En 2008, el periodista canadiense Malcolm Gladwell desmigó los secretos del éxito de Bill Gates, Los Beatles y otros personajes que habían alcanzado un nivel de "maestría" en sus áreas, y llegó a una conclusión: todos acumulaban miles de horas haciendo lo que los había llevado a este punto, y no solo eso, llegó a un número exacto: 10 mil horas.
"10 mil horas es el número mágico de la grandeza", escribió Gladwell, poniéndole punto final al mito del talento innato. Ni Lennon, Ni Gates, ni seguramente Alexis Sánchez nacieron con "algo especial", simplemente tocaron, programaron o jugaron el tiempo suficiente para llegar a un nivel de maestría.
Por supuesto el número no era nada aleatorio. Estaba basado en un destacado estudio de 1993 llevado a cabo por el psicólogo K. Anders Ericsson, quien descubrió lo que diferenciaba a alguien que tocaba bien el violín de un virtuoso del instrumento.
Aunque todos los sujetos del estudio comenzaron a tocar a los cinco años, el grupo que se desempeñó mejor, descubrió Ericsson, se componía de aquellos que practicaban deliberadamente (es decir, con el objetivo de ser mejor), en promedio, 30 horas semanales cuando llegaban a los 20 años. Esto significaba que, haciendo cálculos, los mejores acumulaban cerca de 10 mil horas de práctica.
Si bien el estudio ya era conocido, Gladwell, quien destacaba por su prosa ágil y fácil de digerir, le dio el estatus pop al concepto. No había secretos para el éxito, era simplemente algo lógico que, en verdad, siempre hemos sabido: mientras más hagas algo, mejor lo vas a hacer.
Es fácil entender por qué gusto tanto el libro de Gladwell. Somos seres racionales y, como tales, nos cuesta incorporar conceptos como la suerte y el "talento" como factores que afectan nuestra vida. La "regla" de las 10 mil horas nos decía que somos todos tan iguales como capaces, y que el éxito es siempre fruto del esfuerzo.
Si no me creen, miren a Dan McLaughlin, un fotógrafo que, luego de que regalaran el libro de Gladwell, decidió dejarlo todo y dedicarse al golf, un deporte que jamás antes había practicado. Se espera que para el próximo año, Dan llegue a las 10 mil horas de práctica.
¿Pero es realmente la práctica lo único que hace el maestro? ¿es siquiera el factor más importante? ¿podrá McLaughlin llegar a ser un maestro del golf? ¿o terminará demandando a Gladwell por arruinar su vida?
En 2014, la psicóloga Brooke Macnamara se preguntó lo mismo con su meta-análisis "práctica deliberada y desempeño en música, juegos, deportes, educación y profesiones", donde revisó 88 estudios que tocaban el tema.
Los resultados seguramente le darán a McLaughlin y su sueño de golfista millonario una sorpresa poco grata: en promedio, se encontró que la práctica es responsable del 26% de la varianza de rendimiento en juegos, 21% en logros musicales, 18% en deportes, 4% en notas de universidad y menos de 1% en éxito profesional.
Quizá más preocupante fue la marcada diferencia de los efectos de la práctica dependiendo de cómo se ingresaron las horas en cada estudio. En aquellas donde fueron auto-reportadas, como en el estudio de Ericsson, tuvo un 5% más de influencia en la varianza de desempeño que en aquellos donde las horas fueron registradas en un sistema electrónico. Es decir, mientras más riguroso el estudio, menor importancia tuvo el número de horas de práctica.
¿Qué es lo importante entonces? Macnamara y compañía no pudieron identificarlo concretamente, aunque se establecen tres posibilidades.
