Algunos meses atrás, a propósito de quienes creen que el gobierno de Estados Unidos orquestó los ataques del 11 de septiembre, escribí en El Definido acerca de la Operación Northwoods. En 1962, la CIA propuso al presidente Kennedy ejecutar actos terroristas en suelo propio e inculpar a Cuba. Es un pasaje bien documentado y cuya veracidad nadie pone en tela de juicio, y hay muchos otros ejemplos comparables.
Está fuera de discusión que la cúpula política en Washington ha demostrado comportamientos maquiavélicos en el pasado. Por lo mismo, nadie puede garantizar que ello no haya ocurrido en años recientes, ni que deje de ocurrir en el futuro. Es una clarificación importante, porque quienes creen en las conspiraciones suelen fundar sus convicciones en las intenciones: “no seas ingenuo, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”, sugieren parafraseando al historiador y político inglés, Lord Acton.
No. Las intenciones son solo el punto de partida. Sabemos que Bush no mandó a derribar las Torres Gemelas y que seres humanos pisaron nuestro satélite por argumentos logísticos, no éticos. Puedes rebatir en este plano, pero argumentar en base a las motivaciones de los gobernantes es orinar fuera del tiesto. De hecho, en el caso de la Luna no había grandes contraindicaciones para organizar un montaje (a diferencia del 11/9, que implicaba matar a miles de compatriotas inocentes). Los incentivos para un engaño eran poderosos, y los remilgos morales débiles o inexistentes. Parto de esa base.
Es interesante notar que las teorías del montaje no afloraron sino hasta 1976, cuando Bill Kaysing, un ex oficial de la marina sin experiencia en cohetes, autopublicó un libro que instaló la idea. Durante los siete años que transcurrieron entre el Apolo 11 (1969) y dicho texto, otras cinco misiones alunizaron con éxito, y un total de doce personas caminaron en la Luna, sin que la noción de una puesta en escena hollywoodense penetrara la opinión pública.
¿Y cuál es el origen la teoría? Son muchas líneas argumentales. Todas y cada una de ellas encuentra una respuesta precisa y más bien trivial. Por ejemplo, se ha mencionado que las fotos no muestran estrellas, aun cuando se trata de un simple asunto de regulación del tiempo de exposición, y aun cuando sí hay algunas fotos que las muestran. Otros han apuntado a sombras que no calzan, olvidando que hay varias fuentes luminosas además del Sol: la Tierra reflejando el Sol, reflejos de la superficie lunar y reflejos de los astronautas y del módulo lunar. Se dice que la bandera flamea pese a la inexistencia de atmósfera, en circunstancias de que solo se trata de tela algo arrugada, y diferentes fotos tomadas con intervalos muestran exactamente los mismos pliegues.
Buzz Aldrin en dos fotos secuenciales. La bandera no se mueve ni un micrón.
Son tantos los argumentos esbozados por los conspiracionistas que, aunque sencillo, resulta agotador refutar cada uno. A mi juicio, resulta más persuasivo citar evidencia de terceros del alunizaje, ajenos al gobierno de los Estados Unidos.
Primero, están las cerca de 400.000 personas que estuvieron directamente involucradas en el programa y quienes tendrían que haber guardado silencio. Todas y cada una. Para siempre. De ser cierto el montaje ¿Te imaginas cuánto pagaría un medio periodístico por una revelación, incluso protegida por el anonimato? ¿Cuál sería el motivo heroico de esas centenas de miles de personas para dejar de percibir esos beneficios? Si el gobierno le mintió en forma descarada a toda la humanidad, ¿no mereceríamos todos que la verdad salga a la luz?
Pero alguien podría argumentar que esa gente sigue siendo parte de la NASA después de todo, y que primó el sentido de pertenencia a la institución. Veamos. El más conspicuo de los observadores 100% externos fue la Unión Soviética. Se trata de plena Guerra Fría, y había mucho en juego. Si fue un montaje, ¿por qué no denunciarlo y barrer el piso con su archirrival, humillándolo ante la comunidad internacional? Interés no faltaba. De ser necesario, los soviéticos se habrían quemado las pestañas para demostrar el tongo.La única explicación plausible sería incapacidad técnica para demostrar el montaje. ¿Alguien podría creer tal cosa?
Hasta las misiones Apolo, el programa espacial soviético era más avanzado que el estadounidense. Monitorearon los lanzamientos en detalle, en instalaciones provistas del mejor equipamiento de la época. Vasili Mishin, una de las cabezas del programa lunar soviético, comentó en una entrevista de 1991 que el apoyo cayó en forma abrupta después de la victoria estadounidense, porque llegar segundos no tenía mayor sentido.
