* Tras las últimas masacres como el tiroteo en Florida o en Las Vegas, vuelve a encenderse la discusión sobre las armas de fuego en EEUU. ¿Cómo regular su uso y evitar más muertes, qué hacer al respecto? Les dejamos este artículo que hicimos hace un tiempo sobre el tema.
Con menos de 30 palabras se articula la que probablemente es la más polémica de las enmiendas de la constitución de EE.UU, que les otorga el derecho constitucional a los ciudadanos estadounidenses a portar armas.
A well regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed.
"Siendo necesaria una Milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar Armas, no será infringido".
Y es que la Corte Suprema de EE.UU ha hecho del derecho a portar armas un valor fundamental. En un fallo del máximo tribunal de 2010, quedó consagrado que el control de armas es sencillamente inconstitucional, estableciendo que cualquier ley que prohíba la compra o la posesión de armas va en contra de la Segunda Enmienda de la Constitución establecida en 1791, tumbando de un paraguazo 28 años de prohibición a la venta y posesión de armas de ciudades como Chicago (esto solo aplicaba solamente a un par de localidades).
Sin embargo, que no se pueda prohibir, no significa que no se pueda regular: en septiembre de 1994 durante el gobierno de Bill Clinton, el congreso de EE.UU. aprobó la Prohibición Federal de las Armas de Asalto, en donde se prohibió la venta y manufacturación para uso civil de cierto tipo de armas semi- automáticas, ley que expiró 10 años después durante el Gobierno de George W. Bush, sin ser renovada por el congreso.
El sociólogo del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago, Dr. Cristián Parker, consideró en un comunicado público que “la tenencia de armas en Estados Unidos facilita y genera condiciones favorables para que sucedan este tipo de masacres (como la de Las Vegas u Orlando) de la manera en cómo se dan: explosivas, violentas y masivas”.
Las cifras hablan por sí solas, cada año mueren 30 mil estadounidenses en incidentes relacionados con armas de fuegos, ya sean incidentes homicidios, suicidios o episodios de violencia doméstica. ¿Alta no? Bueno, aunque en el plano de los homicidios intencionales, la cifra parece baja al lado de otros países (basta con mirar a Honduras). En fin, actualmente EE.UU cuenta con 9 armas en poder de civiles por cada 10 habitantes, un tercio de todas las armas en posesión de civiles en el mundo.
Además, cada vez que ocurre alguna matanza como la de Orlando o la reciente en Las Vegas, las ventas de armas no hacen más que subir. Tras la matanza perpetrada en diciembre pasado en San Bernandino California por Syed Rizwan Farook y Tashfeen Malik, se vendieron más de 1,6 de millones de armas a lo largo del país, una cifra mensual récord, solo superada por las 2 millones de armas compradas en enero de 2013, tras el tiroteo de Newtown, en donde Adam Lanza asesinó a 20 niños y 6 adultos, para luego suicidarse.
Y es que cada vez que existe algún incidente, además de generar temor e incentivo a la autodefensa (comprando armas de fuego) se genera el temor de que el Congreso apruebe algún tipo de legislación que dificulte el conseguir armas. Los más conspirativos incluso creen que, tras cada nueva masacre, el gobierno busca aprovechar la coyuntura para requisar todas las armas del país e imponer la ley marcial.
El presidente de EE.UU. Barack Obama ha venido impulsando durante su gobierno una serie de medidas legislativas en pos del control de armas, las cuales han tenido un éxito bastante limitado.
A comienzos de 2013, el Vicepresidente del país Joe Biden encabezó una comisión especial que recopiló y estudió propuestas de más de 200 organizaciones civiles, en pos del control de armas. Entre las medidas más relevantes se encontraban: la prohibición de las armas de asalto y las de mucha carga, el aumento del acceso a ayuda psiquiátrica y el cierre de ciertos vacíos legales (en EE.UU se requiere un chequeo de antecedentes para comprar armas en una tienda autorizada, pero no para la compra en ferias o en internet).
Todas estas medidas fracasaron al no alcanzar los 60 votos del Senado requeridos para su aprobación.
Tras la masacre de San Bernandino, la cual fue perpetrada por personas con vínculos con el Estado Islámico, Obama empujó una prohibición a la compra de armas de todas las personas que se encuentran en la "lista de no volar" del FBI, que les prohíbe embarcarse en un avión por la posibilidad de tener vinculaciones con el terrorismo internacional o por presentar algún peligro público para quienes vayan en el avión. La medida, al igual que todas las medidas anteriores sobre el control de armas, fue rechazada por la dirigencia republicana, aduciendo que la lista no es perfecta y que muchas veces están incluidas en ellas personas que no deberían estarlo.
Obama no se dio por vencido, y dada la reticencia del Partido Republicano en pos de una avance en las medidas regulatorias, sumado al fuerte lobby de las organizaciones pro-armas, decidió actuar por cuenta propia.
A comienzos de año firmó una serie de “acciones ejecutivas”, es decir una serie de medidas que no requieren de la aprobación del congreso, pero de alcance limitado (que además pueden ser removidas de un solo plumazo por parte del próximo Presidente), entre las que se incluyen; la verificación de antecedentes a quienes traten de comprar armas peligrosas a través de una corporación o entidad legal anónima, la creación de un Centro de Investigación de Internet para localizar el tráfico ilegal de armas por la Red y la exigencia a los estados de proveer información sobre la gente no capacitada para poseer armas debido a que sufre alguna por enfermedad mental o por haber incurrido en actos de violencia doméstica.
