*Esta nota fue originalmente publicada en 2014.
"Bienvenido a Hong Kong", me dice el arrendatario abriéndome la puerta del apartamento. El espacio era mínimo. Tres puertas cerradas, un living de metro y medio de ancho donde apenas cabía un pequeño sofá enfrentado a una televisión plana pegada en la pared, y un estrecho pasillo hacia la cocina y el baño. Para una sola persona habría sido frugalmente acogedor, pero para los tres que vivíamos ahí se hacía algo estrecho. O al menos así lo pensé en ese momento.
La habitación que arrendé tenía poco más de cuatro metros cuadrados, y ninguna ventana. Lo que otros considerarían un walk-in closet, yo lo llamaría hogar por los siguientes ocho meses, pero a decir verdad nunca me incomodó. Es más, terminó siendo algo así como una bendición: al estar en el corazón del edificio, mi "búnker" me hacía inmune a los bocinazos y gritos que emanaban de la calle 24 horas al día.
El buen precio que pagaba dar clases de español me ayudó a cubrir el arriendo mensual de 5.000 dólares de Hong Kong, unos 340 mil pesos chilenos en ese tiempo. Era el precio de vivir en el centro de una de las ciudades con el mercado inmobiliario más caro del mundo.
En promedio, se estima que el metro cuadrado en Hong Kong cuesta el equivalente a unos 7 millones de pesos chilenos (aproximadamente 306 UF al día de hoy o 15 mil dólares), y hay propiedades de lujo que se han llegado a vender por 49 millones de pesos por metro cuadrado (alrededor de 2.160 UF o 100 mil dólares).
Para dar otro punto de referencia, en la misma superficie de la comuna más poblada de Chile (Puente Alto, con poco más de medio millón de habitantes), dos zonas de Hong Kong -la isla de Hong Kong y Kowloon- concentran algo así como tres millones de personas, con una densidad poblacional de más de 35 mil individuos por kilómetro cuadrado.
Caminar por esos barrios sobre poblados a la hora del almuerzo es como estar en cancha en un recital de rock. A eso súmale la humedad y los calores de verano, y el salir de la oficina para almorzar se convierte en tirarse un piquero a un caldo humano de proporciones épicas. Día tras día.
Es tan poco el espacio en la ciudad que no hay asientos en la calle; si quieres sentarte tienes que encontrar un parque o meterte a algún sucucho donde estás obligado a comprar algo de comer (si no, te echan casi a escobazos).
Al mismo tiempo, las muchedumbres son el hábitat natural de los carteristas y los amigos de lo ajeno, por lo que hay que constantemente revisar que no te estén metiendo palillos al bolsillo para sacarte el celular o la billetera.
Se estima que un 20% de la población de Hong Kong vive en la pobreza (comparado con un 14,4% en Chile según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 2011), y una gran parte de ellos vive en pequeños apartamentos subsidiados por el estado o en instalaciones ilegales en edificios.
Los más pobres viven en la calle, o si logran ganar un poco de dinero pueden pagar el equivalente a 170 dólares u 80 mil pesos mensuales para vivir en jaulas (literalmente) apiñadas dentro de viejos edificios. Esta es la situación de decenas de miles de personas en esta ciudad. (Para más información sobre este tema puedes ver este link hacia un artículo del periódico inglés Daily Mail)
A medida que fui familiarizándome con esta realidad, mis cuatro y algo metros cuadrados de hogar se sintieron cada vez más grandes y lujosos, y cocinar en la cocina de un metro por un metro se hizo más llevadero.
Hace pocos meses, la Sociedad de Organización Comunal (SoCO, por sus siglas en inglés) lanzó un impresionante set de fotos (link) para mostrar las condiciones en que viven los habitantes de menores ingresos de la ciudad. Miles de familias de cuatro o cinco personas viviendo en apartamentos de 12 metros cuadrados o menos, y ancianos o personas solteras viviendo en espacios aun menores.
Si bien en Chile hay personas viviendo en condiciones discutiblemente más precarias que en esta región asiática, choca el ver este tipo de situaciones en una de las economías más desarrolladas del mundo: Hong Kong ocupa el octavo puesto en la lista del Banco Mundial de países con mayor PIB per cápita con 50.551 dólares por cabeza, mientras que Chile está en el puesto 53 con 17.310 dólares per cápita.
Como en todos lados: se adapta. Los que pueden pagar el incremento de arriendo lo hacen, o si no se mudan a barrios más asequibles. Conocí a personas que en veinte años se habían mudado 17 veces de hogar. ¡17 veces!
Otros pasan décadas pagando el préstamo para comprar su apartamento (las casas no son muy comunes en Hong Kong), y hay un pequeño porcentaje de la población que puede arrendar o comprar lo que se le antoje (ejecutivos y empresarios ganando salarios y bonos de millones de dólares al año).
Aproximadamente el 30% de la población vive en apartamentos subsidiados por el estado, donde pagan una fracción del costo del arriendo mensual (entre 35 y 500 dólares americanos más o menos dependiendo del lugar). Hay casi 200 mil personas en la lista de espera para estos lugares, y el tiempo promedio de espera es 2 años y medio. Muchos de éstos son los que viven en jaulas o en apartamentos ilegales.
En este sentido, en Chile tenemos una gran ventaja en comparación con Hong Kong: territorio. Si bien los incentivos para mudarse a otras regiones fuera de la Metropolitana podrían verse más atractivos de la mano de un buen plan de descentralización (¡Santiago no es Chile!), la opción siempre estará ahí para quienes estén aburridos de ver el precio de los arriendos y propiedades subir por los cielos, sin mencionar el esmog y los tacos cada vez más abominables.
Ahora que leyó esto, salga a estirar las piernas. ¡Y agradezca que puede hacerlo!