"Hay probablemente muchos factores. (...) Uno podría ser la edad en la que la persona comienza a involucrarse de forma seria en cierto dominio". Otra sería la inteligencia, la que estudios han demostrado que "predice positivamente el desempeño en un amplio rango de dominios, incluyendo música, ajedrez, estudios, y virtualmente cualquier ocupación". Finalmente, Macnamara menciona que ciertas habilidades específicas podrían también jugar un papel decidor, como la capacidad de memoria de trabajo, citando un trabajo de 2010 que descubrió que es un factor importante en el desempeño de tanto pianistas novatos como experimentados.
El problema de la "regla" de las 10 mil horas es que simplifica (ahí su atractivo) de sobremanera el tema del desempeño. No es completamente errónea, pero, como habrán visto, su validez depende en gran manera del contexto.
Estar en el momento justo, en el lugar adecuado parece tan importante como practicar. Este es el mensaje del periodista Frans Johansson, en su libro The Click Moment. Johansson no concuerda completamente con Gladwell y su "regla", aunque sí destaca que aplica en ciertos casos.
"A pesar de una tremenda cantidad de investigaciones que apoyan esta noción, aun parece marcadamente incompleta", escribe Johansson, "de hecho, este tipo de enfoque sobre el éxito parece solamente aplicar a ciertos tipos de actividades, como el tenis, el ajedrez, violín y basquetbol. La regla parece caerse a pedazos en la mayoría de otros casos de éxito", agrega.
Efectivamente, al menos en deportes, existen casos de personas que nacieron y fueron criadas para alcanzar la cima, explica Johansson, por ejemplo, las hermanas Williams, Venus y Serena, ambas tenistas.
Jacqueline Edmondson, biógrafa, explica en su libro Venus y Serena Williams, que su padre, Richard, decidió antes de que nacieran que sus hijas (o hijos) serían tenistas, luego de ver a la tenista Virginia Ruzici jugar en televisión y ganar una buena cantidad de dinero al coronarse campeona de un torneo menor.
Cuando las hermanas aún no alcanzaban los cinco años, su padre ya tenía un plan de 78 hojas donde estipulaba cómo se entrenarían. Tanto Serena como Venus alcanzaron fácilmente las 10 mil horas antes de cumplir 18 años, y los resultados se han podido ver desde entonces: Serena es número uno del mundo actualmente, con 21 Grand Slams bajo el brazo, Venus también alcanzó la cima del ranking, ganando 7 Grand Slams.
Johansson menciona un caso más extremo aún, el del psicólogo húngaro László Polgár quien creía que "Un genio no nace, sino que es educado y entrenado. Si un niño nace saludable, es un genio en potencia".
Tal fe le tenía a esta creencia, que comenzó a buscar una esposa con el único específico de convertir a su prole en un ejemplo vivo de que "el genio no nace, se hace". Tuvo tres hijas, Zsuzsa, Zsófia y Judit, las cuáles educó específicamente para que fuesen maestras del ajedrez, y lo logró: todas alcanzaron títulos de maestría en este deporte, y dos llegaron a la cima del ranking de mujeres.
Claro, se trata de casos extremos, pero si revisamos la historia de los campeones de la mayoría de los deportes, veremos que ciertos aspectos se repiten: comienzan muy jóvenes, por lo general sacrifican otras cosas para concentrarse en la actividad y en ningún caso se podría hablar de "suerte". No existen casos de novatos que, por cosas del destino, son campeones al día siguiente.
¿Por qué en el deporte la práctica parece algo necesario y en otros aspectos no? Recordemos el meta-estudio de Macnamara, que concluía que la práctica deliberada era responsable del 26% de la varianza en el desempeño en juegos, 18% en deportes, mientras que 4% en notas en la universidad y menos del 1% en profesiones.
¿Qué hubiera pasado si el objetivo de Polgár hubiese sido criar a la mejor bióloga, arquitecta o periodista del mundo? Un desastre, según lo que explica Johansson.