El tema del control de armas es complejo. Quienes están a favor del uso libre de armas argumentan que las personas tienen derecho a utilizarlas para defenderse de agresores, al mismo tiempo que afirman que, sin importar si el uso particular de armas esté prohibido o no, los delincuentes las adquirirán de todas maneras en el mercado negro, más que mal la definición misma de un delincuente es que no obedecen la ley.
Hay algo cierto en esa afirmación: la prohibición de las armas no necesariamente garantiza que no hayan muertes por armas de fuego, al mismo tiempo que la alta posesión de ellas no significa necesariamente una elevada tasa de muertes por su uso.
México, que tiene unas de las legislaciones más estrictas del mundo en relación a porte y trasporte de armas, se encuentra entre los 10 países con más homicidios en el mundo (2014), la mayoría de estos perpetrados por armas de fuego.
En cambio Suiza, país que todos los ciudadanos deben servir en la milicia, y en donde hay más de 2 millones de armas entre 8 millones de personas, una de las más altas proporciones per cápita de armas de fuego del mundo. Sin embargo y pese a la amplia difusión de las armas en manos de civiles, en el país no hay una elevada tasa de criminalidad (aunque sí de suicidios).
Como se puede ver, el panorama no es tan simple, y en este mortal juego pueden entrar también factores como la cultura, la pobreza, la marginalidad, entre otros. A pesar de todo, afirmar que la legislación en pos del control de armas no tienen mayor efecto, o que incluso podría ser perjudicial, tampoco tiene reflejo en la realidad.
En marzo de 1996, en Dunblane (Escocia), un hombre entró en una escuela primaria y mató a 16 niños y su maestra. El impacto del crimen causó tal conmoción en Reino Unido, que se inició una campaña para prohibir la posesión privada de armas de fuego cortas. La petición recibió unas 700 mil firmas, forzando al cambio en la legislación, prohibiéndose la posesión de todo tipo de pistolas de uso civil.
Según cifras del año 2012, solo cinco personas habían muerto por armas de fuego en Escocia, una tasa de mortalidad 50 veces menor que la de EE.UU. Al mismo tiempo que en los últimos cinco años, la tasa de delitos con armas de fuego se redujo a la mitad.
Australia, por su parte, también implementó estrictas medidas contra la tenencia de armas tras una masacre en abril de 1996, en donde un pistolero abrió fuego contra un grupo de turistas en Port Arthur, en Tasmania, matando 35 personas e hiriendo a 23.
A los pocos días de la peor masacre de su historia,los gobiernos estatales y locales promulgaron una serie de leyes de control de armas. Esta medida fue potenciada por una compra masiva por parte del estado de armas semiautomáticas, escopetas y rifles, logrando sacar de circulación más de 600 mil, una quinta parte del total de armas en el país.
A los diez años de la implementación de las restricciones los resultados han sido positivos; los homicidios por arma de fuego cayeron en un 59%. Las tasas de suicidios por las mismas causas bajaron en un 65%.
En el país norteamericano, la defensa sin cuartel al derecho a poseer armas ha sido planteado como un asunto de derechos civiles individuales por poderosas organizaciones, como la Sociedad Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). A nivel de derechos tan fundamentales como la libertad de expresión o del voto, uno de los pilares sobre el que sostiene su argumentación el Partido Republicano y su candidato presidencial, Donald Trump.
Cómo afirmó Parker del IDEA, el derecho de los ciudadanos a portar armas "está asociado fuertemente al concepto de libertad en el país norteamericano. Ello, producto de hechos históricos que fundaron dicha nación y que avalarían el uso de las armas a nivel individual, como la guerra de independencia, la conquista del oeste o la guerra civil, entre otros eventos".
Históricamente, en EE.UU ha existido un espíritu de desconfianza hacia el estado, en donde son los mismos ciudadanos que entienden la responsabilidad de proteger a sus familias como propias. Al mismo tiempo que ven a una población armada como una vacuna contra un hipotético gobierno tiránico y dictatorial.
Este tipo de mentalidad, podría tener una gran responsabilidad a la hora de permitir un uso tan poco regulado de las armas. Incluso en países con una gran cantidad de armas en manos de la población civil como Suiza y Canadá, existen ciertas restricciones cierto tipo de armas, como la semi- automáticas que usó Omar Mateen, el joven estadounidense que perpetró el ataque en la discoteca gay Club Pulse de Orlando. Esto en parte, porque en aquellas sociedades existe mayor conciencia de la responsabilidad social que conlleva el porte y uso de armas.
¿Qué hacer entonces? No se trata de que la solución sea una permisión absoluta o una prohibición total de ellas, si no que poder regular su uso para que no caigan en manos equivocadas y su utilización solo se justifique como elemento disuasivo.
Si algo puede aprender EE.UU. de las positivas experiencias de Escocia y Australia, es el hecho de que fueron la sociedad civil y los gobiernos locales, quienes impulsaron las reformas al control de armas, entendiendo el problema de las muertes por armas como una problemática social que involucra a la comunidad en su conjunto.