Por primera vez una porción de tejido con neuronas humanas se conecta con el cerebro de otra especie. Un hito que podría aumentar nuestra comprensión del órgano más complejo que conocemos.
Un nuevo reto seduce a la insaciable curiosidad humana: reparar nuestro propio cerebro. Hace cinco años se crearon los primeros organoides cerebrales: pequeños trozos de tejido que con el debido cuidado crecen en un laboratorio… Puede sonar algo perturbador, pero su propósito es hacer avanzar la medicina y nuestro conocimiento.
Es que llevamos en nuestra cabeza uno de los órganos más complejos del planeta, que aún intentamos descifrar; que no solo define gran parte de lo que somos, sino que también de lo que seremos y del impacto que nuestra especie tendrá en el universo. Vivir en un periodo de la historia donde por primera vez podremos deliberadamente alterar el curso de la evolución y reescribir lo que significará para las futuras generaciones “ser humano”, me produce una mezcla de esperanza y escalofríos.
Recientemente se publicaron en la revista Nature los resultados de un nuevo experimento llevado a cabo en el Instituto Salk, de California, EEUU. En lugar de hacer crecer pequeños trozos de cerebro en un lugar inerte como ya fue hecho el 2013, los insertaron en el cerebro de un ratón. Cual película de ciencia ficción, el pseudo cerebro humano del tamaño de una lenteja, logró conectarse: axones de neuronas humanas se conectaron a ambos hemisferios, formando fuertes conexiones sinápticas con las neuronas del ratón. Por primera vez las neuronas de dos especies diferentes se sincronizaron.
Contrario a lo que uno podría imaginar, preliminarmente, parece ser que el ratón no se volvió “más inteligente”, ni mostró un comportamiento diferente, pero su cráneo tenía algo más que neuronas de roedor… Aún quedan experimentos por realizar a fin de conocer los efectos de esta intervención en las habilidades de estos pequeños mamíferos, conocer las consecuencias de estos implantes es la siguiente área a investigar.
Los organoides son creados a partir de células madre que se preparan para convertirse en células cerebrales. Fuera de un cuerpo vivo que los nutra, no logran crecer durante más de 5 semanas y se comienzan a deteriorar, pues al aumentar su tamaño el oxígeno y los nutrientes no logran llegar a las células más internas.
El injertar el organoide cerebral en un ratón, evita la muerte de este diminuto proyecto de cerebro: el cuerpo del ratón le suple con la sangre y todos los nutrientes necesarios para sobrevivir. Gracias al desafortunado “huésped” (snif), por primera vez los científicos pueden estudiar el desarrollo de los organoides por varios meses, llegando a durar hasta 233 días y ofreciendo una perspectiva del cerebro nunca antes explorada; por primera vez se logra tal hazaña y surgen interminables preguntas acerca del impacto que tendrá este avance.
Acorde al neurocientífico Michal Stachowiak de la Universidad Estatal de Nueva York, quien trabaja con organoides cerebrales para estudiar la esquizofrenia: “es un avance técnico importante… un importante paso inicial hacia usar organoides en medicina regenerativa”. El objetivo de crear organoides cerebrales es comprender cómo se desarrolla y funciona nuestro cerebro, a fin de que algún día seamos capaces de realizar reparaciones en lugares específicos del órgano más complejo del planeta y atacar enfermedades que al día de hoy no logramos curar.
El que estemos agregando pequeños trozos de cerebro humano en otras especies y logrando que en un mismo cráneo convivan neuronas de orígenes tan diferentes, abre nuevas interrogantes. Desde la perspectiva bioética surgen preguntas acerca de las consecuencias de este tipo de experimentos. No sabemos si en algún momento surgirá una criatura “humanizada” o cómo podría afectar su nivel de consciencia, inteligencia e identidad.
Por ahora el debate queda abierto, tanto como para quienes ven en estas investigaciones una amplia oportunidad de desarrollo de la medicina regenerativa, como para quienes prefieren ser más cautelosos y detectan un posible problema ético en este tipo de experimentos.