Sin ser adivinos, podemos asegurar que tus redes sociales están plagadas de memes y spoilers de Avengers: Infinity War, ¿cierto? Y a una semana de su estreno, esto recién comienza. Por eso, para esos cinéfilos y tevemaníacos que ya vieron a Thanos (el gran villano de la franquicia de superhéroes) y su dictadura mediática, o que de frentón no es su onda y deben esperar por otros estrenos, aquí te dejamos cinco opciones de series que esa maravilla del streaming llamada Netflix, tiene mientras pase el aluvión de Marvel.
The Alienist
Partimos con lo más denso y oscurito. En la Nueva York de 1896, un asesino en serie ataca a niños travestis que se prostituyen en los turbios, pobres y lúgubres burdeles de la gran manzana, de una manera brutal y casi sobrenatural. Hasta que el alienista - como se les decía en esta época a los psicoanalistas o estudiosos de las “personas alienadas o fuera de su mente”- Lazlo Kreizler (Daniel Brühl), se interpone para tratar de atraparlo y descifrar su abominable pensar. Con la ayuda de su mejor amigo, el ilustrador de noticias John Moore (Luke Evans), y la primera y única mujer secretaria del Departamento de Policía, Sarah Howard (Dakota Fanning), emprenderá el desafío.
Diez capítulos basados en la novela de Caleb Carr, dan curso a este notable thriller que se asemeja a las sensaciones y ritmos de otras series del género, como The Sinner o Mindhunter, pero con el gran plus de transcurrir a finales del siglo XIX, conectando con experiencias fílmicas como Pandillas de Nueva York o Desde el Infierno. Y transformándose en una suerte de Sherlock Holmes pero gringa, con una construcción de época que plantea temas históricos (el comisionado de la historia es el futuro presidente Theodore Roosevelt) y actuales (empoderación femenina, diversidad sexual), con personajes sumamente atractivos y de muchas capas. Ojo, su creador, Cary Fukunaga, es director de la también tremenda True Detective.
Aggretsuko
Maravillosa y lisérgica rareza en tonos otaku y kawaii (concepto para referirse a cosas “lindas” o “tiernas” en japonés), que por loco que parezca, puede lograr cautivar a fanáticos de la cultura nipona y a los no tanto. Si te criaste con Hello Kitty o te familiarizaste con la bonachona y explosiva Puccaa inicios de los 2005, pero a su vez te deprimes en risas con el famoso Bojack Horseman; estás en la sintonía.
Porque en tan sólo 15 minutos por episodio, te encariñas y empatizas con la panda roja de Retsuko; tanto, que hasta te representa. ¿Por qué? 25 años, signo escorpión, trabaja en una aburrida oficina de Tokyo repleta de animaloides detestables: desde el jefe-chancho-ronco-flojo-machista, hasta la colega pinturita, aspiracional e instagrammer; el compañero hipopótamo cahuinero o el chupamedia sin honor. Además de enfrentarse al metro en hora punta, dormir poco, andar encañada después de una noche de cerveza y no encontrar personas que realmente calcen en su rutina. ¡¿Y qué hace para desahogarse?! Toma su micrófono, se encierra donde puede y canta death metal con letras e insultos que son pura catarsis.
En definitiva: aventuras y humor para adulto jóvenes, pero en clave animé Sanrio, o mejor dicho, la marca que ha diseñado a personajes como Hellow Kitty y que en estos tiempos renovó en sus temáticas y propuestas a la era millennial.
Perdidos en el espacio
No, no nos referimos a la serie de ciencia ficción de culto que finalizó 1968 con sus maquetas de cartón y estilo new age. Es el remake de esta misma que 50 años después vuelve con nuevas naves espaciales y una familia Robinson 2.0 a todo terreno. Y si en su programa inicial los ejes iban por el humor y plantear acción del tipo Star Trek, ahora el rollo se la juega por lo íntimo, por el drama del clan, como cualquier familia tiene, desde conflictos entre el matrimonio, hasta depresiones juveniles, rollos vocacionales y problemas de la sociedad actual. Las adversidades macro aquí se acotan a lo técnico, a las dificultades diarias que pueden tener hijos y padres en un planeta inhóspito y desconocido, sin las herramientas y sobreviviendo.
Entre sus aspectos más notables están los efectos especiales, que no tienen nada que envidiar de las producciones de la gran pantalla con maquinas voladoras, parajes interplanetarios o robots sintéticos, manteniendo el espíritu osado y arriesgado de su creador, el gran Irwin Allen. Como también la villana de turno, y decimos villana pues el mítico personaje satírico del Dr. Smith, esta vez es interpretado por la incombustible y noventera Parker Posey, dándole una vuelta de tuerca a su historia, género y propósitos.
Sin duda un buen refresh para conectar a las nuevas generaciones, no como la película del 98 en que lo único sobresaliente era Gary Oldman de malo y Matt Leblanc en otro papel que no era Joey de Friends.
Merlí
Tan nueva no es, porque ya se subió su tercera temporada. Pero si prendiste con el acento y la idiosincrasia de La Casa de Papel, esta serie catalana es una carta que también suma. Eso sí, desde lo opuesto, ya que lo central en Merlí son las conversaciones y… el catalán. Su tesis de inmediato puede causar distancias, pues su corazón es “la filosofía”, pero si hace un tiempo nos cautivamos con la medicina gracias a Dr. House, esta vez el profesor Merlí (Francesc Orella) es el timón para navegar por Nietzsche, Sócrates o Heidegger. Puntualmente, adentrándonos en el aula de este poco convencional y avezado docente, que en cada clase y en cada problema de algún alumno y sus familias, nos orienta y traspasa una cita o materia del pensar.
Una comedia dramática que suma y suma adeptos, cuya historia parte con este profesor desempleado que encuentra pega en el colegio y curso de su hijo, Bruno (David Solans); quien es su cable a tierra y el puente para desenmarañar a todos los demás del aula.
Wild Wild Country
Cerramos con el género documental. Y qué mejor que con estos seis capítulos cuya historia parece sacada de una película del viejo oeste o La Dimensión Desconocida. Se trata de Wild Wild Country, documental premiado en el Festival de Sundance y dirigido por Maclain y Chapman Way, y que muestra, ladrillo por ladrillo, lo que fue la construcción de la ciudad de Rajneeshpuram en el estado de Oregon, EE.UU.
Este pueblo que literalmente se trasladó de la India a las Tierras del Tío Sam en la década de los 80, fue el símbolo del éxito y caída de la “secta” o movimiento religioso liderado por el gurú hindú, Osho. Él pregonaba el “materialismo espiritual”, la plena liberación sexual y el misticismo combinando Oriente y Occidente. Algo que en el papel suena bien y a la fecha tiene todo un culto y seguidores, pero que al llegar a esta zona republicana, conservadora y campesina de Norte América, se tradujo en peleas, polémicas, un pueblo enfermo de salmonella y un colosal escándalo televisivo.
Todo contado de una manera magistral y cautivante, con fuentes que vivieron en la comunidad, entre ellas su administradora y cerebro, la audaz Ma Anand Sheela. La gente se vestía igual, dentro de una ciudad que tenía discotecas, bares, gimnasios, malls y hasta una policía especial de Osho; y quienes se enfrentaban contra una localidad que veía decaer su moral y recursos naturales. Alucinante, alocada y lo más increíble, real.
¿Viste alguna de estas producciones? ¿Podrías recomendarnos otra?
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