Delegados de 195 países se encerraron el 30 de noviembre y resurgieron este viernes 11 de diciembre, risueños como adolescentes luego de una primera cita. Salió humo blanco en París.
Anteriormente habíamos hablado de la importancia de la Cumbre recientemente finalizada. Era la oportunidad para que los países del mundo finalmente se pusieran en la misma página respecto al cambio climático, fenómeno que bien podría acortar nuestra existencia en este planeta si no se genera un cambio a nivel global pronto. París no decepcionó.
El humo blanco se expresa en una documento de 32 páginas, titulado "Adopción del Acuerdo de París", la hoja de ruta ecológica que el mundo estaba pidiendo desde hace décadas y para el que se necesitó de no pocas cumbres infructuosas.
The Guardian lo llamó el "mayor éxito diplomático del mundo", el Secretario de Estado estadounidense y John Kerry, "una victoria para todo el planeta y para futuras generaciones". A continuación, te contamos sus principales puntos.
Nada de divagaciones. La meta a largo plazo establecida dentro del acuerdo es mantener el aumento de temperatura a un máximo de 2°C (comparado con niveles preindustriales) para finales de siglo, y enfatiza que los países deben hacer un esfuerzo para reducirlo a 1,5°C, temperatura estimada como "zona segura" por científicos medioambientales.
El cómo depende del plan presentado por cada país. Recordemos que previo a la Cumbre, se presentaron 186 metas voluntarias de países que representaban el 97% de las emisiones de carbono del mundo, las que están acogidos dentro del acuerdo. Si bien los planes actuales no hacen lo suficiente por el cambio climático (se estima que el aumento sería de 2,7°C, muy superior a la meta de la ONU), esto se resolvió mediante el compromiso de que cada país, a partir de 2020 y cada cinco años, presente una actualización de sus metas.
Era el fantasma de cumbres pasadas. El principal fracaso de acuerdos previos radicaba en que siempre existía un grupo de países que, por alguna razón, no estaban "ni ahí". El Protocolo de Kioto, por ejemplo, no fue todo lo efectivo que se esperaba, debido a la negativa de Estados Unidos de firmarlo. París no fue el caso.
Fueron cerca de 200 países los que firmaron el acuerdo, un logro no menor, dada las históricas diferencias entre países desarrollados y en vías de desarrollo que ya derrumbaron negociaciones en cumbres pasadas, como la de Copenhague en 2009. Como les mencionábamos, la mayoría de los países firmantes (186 de 195) ya cuentan con un plan nacional que se considera parte del acuerdo.
Uno de los principales esperanzas previas a la Cumbre, es que finalmente se lograra un acuerdo que obligara a los países legalmente a hacerse responsables de sus promesas. Esto se logró, al menos en parte.
Si bien los países no estarán obligados a cumplir sus metas y no existirán sanciones de por medio (aunque, según observadores, esto nunca fue un objetivo de la Cumbre), el acuerdo sí llama a la creación de comité de expertos que "facilite la implementación" y "promueva el cumplimiento" de los compromisos de países firmantes, según la realidad de cada nación.
También se llegó a un acuerdo para la creación de un marco de referencia para monitorizar, medir y verificar las reducciones en las emisiones que cada país deberá aplicar en sus reportes de progreso, logrando así estandarizar este importante instrumento. El marco, eso sí, dará mayor flexibilidad a países en vías desarrollo en cuanto al nivel de detalles, frecuencia y alcance de estos reportes.
Uno de los puntos más criticados ha sido la vaguedad con la que se describieron las responsabilidades de los países más desarrollados con sus pares del tercer mundo.
Aunque expresa que estos primeros deben "proveer de asistencia financiera para países en desarrollo en mitigación (cambios tecnológicos que reduzcan las emisiones) y adaptación (para reducir vulnerabilidades frente a los efectos del cambio climático)", y estipula 100 mil millones de dólares anuales, con un incremento para 2025, deja en al aire la responsabilidad de qué montos le correspondería a cada país aportar del total.
También se critica el hecho de que países que han tenido un alto impacto en el calentamiento global, como Estados Unidos, hayan tenido pase libre de culpas y compensaciones por los efectos que sus industrias están causando a nivel mundial, y cuya peor cara se ve en los países subdesarrollados.
"No hay suficiente en este trato para las naciones y personas que están en la primera línea del cambio climático", publicó al respecto Kumi Naidoo, Director Ejecutivo Internacional de Greenpeace. "Contiene una injusticia inherente y arraigada. Las naciones que causaron este problema prometieron muy poca ayuda a las personas que ya están perdiendo sus vidas y sustento".
Coincide también con estas declaraciones Tim Gore, cabeza del departamento de políticas climáticas de la confederación caritativa internacional Oxfam. "Hay muy poco en este acuerdo para dar a las comunidades más pobres del mundo la tranquilidad de que van a ver un aumento en los fondos para hacer frente al cambio climático en los próximos años ", señala.
Con el fin de no dejar que "pase la vieja", el Acuerdo fija para 2018 la próxima revisión del progreso mundial respecto a los objetivos de largo plazo. Para esta misma fecha, también invita al Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático a proveer de un reporte especial sobre el impacto del calentamiento global de 1,5°C sobre niveles pre-industriales.
Cabe decir que el acuerdo deberá ser ratificado por sus firmantes entre abril 2016 y abril 2017, en las oficinas de la ONU en Nueva York.
Si bien el Acuerdo tiene un aire a resolución de Año Nuevo, se trata de un documento histórico porque demuestra, por primera vez, que el mundo está en la misma sintonía respecto a la gran amenaza que hemos causado nosotros mismos, y garantiza actualizaciones frecuentes a los compromisos de cada país.
Quien explica muy bien el rol del acuerdo es Bill McKibben, cofundador del movimiento contra el calentamiento global 350, quien dice: "Esto no salvó al planeta, pero puede haber salvado la oportunidad de salvar al planeta".
No contiene una receta mágica ni novedades científicas, porque su papel siempre iba a radicar más en lo simbólico. "Los gobiernos unidos del mundo dicen que la era de los combustibles fósiles está llegando a su fin", interpreta The Economist. Se trata del espaldarazo que estaban esperando empresas, científicos, organizaciones y civiles, cuyos antiguos esfuerzos ecológicos, en muchas oportunidades, chocaban con anticuadas mentalidades de la esfera política que en París fueron, podríamos decir, finalmente exorcizadas.