*¿Te lo perdiste? Regularmente republicamos contenidos vigentes que pueden resultarte interesantes. Esta nota fue originalmente publicada el 17 de enero de 2018.
Basta observar a un perro o a un gato durante unos minutos para darse cuenta de que los animales son muy raros. Es parte de lo que los hace tan queribles. Podemos vivir con ellos durante años, pero siempre nos sorprenderán con algo que nos dejará rascándonos la cabeza.
El comportamiento animal es uno de los campos que continuamente deja sin argumentos a la ciencia. Ya no solo hablamos de animales domésticos, sino de todo el reino animal, un mundo tan amplio como fascinante, lleno de misterios que van desde el sencillo ronronear de un gato a la compleja resistencia cancerígena de las ballenas.
El Definido te trae una selección de algunos de estos misterios que, aún hoy, desvelan a científicos del mundo.
Ya los antiguos griegos escribían sobre animales que exhibían comportamientos anormales antes de un desastre, típicamente terremotos.
No es algo fácil de “medir” en un estudio, pero investigadores han registrado que animales de todo tipo, desde elefantes hasta lémures, exhiben comportamientos fuera de su rutina en los minutos previos a un terremoto, ya sea chillando, comenzando estampidas o huyendo de su hogar (en el caso de animales domésticos).
Este “sexto sentido” ha tenido muchas interpretaciones, pero ninguna se ha establecido completamente. La más aceptada señala que los animales serían capaces de percibir las ondas de presión que anticipan la llegada de las ondas de choque (las sacudidas).
Esto, sin embargo, solo explicaría una anticipación de algunos minutos. ¿Y por qué existen casos anecdóticos de animales actuando extraños incluso semanas antes del evento? La ciencia se rasca la cabeza aún.
Quién podría llegar a una respuesta en algún tiempo es el científico alemán Martin Wikelski. El investigador se encuentra actualmente realizando un estudio que busca relacionar patrones de movimiento de ganado con la ocurrencia de terremotos.
Su investigación, que incluye chips de seguimiento en rebaños completos, ya tuvo sus primeros resultados hace unos años, cuando encontró que cabras y ovejas de Sicilia podían predecir terremotos con 6 a 4 horas de antelación.
Estos pequeños insectos son capaces de hacer increíbles cosas cuando suman sus cabezas. Ninguna fascina más a científicos que la hormiga latinoamericana Eciton hamatum. Se trata de un insecto ciego capaz de construir puentes hechos de ellas mismas sin una entidad central que lo guíe y de forma increíblemente eficiente, ya que modifica su tamaño o dirección dependiendo del tráfico que lo recorra. Ingenieros, muéranse de envidia.
“Ellas no saben cuántas hormigas más hay en el puente ni cuál es la situación general del tráfico. Solo saben sobre sus conexiones locales con otros y sobre la sensación de hormigas moviéndose sobre sus cuerpos ", señala un investigador de la Universidad de Princeton. "Sin embargo, han desarrollado reglas simples que les permiten seguir reconfigurándose hasta que, colectivamente, hayan creado una estructura de un tamaño adecuado para las condiciones imperantes”.
Científicos esperan seguir aprendiendo de animales como esta hormiga, con el fin de desarrollar algoritmos capaces de simular estos comportamientos adaptativos.
Así como el porqué del bostezo humano sigue siendo un misterio, también lo es el del perro, mono, pájaro y otros animales capaces de hacer la misma acción.
Un estudio señala que se trata de una forma de empatía involuntaria, pero el bostezo también se ha observado en especies solitarias. “No hay un consenso”, dice el científico Andrew Gallup, “sigue siendo un tema muy debatido”.
Si hablamos de animales raros, los gatos se llevan el premio. Incluso su comportamiento más clásico, el ronroneo, no tiene una clara explicación científica.
Los felinos pueden ronronear por las razones más dispares: cuando están felices, cuando tienen hambre o cuando están estresados. Científicos creen que, así como nosotros reímos por distintas razones, el ronroneo también responde a varios porqués.
Se trataría de una forma de comunicación con su entorno cercano (ya que su volumen y frecuencia es muy baja), una manera de tranquilizarse frente a situaciones estresantes y, aunque suene loco, una forma de estimular la regeneración de tejidos. ¿Gua? Esto se debe a que el ronroneo está en un rango de frecuencia que favorece el fortalecimiento de huesos.
¿Conclusión? Los gatos son muy raros y, hasta que no logremos hablar con ellos, no sabremos la verdadera razón de su ronroneo.
¿Sabían que los delfines aman surfear?
Los delfines, como también elefantes, perros y otros animales aman jugar, pero el mundo científico aún no logra explicar por qué. ¿Tiene fines de camaradería? ¿Quizá forma parte de la preparación para el mundo adulto? La lista de posibles beneficios es larga, pero no hay evidencia concluyente.
Tal vez simplemente es por la pura diversión, ¿no? Bueno, jugar tiene un costo energético y puede ser hasta peligroso, y la selección natural nos indica que comportamientos que no aumentan el éxito reproductivo o la sobrevivencia se eliminan.
