Todos o casi todos alguna vez nos hemos cabeceado por un buen rato pensando en qué hacer con nuestras vidas, qué emprendimiento crear, qué necesidades faltan por cubrir en el país y cómo podríamos aportar, qué idea al hacerla tangible sería un verdadero éxito; y así un sin número de caldos de cabeza que tienen como único fin: descubrir algo novedoso, sorprendente o útil para ser un aporte para el mundo o simplemente para llegar directo a la cima y lograr solventar a nuestras próximas generaciones.
Y es que la ambición no tiene nada de negativo, y tampoco el hecho de cranearnos con las preguntas antes mencionadas, sino que el problema es que la mayoría nos quedamos con esas ideas al aire o anotadas en una libreta o en el bloc de notas del celular. ¿Por qué? Porque nos cuesta atrevernos y confiar en nuestras capacidades y nos quedamos eternamente esperando una revelación. Algo que nos confirme que si lo hacemos tendremos el éxito asegurado, porque tenemos miedo a fracasar, a invertir en una idea que no resulte rentable, o a quedarnos sobre la marcha sin poder concretar nuestro proyecto que parecía increíble.
Pero, ¿si les contamos que grandes inventos de nuestra historia han nacido de la noche a la mañana, de completo improvisto o en el momento menos planeado?, ¿O que grandes descubrimientos, tecnologías y productos que se han vuelto masivos nacieron como respuesta a una problemática o necesidad personal?
Así es, muchos grandes éxitos comerciales o tecnológicos han surgido de vivencias personales de sus propios creadores, de lograr observar en detalle lo que tienen a su alcance y de valorar y/o querer potenciar aquello en lo que son buenos o desarrollar eso que les hace falta. Y claro, como el clásico ¡Eureka! del matemático griego Arquímides al descubrir nada menos que la teoría de la densidad al introducirse en la tina de baño; muchos no nos damos cuenta que la respuesta está muy cerca de nosotros. Aquí les dejamos otros famosos que han tenido sus minutos de ¡Eureka!
Jan Koum, uno de los creadores del servicio de mensajería instantánea más popular del mundo, WhatsApp, tiene una historia digna de película. Jan es ucraniano. Nació en Kiev siendo hijo único de una familia humilde compuesta por su madre, dueña de casa, y por su padre que trabajaba en construcción.
La vida en Kiev era restrictiva y peligrosa, donde reinaba el miedo y la inestabilidad. Por esto, luego de la caída de la URSS y del fuerte antisemitismo que se intaló en Kiev, Jan emigró a Estados Unidos junto a su madre cuando tenía 16 años y su padre nunca logró viajar al extranjero. Gracias a un programa de apoyo social, recibieron un pequeño departamento y la madre se puso a trabajar de niñera, mientras Jan barría pisos en una tienda de combustible.
Luego su madre fue diagnosticada de cáncer y se mantuvieron un tiempo sólo con la pensión de invalidez que ella recibía, acudiendo a los comedores sociales del barrio en busca de ayuda. No tenían noticias de su padre, ya que el costo de llamadas a larga distancia era altísimo y el miedo a la vigilancia también. Pero su vida cambió, cuando a los 18 años entró a estudiar programación con manuales de segunda mano, y finalmente ingresó a la Universidad Pública de San José donde trabajó en empresas como Ernst & Young y Yahoo. En esta última conoció a Brian Acton con quien terminaría fundando WhatsApp.
El excesivo control que vivió en Ucrania es lo que le llevó a desechar la idea de una aplicación destinada a “vigilar” a sus usuarios y optó por una comunicación libre y simple. Esta fue una de las ideas que más éxito le reportó a la aplicación, lo que le permitió el acuerdo de compra firmado con Facebook, con el que vendió WhatsApp a 16.000 millones de dólares, acuerdo que firmó en la puerta del comedor social al que acudía con su madre.
Nick Woodman es un joven norteamericano que se licenció en Artes Visuales en la Universidad de California, y tras fracasar en su primer negocio, decidió tomarse un año sabático para dedicarse a su pasión y surfear por todo el mundo, año en el que vivió arriba de una furgoneta.
Mientras capeaba olas se dio cuenta que no existía ninguna cámara fotográfica capaz de capturar sus hazañas en el mar, y así comenzó a crear distintos prototipos sumergibles y logró sus primeras imágenes de no muy buena calidad.
Luego, junto a su actual mujer, comenzó a vender collares comprados en Bali por 2 dólares en California, para financiar su pequeña empresa de cámaras sumergibles, y de a poco la fue perfeccionando, con distintos préstamos, hasta alcanzar la actual GoPro, la cámara fotográfica más famosa del mundo, especial para deportes extremos, que además permite realizar videos.
Hoy su nombre figura en el listado de multimillonarios del mundo tecnológico. Lo que comenzó con una idea de un enamorado del surf, ahora es una empresa con 500 empleados que al cierre de 2013 generó 986 millones de dólares, según Business Insider.
