Esta semana la Antártica hizo noticia, pero no de las buenas. El frío terreno del polo sur le tuvo que decir adiós a casi seis mil kilómetros cuadrados de puro hielo. Bueno, en realidad el “ahora iceberg” sigue estando ahí, solo que como un cuerpo independiente que se separó un poquito. Algo así como juntos, pero no revueltos.
El asunto es que como nunca, nos encontramos pendientes de lo que está ocurriendo en este hábitat natural de pingüinos. Y por eso mismo, terminamos enfrentándonos a unas preguntas que no solemos hacernos muy seguido: ¿de verdad tenemos territorio chileno en ese lugar? ¿Hay otros países en las mismas? ¿Qué onda la Antártica?
Así que decidimos investigar un poco para responder estas interrogantes y esto fue lo que encontramos.
Lo primero que hay que saber, es que la mayoría de las acciones que se llevan a cabo en esta región del planeta, en verdad se rigen por un tratado. Más específicamente, por el Tratado Antártico que se celebró en el 1961. Ahora, si se fijaron bien, se darán cuenta que esto no se dio en cualquier época de la historia mundial.
Así es. ¡Guerra fría! El tratado tuvo lugar en un complejo período en el que los ojos se pusieron encima de la Antártica, al mismo tiempo que el mundo se dividía en dos bandos: los que apoyaban a Estados Unidos y los que eran amiguis de la Unión Soviética (ahora Rusia).
Es por eso que entre los países que lo firmaron están, naturalmente, Estados Unidos y la Unión Soviética, además de Francia, Bélgica, Japón y el Reino Unido, todos ellos actores clave de la Segunda Guerra Mundial. Aunque también hubo otros que no tanto, como Australia, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, Argentina y… Chile.
Exactamente. Nuestro país es una de las doce naciones que firmaron este tratado. En parte por la cercanía física con el territorio antártico y en parte por la activa presencia que tuvimos en la Antártica durante el denominado Año Geofísico Internacional(1957-58): una colaboración científica de alcance mundial en el polo sur.
Ojo, que ser uno de los países que lo firmó no es algo que se tome a la ligera. Esas doce naciones (incluyéndonos) son consideradas miembros consultivos del tratado. Es decir, que solo ellos pueden tomar decisiones respecto de lo que se puede hacer o no la Antártica. Aunque con el pasar del tiempo se fueron sumando más países, hasta dar con los 29 que tenemos ahora.
Además de esos, existen otros 24 países que son miembros no consultivos, es decir, que pueden acudir a las reuniones que se realicen, pero que no tienen derecho a votar sobre las materias que se discutan. ¿Significa eso que los miembros consultivos tienen derecho a algún pedacito de hielo?
Después de todo, desde que somos chicos que nos dicen en el colegio que existe un territorio antártico chileno. ¿La verdad? No lo tenemos. De hecho, nadie tiene oficialmente un terreno ahí. El mismo tratado estipula que ningún país podrá ejercer soberanía en la Antártica. Sobre todo porque se sostiene que deberá ser usado para fines pacíficos (así que las bases militares están prohibidas, no así el envío de militares para misiones) y que no puede llegar a ser un escenario de “discordia internacional”.
Básicamente, el derecho internacional no reconoce soberanía a ningún país en la Antártica. Aunque eso no significa que no existan las pretensiones territoriales que varias naciones tienen ahí, incluyendo a Chile, claro está.
Como se puede ver, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Noruega, el Reino Unido, Argentina y Chile tienen reclamaciones territoriales en la zona. Es más: las de Argentina, Chile y Reino Unido se topan, así como las de Francia y Australia. Es por eso que a Argentina no le gustó nada que una parte de la Antártica que reclama haya sido llamada Queen Elizabeth Land.
Pero todas estas demandas venían de antes de la firma del tratado, así que se podría decir que quedaron en pausa. Después de todo, el documento no desestima las pretensiones territoriales de ningún país, sino que solo estipula que nadie puede ejercer soberanía ahí (aunque en el 2048 se “abrirá” el tratado para ser revisado nuevamente en su totalidad).
En tanto, existen 31 países operando centros de investigación en la zona.
Chile posee doce bases/refugios operativos en la Antártica, aunque la mayoría de estos funcionan únicamente en el verano. Si ya nos quejamos del invierno en nuestro territorio continental, imagínense cómo será en el epicentro mundial del frío y el hielo.
Pero que tengamos bases permanentes allá no significa que podamos andar como Pedro por la nieve. Según el Tratado Antártico, toda expedición que se realice allá deberá ser informada a los demás miembros del acuerdo. Y existen un montón de otras restricciones contempladas en los distintos protocolos que se establecieron, como por ejemplo:
Manejo de residuos: quienes pongan un pie encima de la Antártica están obligados a hacer lo posible para reducir la cantidad de desechos que producen al mínimo. La idea es minimizar el impacto humano en esta área y proteger su balance natural. Además, se restringe el ingreso de ciertos productos (como el PCB, un compuesto químico tóxico) y se establecen métodos de almacenaje de residuos.
Cuidado de la flora y fauna: aquí son super cuidadosos de no dejar una embarrada. Cómo no, si la Antártica es uno de los pocos lugares del planeta que se han mantenido alejados de la mano del hombre. Por eso mismo, está estrictamente prohibido introducir especies no-nativas, a no ser que esté expresamente permitido. Tampoco se pueden extraer especies del lugar y todas las actividades que se realicen deben considerar el impacto medioambiental.
O sea, la Antártica es de nadie, pero de todos al mismo tiempo. Es como una especie de santuario en el que la política internacional no puede entrar, mientras que las puertas para la investigación científica están abiertas para la comunidad mundial (y no, ese territorio que muestran cuando dan el tiempo en realidad no es chileno).