盆栽, o bonsái para quienes no saben japonés. Es un arte y una tradición que ha perdurado por más de mil años, y se ha expandido por todo el mundo. La palabra "Bon-sai" es japonesa, pero la creación de estos árboles se originó en el imperio chino, alrededor del 700 d.c.. Un símbolo de eternidad, un puente entre lo divino y lo humano, un vínculo entre el cielo y la tierra, para los monjes taoístas.
Los bonsáis pueden ser creados a partir de cualquier especie de árbol, explicaron en BBC. Es el antiguo arte de crear un árbol perfecto, pero en miniatura. Si se les hubiese permitido crecer naturalmente, algunos serían enormes. Es decir, de una misma semilla de araucaria, por ejemplo, puede salir un árbol como los que conocemos en el sur de nuestro país, o esa misma belleza, pero a otra escala (una harto más chica).
Sorprendente que se pueda cambiar así un árbol, sin ningún tipo de modificación genética. Hace mil años los monjes no tenían estas técnicas contemporáneas ni información sobre genes. NI siquiera se sabía sobre los átomos, pero se conocía que con ciertos cuidados, se podía hacer crecer lo que algún día podría haberse convertido en un árbol gigante, en una pequeña versión del mismo.
La palabra se refiere al cultivo en pequeños contenedores, y esta manipulación y posterior cuidado riguroso, es lo que permite que se mantenga esta miniaturización. Se necesitan estos recipientes para limitar la absorción de nutrientes y por lo tanto el crecimiento de sus raíces.
Incluso, por años, la posesión y el cuidado de estos árboles estuvo ligada a los nobles o personas de la alta sociedad. Quienes podían conservar un bonsái sin que muriera antes de tiempo, tenían asegurada la eternidad.
Sin embargo, no fueron creados con este propósito. Tampoco para producir alimentos ni medicina, ni nada de ese tipo. Solo fueron hechos para la contemplación del espectador, y la compañía del agricultor. Así se ha ido desarrollando este trabajo que requiere muchísima dedicación y tiempo.
Todo está en el cuidado de estas frágiles criaturas. No es poco, puede ser una vida de dedicación. Se nota, por ejemplo, la preocupación que ponen los cuidadores en cada uno de sus bonsáis en la casa Chile Bonsai, especialistas en este arte. Ahí cultivan estos árboles para la venta, hacen talleres y mantenciones.
Tan riguroso debe ser el cuidado, que hay disponibles doctores de bonsáis, a los que se les pueden hacer preguntas, además de llevar estos árboles directamente si se cree que es necesario un tratamiento especializado.
Al menos en Chile Bonsái, conocen a cada uno de los árboles que entregan de solo mirarlo, aunque haya pasado mucho tiempo desde que fue vendido, puesto que los especialistas del lugar son los creadores del mismo arbolito. Su forma, crecimiento y salud, dependen de estas personas, hasta que se los entreguen a un nuevo cuidador.
Cuando compré mi primer bonsái no sabía bien de qué se trataba, pero cuando vi a una de sus creadoras prácticamente despedirse de él, me di cuenta de que no estaba adquiriendo un bien material, sino que un ser que debía ser muy bien cuidado y protegido. No es un trabajo muy difícil (aunque depende del tipo de árbol), pero definitivamente requiere dedicación.
dijo el maestro Nobuyuki Kajiwara en una clase maestra: “Ningún bonsái termina, está siempre en construcción. Puede mejorar, pero nunca termina, porque es un ser vivo”.
“No puedes hacer crecer plantas si no tienes ningún sentido de espiritualidad o ritual”, dijo la maestra de bonsái, Chiako Yamamoto, mientras cortaba con cuidado algunas hojas de un árbol. Ella es la primera y única mujer sensei del arte, explicaron en un documental de BBC Earth el año pasado.
Regar, podar, dar forma, acomodar, cambiar tierra, no son solos trabajos diarios que se deben hacer automáticamente. La maestra Yamamoto tiene una conexión con la naturaleza de cada uno de sus árboles en su vivero en Japón, al que ha dedicado toda su vida.
“Puedo trabajar en un bonsái todo un día. El tiempo vuela, y pienso que siento la importancia del tiempo”, dijo Yamamoto.
Este ritual no es solo un momento, sino que una repetición de momentos en semanas, años y décadas. “Cada ramita representa una vida de meticulosa atención”, explicaron.
Y la sensei además cuida a sus pequeños árboles porque se conectan a algo más profundo, a su pasado. Uno de los que cuida, es un árbol con un grueso y chueco tronco, hojas verdes, colores vivos. Con cierto ángulo de la cámara, parecería ser un árbol de cientos de años, pero realmente no debe medir más de 50 centímetros.
El ejemplar fue plantado hace más de cien años por su abuelo, y eso es justamente uno de los aspectos que más maravilla a la maestra. Que estos árboles creados y cuidados por una persona pueden perdurar incluso después de su muerte.
Recuerdo que cuando fui a un vivero, quería comprar uno para darlo de regalo. Tontamente pregunté, qué pasa si no le gusta y la persona lo quiere cambiar. Obvio que me miraron con cara de inconsciente. Cómo hacer un intercambio entre seres vivos, nadie después de adoptar un cachorro volvería diciendo: Sabe que no me gustó. ¿Podría cambiarlo por ese?.
Recomendación: recuerden que no están comprando un bien material, este árbol se hará parte de su casa. Es importante su cuidado real y preocupación, para que su entorno sea el adecuado y pueda crecer sanamente.
Son seres vivos que requieren mucha preocupación. Al igual que la solidaridad de los árboles se encuentra en sus raíces, como les contamos en esta nota, todo un mundo subyace ahí mismo. Cuidando las raíces, se puede hasta convertir lo que podrían ser enormes sauces, en pequeñitos ejemplares que mantienen todos los detalles de un árbol antiguo y gigante.