No solo los soviéticos monitorearon cada movimiento de las misiones apolo. Organismos científicos de numerosos otros países siguieron la acción a través de equipos de teledetección, tales como el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial de España, desde sus instalaciones en Fresnedillas. La NASA contrató una red de monitoreo que incluyó a un complejo en Madrid y otro en Canberra, Australia. La mayor parte del personal eran técnicos locales, no funcionarios de la NASA. Más aún, un segundo radiotelescopio australiano utilizado como soporte es de propiedad del gobierno australiano, y fue operado por su personal. Un observatorio óptico en el centro-oeste de Alemania siguió los movimientos paso a paso, lo mismo un observatorio cerca de Manchester, el mismo que se había empleado doce años atrás para seguir al Sputnik.
Los aficionados tampoco se perdieron la fiesta. En su número de noviembre de 1969, la revista Sky and Telescope publicó un compilado de observaciones del Apolo 11 (aunque sin alcance hasta la Luna misma). Guiados por un profesor, estudiantes de un colegio británico –sí, alumnos de educación media– monitorearon los movimientos y calcularon las trayectorias en base a sencillos equipos de radio.
Luego está la evidencia depositada en la misma Luna. Los astronautas instalaron retrorreflectores que permiten hasta hoy medir la distancia que nos separa del satélite (dato freak: se aleja 3,8 centímetros por año). Estos aparatos son utilizados regularmente por un observatorio en Francia, por otro administrado por la Universidad Estatal de Nuevo México, por otro operado por la Universidad de Hawái, y por otro de la Universidad de Texas, Austin. Sí, es verdad que los soviéticos depositaron retrorreflectores más pequeños en sus vehículos no tripulados, pero las posiciones de los equipos de Apolo son consistentes con las coordenadas informadas por la NASA, y con las fotos de las que hablaré más adelante.
La verdadera “pistola humeante” son las fotos de los sitios de alunizaje. He aquí el sitio del alunizaje del Apolo 12, tomadas por una misión iniciada en julio de 2009. Nótese el equipo remanente y las clarísimas huellas de los astronautas.
Sitio del alunizaje del Apolo 12. Ver en alta resolución |
Por supuesto, en la era del Photoshop una foto por sí sola carece de valor de prueba. Es cosa de ver las portadas de The Clinic. Veamos entonces el origen. Ok, la sonda que las tomó es operada por la NASA, pero la cámara y la interpretación de las imágenes están bajo el control de un consorcio en el cual participa, entre muchos otros, la Universidad Estatal de Arizona y el Centro Aeroespacial de Alemania.
A mayor abundamiento, la agencia espacial japonesa (JAXA) obtuvo numerosas fotos de la superficie lunar mediante una sonda enviada en 2008. La imagen siguiente muestra a la izquierda la composición creada por JAXA y a la derecha la foto tomada por los astronautas del Apolo 15.
Sitio de alunizaje del Apolo 15 de acuerdo a una composición de la JAXA japonesa (izquierda) y los astronautas de la misión (derecha). |
La misma JAXA obtuvo fotos del halo del sitio de alunizaje del Apolo 15. Luego, en 2009, la primera expedición india, la Chandrayaan-I, confirmó la existencia del halo, con mayor resolución que los japoneses.
Luego, está el material lunar. Las seis misiones trajeron de vuelta a la Tierra un total de 382 kilos de rocas y polvo. Tras cinco décadas de análisis por parte de laboratorios de todo el mundo, no hay ni una sombra de duda de que su origen es lunar. De nadie. Las ubicaciones precisas de los puntos de extracción son bien conocidas, y su composición calza a la perfección con escáneres estreboscópicos posteriores de la superficie lunar.
La composición es además muy similar a las de las muestras recolectadas por los soviéticos mediante vehículos no tripulados entre 1970 y 1976. Adicionalmente, las rocas más antiguas son de 4,5 miles de millones de años, 200 millones anteriores a las más antiguas jamás encontradas en la Tierra, de acuerdo a un test realizado en una universidad australiana.
Podría seguir, pero creo que ya captaste el punto. El gobierno de Estados Unidos sí es capaz de mentir y engañar, y sí tenía gigantescos incentivos para hacerlo en este caso. Si hubiese bastado con sobornar a un par de individuos quizás se habría informado del alunizaje varios años antes. Pero una vía tan simple no era materialmente posible. Había demasiados ojos externos puestos en esto, incluyendo el de su más enconado rival tecnológico. Puedes engañar a alguna gente durante algún tiempo, pero no puedes engañar a todos para siempre.