no debemos “echarnos en la silla”, tenemos que mantener nuestra espalda bien apoyada en el respaldo y con “la guatita apretada”, ya que así prevendremos los temidos dolores de espalda. Pero, ¿es tan así?
Hoy en El Definido desmitificaremos el rol de la postura como causa de los dolores de espalda. ¡Vamos viendo!
Por supuesto, aquí va la explicación: primero debemos entender algo súper importante, el dolor de espalda es multifactorial, es decir, puede estar influenciado por múltiples factores. Según un estudio reciente que analizó las causas que pueden contribuir a desarrollarlo, existen cuatro categorías:
Factores personales: aquí entran nuestras características físicas individuales, como peso, edad y altura. Por ejemplo, los dolores lumbares afectan principalmente a las personas en edad laboral productiva, es decir, quienes tienen entre 18 y 44 años. No es que las personas mayores no puedan tener este dolor, pero se presenta más en estos rangos. También la historia de un episodio anterior de dolor lumbar, es un factor de riesgo.
Factores de salud general: dormir mal, por ejemplo,es un factor crucial en relación con el dolor lumbar. De hecho, se ha visto que si disminuye nuestra cantidad de sueño, o la calidad de este se ve alterada, podría conducir a la presencia de dolor musculoesqueletico crónico en general (no solo de espalda) y a una sensibilidad extra frente a estímulos potencialmente dañinos. Otras causas relacionadas con esta categoría, son ser fumador y la obesidad.
Factores de estrés físico: se trata de los factores asociados a nuestras actividades en la vida diaria, por ejemplo, el tiempo que pasamos manejando; hacerlo durante más de dos horas diarias, podría llevar a la aparición de dolor lumbar. También el hecho de estar caminando o de pie, durante más de dos horas continuas.
Factores de estrés psicológico: aquí se trata de nuestra salud mental, estado de ánimo y satisfacción laboral. La depresión, por ejemplo, se ha estudiado que es una causa que predispone al dolor lumbar y dolor crónico, como también la angustia mental.
Debemos tener claro que se trata simplemente de factores, por lo tanto, no significa que estemos condenados a sufrir un dolor de espalda si en nuestra vida contamos con alguno de ellos. Pero sí es importante considerarlos a la hora de ver por qué motivos puede haber comenzado el dolor y analizar cómo se podría manejar.
Lo que extraña, es que, si analizamos todas estas posibles causas, ninguna corresponde a la postura… ¿Por qué sucede esto?
De manera impactante, otro estudio determinó que no existe asociación entre las curvas de la espalda y el dolor, es decir, no importa cuán derechos o encorvados seamos, ¡porque no influye en nuestro dolor de espalda! O sea, la postura no es la mala de la película…
Si buscamos en internet, existen miles de artículos que nos hablan de “cómo tener una postura perfecta” o “los beneficios de una postura correcta” y un sinfín de otros, pero, ¿qué diablos es una postura correcta?
La definición de postura corporal nos dice: “es la relación de las posiciones de todas las articulaciones del cuerpo y su correlación entre la situación de las extremidades con respecto al tronco y viceversa. O sea, es la posición del cuerpo con respecto al espacio que le rodea y cómo se relaciona el sujeto con ella”.
¡Y la postura puede ser cualquiera! No necesariamente esa imagen ideal que muchos tenemos en la cabeza: espalda recta, hombros retraídos y abdominales apretados. Esta visión se ha transmitido por conocimiento popular, pero no tiene mucho sustento en la ciencia que estudia el dolor, pues -como vimos recién- salvo en contadas ocasiones éste se relaciona directamente con factores mecánicos, porque el cuerpo no funciona como un auto.
Cuando nacemos, somos tan flexibles y móviles que podemos adaptarnos a cualquier postura, ¡es cosa de ver a una guagua chupándose el dedo del pie! Pero a medida que vamos creciendo, diferentes causas van moldeando cómo será nuestra postura, y muchas veces no son los factores que creemos:
La genética: el cómo son nuestros huesos o columna, es determinante. No es para todos igual y, de hecho, nuestro lado derecho no es igual al izquierdo, somos asimétricos por naturaleza. Entonces, ¿cómo esperamos tener posturas simétricas y perfectas?
