Es cierto que en Chile tenemos una que otra costumbre que a los de otros países les podrían parecer extrañas. Como el que le echemos palta al pan (y sea casi el alimento símbolo de nuestras onces comidas, como diría Julito Videling) o nuestra obsesión con los sándwiches y completos, que podemos encontrar en prácticamente cada rincón de nuestra larga y angosta faja de tierra.
Pero todo eso les podría parecer un pelo de la cola en comparación con lo que están a punto de leer. Porque en El Definido elaboramos una lista con una serie de tradiciones/normas/costumbres del extranjero que, por lo menos si eres chileno, te sonarán como si fueran de otro planeta. A ver qué opinan.
Es una de las batallas milenarias en temática de género. Y no, no estamos hablando de desigualdad de sueldo u oportunidades, esto es algo mucho más serio (mentira). Se trata del dilema de la taza del baño: principalmente cuando las mujeres critican que los hombres la dejamos arriba o, peor aún, que salpicamos por aquí y por allá.
Pues bien, en Alemania eso es un tema. Tanto así, que es costumbre que los hombres orinen sentados para evitar algún inconveniente. Aunque la tradición se ha vuelto tan polémica, que hasta la corte de Justicia tuvo que pronunciarse al respecto y aclarar que los hombres tienen “derecho” a hacer pipí de pie. Esto, después que un arrendador demandara a su arrendatario por causar desmanes en el baño, debido a que acostumbraba hacer pipí parado. Dramático.
No estamos hablando de gases de efecto invernadero, ni gas pimienta, ni mucho menos del gas mostaza. Cuando se habla de gases “intestinales”, en China no hay tapujos, ¡de verdad! La potencia mundial se caracteriza por tener una de las costumbres más liberales respecto al manejo de los peos (o pedos) y eructos en público.
Por lo mismo, no te deberías sorprender si, estando en China, el saludo que te den en una reunión de negocios vaya acompañado de una estela de brócoli y cebollín del almuerzo. O que si estando en un restaurant, escuches que los comensales de la mesa de al lado soltaron un para nada disimulado gasecillo. Y es que está tan arraigada esta costumbre, que incluso algunas agencias de turismo japonesas sugieren a los visitantes chinos que eviten soltar gases en público (y no los culpamos).
Si vives en la parte occidental del planeta, lo más probable es que durante toda tu infancia te dijeron que debías guardar los dientes de leche que se te caían debajo de tu almohada, para que el ratón (o el hada) de los dientes llegue en la noche, se lo lleve y te deje un regalo.
El asunto es que no todos lo ven así. Sobre todo en Grecia. En el país de la cuna de la democracia se hace así: se te cae el diente, lo lanzas al techo de tu casa y rezas para que el diente que lo reemplazará crezca sano y fuerte. Así es, nada de frivolidades como dinero o regalos, lo que los griegos esperan es nada más ni nada menos que un diente que les permita “masticar pan crujiente”, según la oración que recitan en ese momento.
Es natural que nos den miedo los truenos. De hecho, cuando éramos chicos, solíamos taparnos con una frazada encima para amortiguar el terror. Pero en Japón reaccionan de otra manera y por una razón completamente distinta.
Allá, los niños se tapan el ombligo al escuchar un trueno. ¿La razón? Se trata de Raijin, también conocido como Kaminari-sama y que corresponde al dios del trueno. La mitología dice que si los niños no se tapan el ombligo cuando suena un trueno, este dios se puede meter en sus cuerpos por ahí. Y siempre es bueno prevenir, considerando que Raijin tiene una apariencia demoniaca.
Finlandia tiene alrededor de cinco millones de habitantes y la módica suma de aproximadamente dos millones de saunas. Es que allá están vistos como una necesidad y no como un lujo o una actividad recreativa, por lo que no es raro visitarlos en, literalmente, cualquier momento del día.
Ahí, los fineses acuden a estos recintos con amigos, familiares o hasta compañeros de trabajo. No por nada, se estima que van por lo menos una vez a la semana a los saunas. ¿Te acuerdas de la última vez que fuiste a uno?
En el 1848 se llevó a cabo una revolución en Hungría por un grupo de militares rebeldes que querían derrocar al imperio de los Hasburgo. Dicha misión fracasó y 13 generales fueron ejecutados. La leyenda cuenta que tras su derrota, los generales que salieron victoriosos celebraron haciendo un brindis tradicional, es decir, haciendo sonar sus copas.
Desde ahí se instauró la política de no hacer chocar copas o vasos al momento de hacer un brindis durante los siguientes 150 años. Y a pesar que la fecha se cumplió hace más de una década, sigue siendo mal visto hacer “salud” de esta manera, probablemente porque llevan más de un siglo y medio acostumbrados a no hacerlo.