Cuando hace un par de meses te contamos sobre la implementación de una vacuna contra la malaria, el mosquito Anopheles, responsable de transmitir esta mortal enfermedad que anualmente cuesta casi medio millón de vidas, empezaba a ver cómo los avances científicos le estaban plantando cara, para terminar definitivamente con las terribles consecuencias que su picadura causa.
Pero este pequeño y peligroso ser de patas largas, amante de la sangre humana, acaba de recibir un duro golpe proveniente de la unión entre un hongo y la toxina de insectos venenosos. ¿Están contados los días de la malaria?
En El Definido te invitamos a conocer los detalles de un experimento realizado en Burkina Faso, que logró erradicar el 99% de los mosquitos Anophelesutilizados en una prueba de campo.
En el año 2017, un grupo de investigadores de la Universidad de Maryland (Estados Unidos), planteó la posibilidad de luchar contra el Anopheles, yendo más allá del uso de insecticidas y otros productos ante los cuales este espécimen se hacía cada vez más resistente.
Lo que Brian Lovett, estudiante del Departamento de Entomología de esta universidad, y sus compañeros proponían, era modificar genéticamente un tipo específico de hongo, cuyas esporas son mortales para los mosquitos, con toxinas de escorpiones y arañas.
"Los investigadores utilizaron el hongo Metarhizium pingshaense , que es un asesino natural de mosquitos [...] Cuando las esporas del hongo entran en contacto con el cuerpo de un mosquito, germinan y penetran en el exoesqueleto del insecto y eventualmente lo matan de adentro hacia afuera", señaló el reporte en el que se conocieron los primeros avances de este estudio.
Pero, si el hongo ya era mortal para el mosquito, ¿por qué alterar su ADN?
Los científicos observaron que se necesitaban varias esporas de este hongo (y mucho tiempo) para matar a un mosquito, por lo que, al agregar neurotoxinas del escorpión de cola gorda y de la araña de las Montañas Azules de Australia, aumentaban su potencial mortal.
"A diferencia de los insecticidas químicos, que atacan solo los canales de sodio, muchas arañas y toxinas de escorpión afectan los canales de iones de calcio y potasio del sistema nervioso, por lo que los insectos no tienen resistencia preexistente", aclaró Raymond John St. Leger, profesor de la Universidad de Maryland.
Tal y como afirmaron en el reporte de hace dos años, los científicos de la Universidad de Maryland ampliaron sus investigaciones en terreno a Burkina Faso, una nación que concentra el 6% de las muertes causadas por la malaria.
Hace unos días, dieron a conocer varios de los detalles de las pruebas realizadas con el hongo genéticamente modificado con las toxinas de la araña de las Montañas Azules de Australia, aunque las mismas fueron realizadas en un ambiente controlado al que bautizaron como MosquitoSphere.
El espacio, descrito como una carpa de unos 600 metros cuadrados, recreaba el ambiente natural del Anopheles, con plantas, fuentes de agua, alimentos y otros elementos que favorecen la proliferación de esta especie.
Los investigadores dividieron la gran carpa en tres cámaras: una con las esporas del hongo modificado (al que bautizaron Hybrid), la segunda con esporas de hongos salvajes y la tercera sin presencia de hongos.
Las esporas de Hybrid fueron mezcladas con aceite de sésamo y luego se impregnaron sábanas negras de algodón con esta sustancia, para que los insectos se posaran sobre ellas. Unos 1.500 mosquitos Anopheles (1.000 machos y 500 hembras) fueron colocados en estos tres espacios de la aldea artificial. ¿Los resultados? Ver para creer.
Tras 45 días de pruebas, los autores de la investigación verificaron la cantidad de mosquitos que sobrevivían en cada una de las cámaras de la aldea artificial, notando que en aquella donde había presencia de esporas del hongo modificado, ¡solo quedaban 13 mosquitos!
Por su parte, en la segunda cámara contaron un total de 455 ejemplares de este insecto, mientras que en la tercera la cantidad era de 1.396 mosquitos.
"Ningún control transgénico de la malaria ha llegado tan lejos [...] Este trabajo marca un gran paso y sienta un precedente para que este y otros métodos transgénicos avancen", señaló Lovett.
Además, según reseña la institución académica a cargo de la investigación, este estudio fue calificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como "el primer ensayo fuera de un laboratorio que utiliza un enfoque transgénico para combatir la malaria".
Si bien es cierto que controlar la proliferación del Anopheles es un paso crucial para erradicar la malaria (junto con la vacunación que recientemente se ha empezado a implementar), ¿qué pasa si este hongo modificado pone en riesgo a otros insectos que son parte del equilibrio en nuestro ecosistema?
El profesor St. Leger despeja esta posibilidad, pues afirmó que "estos hongos son muy selectivos", actuando según las señales químicas del cuerpo que desean atacar, es decir, del mosquito transmisor de la malaria.
"Para asegurarse de que su hongo modificado solo produce la toxina dentro del cuerpo de un mosquito, los científicos probaron su hongo modificado en otros insectos en Maryland y Burkina Faso, y encontraron que el hongo no era dañino para especies beneficiosas como las abejas", recalcó la nota de la institución académica norteamericana.
Luego de los satisfactorios resultados en el ambiente controlado, los autores de este trabajo ya piensan en cuál será la siguiente etapa en el desarrollo de estos hongos transgénicos: pruebas en localidades afectadas por la malaria. Sin embargo, recalcan que hay varias regulaciones que deben cumplir antes de implementar los hongos de Hybrid en áreas abiertas.
"Al seguir muy de cerca los protocolos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) y la OMS, trabajar con el gobierno central y local para cumplir con los criterios y trabajar con las comunidades locales para obtener aceptación, hemos roto una barrera", puntualizó Lovett.