Por ahora, las hipótesis hablan de que el juego serviría como una forma segura de aprender comportamientos de adulto (imagínense a un cachorro mordiendo a la mamá) y que permitiría también una mayor flexibilidad psicológica. Pero, como les decíamos, la evidencia no es clara.
La biología nos enseña que la vida animal trata, básicamente, de la lucha por vivir hasta el próximo día y, de paso, tener descendencia. ¿Por qué entonces hay varios casos de animales, aparentemente, “suicidándose”?
"Que yo sepa, la gran mayoría de los casos son debido a intervención humana de alguna manera, el resultado de la caza furtiva o el confinamiento", señala una experta.
Lo que a nuestros ojos parecen “intentos de suicidio”, serían comportamientos anormales gatillados por estrés o abuso, creen científicos. Lo que no tiene respuesta es si este comportamiento puede realmente calificarse como suicidio. ¿Podemos comprobar que estos animales buscan conscientemente terminar con sus vidas? Por el momento, no.
En casos específicos también se puede deber a, por ejemplo, un parásito cerebral o un sacrificio parental (como arañas que se dejan comer por sus crías).
Ver a las aves moviéndose en bandadas por el cielo es un espectáculo nivel Cirque du Soleil. Por décadas los científicos se han preguntado cómo grupos tan numerosos pueden moverse con tal sincronía.
En el siglo pasado se comentaba incluso una hipótesis de telepatía. Hoy, los estudios señalan algo más plausible. Todo comienza cuando miembros de la periferia de la formación detectan una amenaza. Un individuo o varios emiten una señal para cambiar de dirección y está se propaga siguiendo un patrón similar al de una ola. Esto sucede demasiado rápido para el ojo humano, pero cámaras de alta velocidad han logrado capturarlo.
Otros estudios han sido más exactos, al analizar a la especie Sturnidae, puntualizando que el movimiento de cada ave afecta a 6 o 7 de sus vecinos, y que este número sería una especie de balance óptimo entre el esfuerzo personal y la cohesión grupal. Desde el punto de la física, esto es llamado correlación libre de escala y explicaría por qué una bandada de 1.000 individuos puede reaccionar con la misma rapidez que una de 100.
Los investigadores lo ejemplifican con el ferromagnetismo, ese fenómeno físico donde las partículas en un imán se ordenan en una misma dirección y sentido, mostrando una interconexión perfecta bajo ciertas condiciones.
A pesar de estos acercamientos, científicos aún buscan desentrañar con más exactitud este fascinante y complejo comportamiento.
Hasta hace unas décadas se pensaba que existía una correlación entre la incidencia de cáncer y el número de células de un organismo. Básicamente, mientras más grande, más posibilidades de sufrir cáncer. Tiene sentido, dado que a mayor número de células, mayor es el número de mutaciones celulares y, por lo tanto, más oportunidades de carcinogénesis.
Dentro de los humanos esto aplica prácticamente a la perfección (sí, la gente alta tiene más posibilidades de sufrir cáncer), y se pensaba que también se extendía al mundo animal… hasta que se toparon con las ballenas.
Aplicando un modelo de incidencia de cáncer colorrectal en humanos, un estudio determinó que, solo basado en el número de células, todas las ballenas azules deberían sufrir de esta enfermedad antes de llegar a los 80 años. Posiblemente una alta incidencia aplicaría a otros tipos de cánceres. Pero la realidad es distinta: las ballenas azules pueden pasar fácilmente los 100 años y otros tipos de ballenas superar incluso los 200. Es más, si el modelo fuese cierto, ya no tendríamos a estas bellas criaturas en nuestros océanos.
Científicos creen que las ballenas, como también otros animales de gran tamaño, debieron haber desarrollado un sistema anticancerígeno para llegar a tales dimensiones. Recién en 2015, se identificaron mutaciones en ballenas que evitaban que su ADN fuese dañado, pero todavía no se sabe qué genes están involucrados.
La inteligencia de los cuervos no deja de maravillar a científicos. Se trata de pájaros casi tan despiertos como los primates y con una gran memoria, especialmente para recordar a aquellos que han sido bastardos con ellos.
En un estudio, un grupo de científicos quiso poner a prueba las habilidades de reconocimiento facial y resentimiento de estos animales. Usando máscaras, capturaron a varios cuervos, a quienes aplicaron una venda y posteriormente liberaron. Los investigadores luego probaron la respuesta de los cuervos frente a estas máscaras.
A los 22 días, 1 de cada 4 cuervos que se encontraron, respondió con vocalizaciones ásperas y comportamiento agresivo. “Grupos de cuervos a veces acosaban a los investigadores, les graznaban y se tiraban sobre ellos en picada”, comenta un artículo al respecto. Una vez que se sacaban las máscaras, los cuervos volvían a su comportamiento natural.
Lo más curioso sucedió al año. No solo los cuervos seguían recordando las máscaras, sino que ahora 1 de cada 3 se mostraba agresivo. A los 3 años, 2 de cada 3 pájaros atacaba a los investigadores con máscaras, y esto incluía a crías que no habían nacido cuando el traumático evento tuvo lugar.
Además de tener cuidado con los cuervos, los científicos han aprendido que el reconocimiento facial de estos animales es mucho más profundo de lo que pensaban, lo que añade solo más misterio al ingenio de estas criaturas.