Resulta que la teoría de la práctica solo es efectiva en ciertos campos predecibles y de reglas rígidas. Tomemos como ejemplo el tenis. La forma de jugar, la indumentaria y el equipo han cambiado poco y nada desde que el padre de las hermana Williams decidió que tendría hijos campeones en aquel deporte. "Es un sistema fijo que limita la creatividad y no permite excepciones, lo que significa que puede conocerlo al revés y al derecho y llegar a la cima practicando", escribe el periodista.
¿Qué hubiese pasado si el tenis "evolucionara" como lo hace un área profesional, digamos, la computación? Hablamos de un área que es irreconocible si miramos incluso hace relativamente poco tiempo ¿se acuerdan de los diskettes? ¿esos monitores que pesaban como quince kilos cada uno? ¿el irritante sonido que significaba conectarse a la Internet a través de un modem telefónico?
Lo que Gladwell quizá debió haber mencionado, es que la famosa "regla" no es "regla" para la gran mayoría de las personas, sino solo para estas áreas específicas, cuya rigidez minimiza el efecto de la aleatoriedad y maximiza el de la práctica deliberada.
¿Cómo hablar de práctica en el actual mundo de la música popular, por ejemplo, donde cualquier persona, subiendo un video a YouTube, se puede convertir en la próxima estrella? ¿O en el de la tecnología, dónde una empresa con gran tradición como Nokia cae del trono de los celulares frente a un competidor que nunca antes los había hecho (Apple)?
"El mundo en general es, de hecho, mucho más como el hip-hop que como el violín clásico, mucho más como las artes marciales mixtas que como el boxeo. En la mayoría de las situaciones, las reglas del juego cambian todo el tiempo", explica Johansson.
Si nuestro dominio sobre la mayoría de nuestro intereses es menor al que podríamos pensar ¿cómo es que hay personas que parecen tocadas por una varita mágica y tienen éxito tras éxito?
Tomemos a Richard Branson, empresario que fundó una disquera a los 20 años, y que con el tiempo se convirtió en una mega-marca que ha echado raíces en todo tipo de industrias, Virgin. Hablamos de un tipo que abrió su propia aerolínea sin tener idea del negocio ¿Fue solo suerte?
Si bien podríamos decir que Branson ha tenido suerte, existen formas de actuar y pensar que facilitan cambios inesperados y beneficiosos. Uno efectivamente crea su propia suerte.
Johansson describe cinco recomendaciones aplicables en negocios y en otros aspectos.
1. Haz muchas apuestas
No, no apuestas de casino ¡así que guarda esa tarjeta de crédito! Si la suerte es tirar un dado, mientras más dados tires, más posibilidades hay de "ganar", por lo que seguir solo un plan, un negocio, una idea, es el equivalente al all in (apuestas todo). Si quieres ser más suertudo, pruebas varias cosas a la vez.
2. Minimiza la apuesta
Si pensaste con el primer punto "que flojera, no quiero hace más cosas", éste te subirá el ánimo. La idea es tratar varias cosas, pero invirtiendo poco tiempo y energía, dice Johansson, hasta que una sea un hit. En pocas palabras, es minimizar el costo y riesgo de cada apuesta.
3. Toma el primer y más pequeño paso ejecutable
Luego de ese primer click, es esencial tomar una acción, pero que sea la de menor gasto de energía y dinero posible.
4. Calcula la "pérdida aceptable" más que el "retorno sobre la inversión"
Dado que es imposible predecir con exactitud el futuro de la idea que hizo click (ya vimos que el mercado es más impredecible que los fenómenos climáticos) en la mayoría de los casos, calcular el retorno sobre la inversión es una pérdida de tiempo e incluso dañino, porque implica pensar lógicamente en un área que no lo respeta. Johansson sugiere, en cambio, calcular lo que uno estaría dispuesto derechamente a perder.
5. Usa la pasión como combustible
Cuando ya existe esa sensación de que "esto es", es entonces cuando deberías aplicar cada consejo motivacional que te han dado. "Son aquellos apasionados los que se agarran a su inversión inicial y la ven prosperar", dice Johansson.