Un solo pañal desechable tarda hasta 500 años en degradarse, siendo uno de los productos más contaminantes del planeta. Si tenemos en cuenta que cada niño utiliza cerca de 4 pañales diarios hasta los dos años y medio aproximadamente; esto significa que cada familia contribuye a la contaminación del planeta con 3.650 pañales (sin considerar otros hermanos). Y si más de 130 millones de niños nacen al año… imagínense.
Una locura sin duda. Es por esto que cada vez hay más alternativas de pañales más amigables con el medio ambiente, como los de tela o los biodegradables que tardan menos tiempo en desaparecer (hasta 7 años). Pero claro, los de tela requieren del lavado posterior y los biodegradables son bastante más costosos que los desechables, por lo que no siempre son una buena alternativa.
Entonces, ¿cómo lograr un método más amigable para la crianza y el bolsillo?
Hace ya varios años que surgió una nueva tendencia a nivel mundial que se llama Elimination Communication (EC) o Comunicación de Eliminación (CE), que consiste en la observación de los padres o cuidadores para entender el ritmo natural de evacuación del menor; el que permite que sea innecesario el uso de pañales. ¿Cómo funciona?
Los cuidadores deben estudiar y aprender las pistas y señales, horarios de evacuación, movimientos corporales, tensión de los músculos abdominales, sonidos y gestos de la guagua, para anteponerse a sus necesidades y saber exactamente cuándo tienen ganas de hacer pipí o caca, para así llevarlos al baño desde los primeros días de vida.
¡Ufff pero suena imposible! Sería esclavizar a los padres y de pasada, apresurar la madurez de los niños y guaguas.
Pero la experiencia prueba lo contrario, y es más, al beneficio medioambiental y económico que resulta el hecho de no utilizar pañales, se suma el tremendo beneficio de apego, ya que este sistema promueve y fortalece la comunicación y el primer diálogo entre padres e hijos.
En primer lugar, los padres que practican este sistema con sus hijos, señalan que las evacuaciones no son tan aleatorias como se cree. "Existe la noción de que los bebés se liberan inesperada y constantemente durante el día, pero, al contrario, los bebés de manera natural eliminan heces y orina en momentos predecibles, como al despertarse o después de comer".
"Los bebés son conscientes de sus evacuaciones desde su nacimiento y, por tanto, desde muy corta edad emiten gestos que las anteceden", explica Regine Schön, psicóloga y profesora de la Universidad de Helsinki.
Además, el método no se centra en entrenar al niño, ni a que aprenda a aguantarse o a controlar sus esfínteres, ya que esa es una capacidad que se desarrolla con la maduración de la vejiga y del cerebro y no se puede apresurar. Lo que hace este método es entrenar a los padres o cuidadores para estar en sintonía con sus hijos, así como lo hacen cuando comprenden que los hijos tienen hambre, sueño o frío.
Se recomienda que analicen a consciencia al menos un par de semanas la rutina de eliminación de sus hijos antes de empezar con el método, para poder reconocer las señales, horarios, gestos, etc. de su guagua al orinar o defecar.
Luego, se recomienda mantener al niño con ropa liviana y fácil de sacar y tener siempre a mano una bacinica, recipiente o pelela, y una vez que reconozcan la señal, lo mejor es tomar al niño con la rodillas flectadas hacia el pecho y hacer algún sonido para que éste lo reconozca: psss, por ejemplo.
Carolina Barahona es una chilena que comenzó a utilizar el método con su hija de dos meses y que hoy hace talleres al respecto. Cuenta que los sonidos emitidos por los padres fueron la clave de la comunicación. "Supe que en países como África los usan cuando llevan a los bebés a la pelela, y al final se transforma en una señal, porque usas ese mismo sonido como una forma de preguntarle si quiere hacer. Es importante la posición; acuclillado, con las rodillas hacia el pecho, que fisiológicamente, es mucho más cómoda para que haga sus necesidades. Si lo pones así, y le haces el sonido, el bebé entiende que le estás diciendo ‘creo que quieres hacer’ y la gran mayoría de las veces, sucede”.
Los especialistas en este método señalan, además, que no es necesario abandonar los pañales en todo momento; se pueden utilizar cuando es más difícil el control por parte del adulto, como en los viajes, por la noche o en las salidas. Por eso, el método puede utilizarse sólo para disminuir el uso de pañales (en caso de padres que trabajan, por ejemplo y que no pueden estar todo el día encima de sus hijos) o para adelantar la sacada de éstos (y no utilizar el método desde el nacimiento o primeros meses).
Barahona además agrega que "una cosa importante que he visto en los talleres es que a los papás les encanta hacer esto. Porque la mamá es la que lleva al bebé en la guata, la que lo amamanta, y tiene una conexión innata con su bebé, quedando el papá un poco afuera. Pero a través de la comunicación de la eliminación, el papá se siente parte de este proceso, al reconocer sus necesidades”.
Diaper Free Baby (Bebés libres de pañal) es una organización estadounidense que reúne a padres que siguen el método EC, donde comparten consejos, opiniones de expertos, testimonios de padres y estudios sobre los distintos beneficios del método, tanto para el medio ambiente como para el apego y la salud de los niños.
Dentro de los beneficios que presentan para los mismos niños, destacamos los siguientes:
1. Reduce la irritación de la piel del bebé y el riesgo de sarpullido que produce pañal.
2. Permite a los padres tomar nota de los patrones de eliminación del bebé para desarrollar un mejor sentido del sistema digestivo de un niño.
3. Permite que los bebés se bañen sin pañales en trajes de baño. Los "pañales para nadar" no impiden que la orina entre en la piscina y no son cómodas para el bebé.
4. Reduce el riesgo de infecciones del tracto urinario.
5. Reduce el riesgo de estreñimiento.
6. Reduce el riesgo de mojar la cama en niños mayores.
7. Habilita a los niños con necesidades especiales al convertirse en participantes activos en el cuidado de sus propias necesidades de eliminación.