La Antártica es lo más parecido que existe sobre la Tierra a la superficie de otros planetas: temperaturas extremas, hielos eternos, muy poca agua dulce líquida, absoluta oscuridad en el invierno y días que no mueren en verano. Así y todo, está llena de vida: mamíferos, cetáceos, aves, peces y moluscos. ¿Y qué hay de las plantas?
Resulta que existen trozos verdes en medio de esta enorme y alba planicie. Estos pedazos de vegetación no son cualquier cosa, pues se trata de especies vegetales que pueden ser consideradas “plantas super-héroes”.
Hoy te contamos sobre la curiosa flora antártica y por qué sus alucinantes propiedades podrían ser útiles a la medicina humana.
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No son árboles frondosos ni tienen coloridas flores, pero esconden algunos de los secretos de la vida mejor guardados del planeta. Son musgos y líquenes; grandes manchones verdes que cubren la roca bajo vientos helados. Sorprende que cada vez se estén haciendo más visibles a causa del cambio climático y del agujero en la capa de ozono, que está justamente sobre la Antártica (y que afortunadamente se está reduciendo).
Crecen habitualmente en las costas y son visibles durante el verano, cuando durante la noche hace la misma temperatura que en tu freezer, -20°C, y durante el día sólo se alcanzan los 10 grados. ¿Qué pasa con ellos durante el invierno entonces? ¿Cómo sobreviven?
La nieve y el hielo cubren a estas pequeñas plantas, por lo que se congelan y se secan totalmente. Todo indicaría que murieron y que, probablemente, la planta que reaparece durante el siguiente verano, es un nuevo musgo, hijo del anterior. ¡Pero no! Estos vegetales se rehidratan al comenzar la estación “cálida”, y literalmente vuelven a la vida. Sus diminutas hojitas logran absorber mínimas gotitas de agua dulce (¡que a veces vienen de la caca de los pingüinos!), y así sobrevivir, “contra viento marea”.
Si alguna vez has intentado congelar una lechuga en el freezer –y al descongelarla ver su espantoso y mortal resultado- te darás cuenta de la alucinante propiedad de estos musgos y líquenes.
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Si crees que la propiedad que te acabamos de contar es “piola pero no da para super-héroe”, espérate a saber esto. Resulta que no solamente sobreviven al invierno, ¡sino que a glaciaciones completas! Sí, la misma planta y no sus descendientes.
En 2014, un equipo del British Antarctic Survey y de la Universidad de Reading, encontró un musgo “en hibernación”, es decir totalmente congelado en el permafrost (capa del suelo permanentemente congelada) y deshidratado durante 1.500 años. Esto lo supieron gracias a un isótopo de carbón que guardan sus raíces, y que funciona como una “firma química” que indica la edad de cada vegetal, según explica Sharon Robinson, especialista en genética y botánica. Los expertos sabían que algunas de estas plantas sobrevivían tras 20 años de congelamiento, ¿pero más de un milenio?
Parecía una hazaña imposible, pero valía la pena intentarlo: cortaron el musguito en secciones e incubaron las piezas a la temperatura de la primavera antártica. Los científicos no podían creer cuando vieron nuevos brotes en el vegetal. ¡Un ser viviente de 1.500 años!
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El mito (hoy se sabe que no es cierto) cuenta que Walt Disney está congelado y que, tan pronto la ciencia avance y logre crear una manera de devolverlo a la vida, veremos nuevamente al dibujante de Mickey Mouse, creando nuevos personajes.
Pero esto es sólo una ilusión. De estar congelado, las células de Disney estarían totalmente destruidas, a causa de los cristales que produce el proceso de congelamiento. Sobrevivir al hielo es una hazaña que poquísimos seres vivos de nuestro planeta son capaces de realizar. ¿Cómo lo logran estos musgos y líquenes entonces?
Crean su propio anticongelante. Durante el verano, estas especies almacenan en sus células azúcares especiales y alcoholes de azúcares que se vuelven más concentrados durante el período helado, deteniendo el proceso de nucleación, es decir, de formación de cristales en las células, según Robinson.
Y no solamente esto, sino también estas mínimas hojitas crean su propio factor solar. Aunque parezca contradictorio, la radiación en la Antártica es inusualmente fuerte por el agujero de la capa de ozono. Estos vegetales requieren de protección para no quemarse con los rayos UV-B y así poder realizar su fotosíntesis sin problemas, así que la evolución les ha echado una manito.
Y bueno, por si fuera poco también producen antioxidantes, lo que les ayuda a combatir a los radicales libres y permanecer jóvenes, aunque hayan pasado 1.500 años. ¿Habrá alguna cremita de liquen que nos pueda ayudar?
Más allá de la anécdota, ¿por qué estas diminutas plantas debiesen importarnos?
La primera razón la plantea Robinson: "Perderlas sería como perder bosques antiguos que nos están revelando sus secretos. La Antártida es una reserva para la paz y la ciencia, por lo que debemos asumir la responsabilidad de preservar esa biodiversidad y tomar medidas contra el cambio climático. Si lo hacemos bien, entonces las camas de musgos de 500 años, todavía podrían estar presentes para celebrar su cumpleaños número 1.000".
En segundo lugar, las propiedades de estos líquenes y musgos podrían ser de gran utilidad para la medicina. Hace un rato que los científicos están investigando las propiedades de algunos peces para sobrevivir al congelamiento, pues sus sustancias anticongelantes podrían ayudar a preservar por más tiempo los órganos que serán utilizados en un trasplante. ¿Qué pasaría si las sustancias de estos musgos y líquenes pudiesen extraerse y servir en este sentido?
También estas especies, por ser tan longevas, son claras indicadoras de la evolución del cambio climático. El carbono que absorben en sus células, puede ser datado y ayuda a reconocer ciclos de humedad o sequedad en el ambiente, lo que es de gran utilidad para los científicos.
Sharon Robinson y su equipo, actualmente trabajan mapeando la Antártica en búsqueda de zonas verdes que evidencien la presencia de estos vegetales super-héroes. Así, clasifican lugares en donde el musgo crece sano y fuerte, mientras en otros se evidencia una potente sequía, o simplemente ha dejado de crecer a causa de la falta de agua dulce. Estos seres vivos, de los más antiguos existentes en la faz de la Tierra, son un ecosistema fascinante que podrá dar a la ciencia varias respuestas fundamentales sobre el desarrollo de la vida en ambientes desafiantes.