Finlandia, además de ser conocido por ser el país con mayor cantidad de bandas heavy metal y saunas per cápita, se destaca por sus generosos programas sociales.
A ojos de los finlandeses, el sistema de bienestar no hace a la gente más floja –y su opinión se encuentra respaldada por estudios–, sino que se trata de una garantía de dignidad y condiciones de vida aceptables para sus ciudadanos.
Como parte de los beneficios sociales otorgados por el gobierno a todos los finlandeses, destaca una pensión mínima de 750 euros mensuales (unos 570 mil pesos), educación gratuita que incluye mensualidades de manutención para universitarios y un seguro de cesantía universal que se extiende por 500 días.
Pese al buen estatus que ocupa el país en cuanto a desarrollo social y económico, no está libre de problemas, siendo el principal el desempleo que recientemente alcanzó las tasas más altas en 15 años (11,8%).
Para resolver estos problemas, el actual gobierno finlandés, liderado por el Primer Ministro Juha Sipilä, prometió una cultura de “audaces experimentos políticos” cuyo mayor botón de muestra es la intención de modificar el actual sistema de programas sociales y convertirse en el primer país del mundo en ofrecer un "ingreso mínimo universal", en otras palabras, recibir un sueldo mensual del gobierno simplemente por ser finlandés y mayor de edad.
Kela, la Institución de Seguridad Social finlandesa, será la responsable de llevar a cabo el estudio que servirá como demostración empírica de la viabilidad (o no) de la idea que, según una encuesta realizada este año, cuenta con la aprobación de un 69% de la población.
Cómo, a quiénes y cuánto, todavía son preguntas abiertas. El monto ilustrativo que circula por medios es de 800 euros mensuales (unos 617 mil pesos), aunque Olli Kangas, director de investigación de Kela, comentó para Vox que no es una suma fija y que todavía no hay nada decidido.
La idea de Kangas es probar varios modelos, dando de referencia cuatro posibles:
Kangas señala que en ningún caso el ingreso mínimo podría reemplazar a todos los beneficios de seguridad social, dando como ejemplo el seguro de cesantía. Como los sindicatos tienen un papel muy importante en el fondo de cesantía, reemplazarlos supondría un golpe importante a su influencia política.
La lotería que decidirá quienes serán parte del estudio podría tomar dos formas no excluyentes: personas individuales y comunidades. Dado el "efecto cascada" que podría tener el ingreso mínimo en todo un pueblo, es este último caso el de mayor interés para Kangas y, según reporta la BBC, también para el Primer Ministro Sipilä.
“Si las personas en una zona pequeña obtienen los beneficios, su comportamiento cara a cara con otras personas cambiará, empleados y empleadores cambiarán su comportamiento, los encuentros entre clientes y asistentes sociales y oficinas de empleos cambiarán”, explica.
¿Será la vida en el pueblo que recibe el ingreso mínimo muy distinta al que no? Esta será una de las interesantes interrogantes que contestará el estudio.
Dada la relevancia y complejidad de la tarea, el consorcio que llevará a cabo el estudio –que incluye universidades, think tanks y centros de investigación– se dio 2016 para definir los pasos concretos, siendo entre 2017 y 2019 los años del estudio.
“Para mí, el ingreso mínimo significa simplificar el sistema de seguridad social”, dijo el Primer Ministro Sipilä. Disminuir la cantidad de trámites burocráticos sería uno de los beneficios del ingreso básico mínimo.
Más importante es el papel que tendría en las altas tasas desempleo ya mencionadas. Muchos finlandeses prefieren buscar la seguridad del escaso trabajo estable, que el trabajo temporal más abundante, porque este último acarrea menos beneficios sociales. Un piso firme les permitiría emplearse en trabajos peor remunerados, pero sin sufrir consecuencias en su calidad de vida.
Liisa Hyssälä, directora general de Kela, también cree que el plan le permitiría al gobierno ahorrar millones de euros, aunque, dado que todavía no se define cómo se implementará, es demasiado pronto para darlo por sentado.
El experimento finlandés tiene mucha relevancia, porque se trata de uno de los pocos estudios que tratará los efectos de un ingreso mínimo garantizado, y seguramente, si se siguen los lineamentos esbozados por Kela, será el más riguroso y completo.
El miedo histórico a implementar esta medida se debe a sus posibles efectos secundarios: una población menos activa, más ociosa y menos motivaciones para trabajar. Para suerte de Finlandia, los pocos antecedentes existentes demuestran que no es el caso.
El único estudio de una comunidad completa bajo un ingreso mínimo data de los años '70 y fue realizado en Dauphin, Canada. Fueron cinco años donde prácticamente se erradicó la pobreza, y mejoró la salud y el desarrollo social de sus habitantes. "Hubo mucha gente que realmente se benefició de aquello", recordaba el año pasado una de las participantes del estudio para HuffingtonPost. Lamentablemente, el programa no prosiguió debido a un cambio de coalición en el gobierno en 1979.
Más allá de este estudio en particular, otra importante lección, sobre todo para nuestro continente, que suele embarcarse en experimentos políticos y económicos dudosos, es la metodología finlandesa para tomar decisiones sobre políticas públicas: realizar pilotos experimentales que tengan una rigurosidad científica y que permitan demostrar las ventajas y desventajas de aplicar modificaciones profundas en programas sociales, antes de pretender implementarlos. Así, son los hechos y no las teorías, suposiciones o ideologías, las que determinan si aplicar o no una nueva política pública; de modo que cada paso se puede dar sobre seguro, y sin perder valiosos recursos y tiempo. ¿Llegaremos a ser así de rigurosos algún día?