La adolescencia: durante los conocidos “estirones”, nuestro cuerpo crece de forma asimétrica, y ciertas estructuras lo hacen más rápido (huesos) que otras (músculos y tendones). Por eso tenemos una tendencia a estar más agachados, asociada a la “edad del pavo” (“¡estírate cabro leso, no camines así!”). Y, aunque esto es parte de nuestro desarrollo, puede ser mitigado, como veremos en el siguiente punto.
Actividad física: si realizas actividad física o practicas algún deporte, tu cuerpo se adaptará y, por lo tanto, será más resistente y al mismo tiempo, tendrá más opciones de movimiento. Tu cuerpo cambiará para adaptarte a tu actividad, ¡por lo que tu postura también lo hará!
Estado Emocional: nuestra forma de ser y nuestro estado de ánimo, determinan en parte las posturas que adoptamos, es lo que se conoce como lenguaje corporal. Si estamos tristes o apenados, usualmente nos vemos más encorvados, de hombros recogidos y mirando el suelo. En cambio, una persona de mejor ánimo o que esté alegre, suele mirar más hacia el frente y caminar más erguido (no es mala idea intentar hacerlo cuando te sientas afligido, quizás podrá ayudarte…).
No, existen posturas mejores o peores para una determinada tarea, pero no existe una única postura ideal para todo, ya que nuestros cuerpos, nuestras historias de vida y las labores que desarrollamos, no son iguales. El gran error que se comete, es intentar adoptar esta postura que creemos que es la ideal, sin considerar circunstancias.
Ojo, que si ya existe dolor, ciertas posturas sí pueden causar problemas, pero eso no significa que debamos evitarlas de forma permanente, ya que el ir exponiendo a nuestro cuerpo de forma gradual y progresiva a diferentes movimientos y posturas, puede incluso a ayudar a que el dolor lumbar disminuya con el paso de los días.
Como todo, en nuestra salud rara vez hay absolutos, y la postura sí que tiene un rol, pero en algunas actividades determinadas. En general, los puntos más importantes de los que debemos preocuparnos en el día a día son:
Cambios de posición: existe una frase entre ciertos profesionales de la salud que dice: “tu mejor postura es tu próxima postura”. Esta sencilla idea resume uno de los puntos importantes a cuidar: en el día a día, no importa cuál sea nuestra postura, lo mejor ir cambiando de posición. Esto puede ayudarnos a evitar que aparezca el dolor y no poner todo el esfuerzo, por periodos prolongados, en ciertos lugares. Por eso, un poco más encorvado o un poco más erguido, da lo mismo; ambas pueden ser buenas posiciones si vamos cambiando.
Movimiento: el realizar movimientos, pausas activas, ejercicio y elongaciones (todas o alguna de las anteriores), ayudará a que nuestros cuerpos sean más robustos, nos permitirá cambiar de posición y entregar variabilidad a la postura durante el día. Hacer pausas para estirarse o moverse del escritorio, o realizar ejercicio diferente a nuestro trabajo diario, nos puede ayudar a que “mejore la postura”, pero más importante aún, a que nuestro cuerpo tolere determinadas posturas de mejor manera, además de ayudarnos estar más sanos.
La postura importa para trabajos de alta carga: la postura sí importa cuando tenemos trabajos de alta carga, es decir, cuando a nuestro cuerpo le sumamos un peso importante. Durante las tareas diarias, el trabajo que le exigimos a nuestras articulaciones y músculos no es una gran carga, el cuerpo se adapta a estas exigencias, pero cuando hablamos de levantamientos pesados, el mantener una buena alineación, sí cobra una mayor importancia.
Espero con esto quitarles algunos miedos con respecto a la postura e instarlos a cambiar más de posición en el día, de esta manera, podremos cuidarnos y manejar de mejor forma el dolor de espalda.