El sueco Ingvar Kamprad creció en una pequeña granja en la provincia de Smaland y desde muy pequeño tenía ojos de emprendedor. Siempre estaba pensando en un nuevo negocio que le permitiera juntar dinero para comprar juguetes o para irse de vacaciones con sus amigos. Descubrió los almacenes al por mayor, donde compraba todo tipo de cosas que luego vendía por unidad, logrando un excedente importante, el que iba ahorrando con paciencia para luego reinvertirlo en un nuevo negocio.
Un día, cuando tenía 17 años y su familia se mudaba a una nueva casa, Ingvar notó lo difícil que era trasladar los muebles, ya que estos simplemente no cabían en el auto familiar, y se dio cuenta que sería mucho más fácil si éstos fuesen desmontables. Y así, con el dinero que le dio su padre por lo bien que le iba en sus estudios, el joven trabajó en el diseño y fabricación de sus primeros muebles de auto montaje, y llamó a su pequeña empresa IKEA (por las dos iniciales de su nombre y las de su pueblo).
Con el tiempo comenzó a agrandar su negocio, lanzando distintos catálogos de muebles funcionales y económicos, y hoy Ingvar tiene un patrimonio de más de 54.000 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos del mundo y IKEA es conocida como la tienda de muebles más importante del mundo.
Todos sabemos que Samuel Morse creó el telégrafo y que envío su primer telegrama con la histórica frase: ¡Qué ha traído Dios!, pero pocos sabemos cómo es que este estadounidense llegó a crear el primer sistema de comunicación instantánea de la historia.
En 1825, Samuel Morse era un consagrado pintor y se hallaba en Washington D.C. realizando un retrato del Marqués de La Fayette, el héroe francés de la guerra de independencia. En esto estaba cuando un día llegó un mensajero para informarle que su mujer estaba enferma, y al día siguiente recibió otra carta, esta vez de su padre, que anunciaba la repentina muerte de su esposa.
Morse dejó el retrato inconcluso y viajó lo más rápido pudo hasta su hogar en Nueva Haven, pero ya era demasiado tarde. El cuerpo de su mujer ya había sido enterrado hacía siete días y Morse quedó completamente devastado con la noticia, al darse cuenta que mientras él vivía tranquilo pintando en Washington, ya habían pasado varios días desde la muerte de su esposa. ¿La razón?, las cartas demoraban días en llegar a su destinatario, por lo que no alcanzó a pasar las última horas acompañando a su mujer enferma.
Abatido con la pérdida, Morse se dedicó a la búsqueda de métodos más efectivos para la comunicación entre largas distancias, creando finalmente el telégrafo, el primer aparato que permitía la comunicación instantánea a través de un código basado en puntos y rayas.
Los fideos instantáneos han sido la solución para un almuerzo rápido, económico y apurado de cualquiera que haya sido estudiante o haya vivido solo. Hay variedades para preparar en 3 minutos y otras más extremas a las que simplemente les echas agua caliente, los tapas y listo, ya tienes un almuerzo. Estos fideos han sido considerados “la mayor invención japonesa del siglo XX” y el responsable es Momofuku Ando.
Este japonés quedó en la ruina luego de que su empresa de textiles quebrara en 1948, época en la que la escasez de alimentos y la pobreza reinaban en Japón como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Para salir adelante y empezar de cero, Ando decidió emprender en el rubro alimenticio, totalmente desconocido para él.
Cuenta que la idea surgió cuando estaba un día pasando por la ciudad y vio una fila de unos 20 o 30 metros en frente a un local de ramen (fideos) y que la gente esperaba tiritando de frío, pacientemente para poder comer un plato de tallarines.
Aquí se dio cuenta que existía una necesidad y que si lograba crear unas pastas instantáneas económicas, conseguiría un negocio exitoso de inmediato y de pasada, evitaría este sufrimiento a sus compatriotas. Y así fue como creó los noodles o pastas instantáneas, hoy tan famosas por demorar sólo 3 minutos en su preparación.
La contribución de Ando ha sido vista por Japón -y por muchos otros en el mundo- como una ayuda a eliminar el hambre en el mundo. Su idea ha alimentado a millones de personas de una manera barata y fácil, y ha servido para darle de comer a personas afectadas por desastres y pobreza, y por esto Ando recibió muchas medallas del gobierno y del emperador por sus logros en alimentar a la población antes de su muerte en 2007.
Y como estos casos ejemplares hay muchos otros. Por ejemplo, la creadora del sostén, es Caresse Crosby, una joven que en su fiesta de estreno en sociedad notó que el corsé era incómodo y decidió adaptarlo a su figura, dejando sólo la parte superior y rápidamente se convirtió en la prenda de moda del momento, hasta instaurarse como un ítem fundamental en la ropa interior femenina.