Con la complicada salida del Reino Unido de la Unión Europea y las políticas proteccionistas del Presidente Trump, pareciera que todos le dan la espalda a la integración comercial y al multilateralismo. En pocas palabras, las grandes potencias se miran el ombligo.
Sin embargo y mientras esto sucede, en otro lugar del planeta hay un grupo de países que apuesta por lo contrario: la cooperación y la integración para potenciar la diversificación económica y el desarrollo sostenible. Se trata de los 55 países que componen África, los que representan un mercado total de mil doscientos millones de ciudadanos y un PIB conjunto de aproximadamente 2 billones de euros (para tener una idea, solo el primer trimestre de 2018, Chile tuvo un PIB de 63.175 millones de euros, correspondiente al 3% del PIB anual de todos los países africanos).
Es por esto que la Unión Africana (UA) y varios actores claves en la región, están impulsando la implementación del Área de Libre Comercio Continental de África (AfCFTA, por sus siglas en inglés). ¿Qué es esto? ¿Cuál es su importancia?
Vamos por parte. En marzo de este año, las delegaciones de 44 países africanos firmaron la Declaración de Kigali (Ruanda), en la cual se comprometieron a ratificar en sus respectivos congresos los términos de la ambiciosa Área de Libre Comercio Continental de África. 6 de estos países ya lo pusieron en práctica y faltarían otros 16 para que se cumpla el mínimo que permitiría que el AfCFTA entrase en vigor. ¿Y qué dice en concreto este acuerdo?
Son tres sus objetivos:
Los arquitectos y promotores de este gran proyecto, buscan remediar dos de los principales obstáculos al desarrollo que afectan a África desde hace más de un siglo. En primer lugar, se espera que el acuerdo continental facilite la cooperación y colaboración entre las industrias de la región, de manera que se puedan suplir entre sí mismas los materiales básicos que necesitan, desde papas y cebollas hasta celulares. Específicamente, se espera que las economías locales sean más autónomas con respecto a los protagonistas de la economía mundial, tales como China, la Unión Europea y los Estados Unidos. En este sentido, el AfCTA también pretende romper con las dependencias comerciales y manufactureras que han pesado sobre el territorio desde la época del imperialismo europeo.
Pero también se busca evitar que la región se convierta a futuro en un satélite de la economía china que ha penetrado con fuerza —recientemente— en los mercados locales. Precisamente para ello, el tratado busca facilitar la autogestión y el desarrollo sostenible de la zona, en palabras simples: la cooperación entre los mismos países vecinos africanos y con regiones como Medio Oriente o el sur de Asia.
Actualmente, el continente tiene el más bajo nivel de comercio intrarregional de cualquier región emergente. O sea, no hay lugar en el mundo que comercie menos que África, incluso entre sus mismos países. En promedio, las economías africanas solo intercambian el 18% de su comercio con otros países del continente, lo cual contrasta con el 59% en Asia y el 69% en Europa.
Este patrón impuesto desde la época colonial dificulta la creación de manufacturas regionales, impidiendo la creación de industrias robustas y obligando a los locales a comprar cosas importadas, traídas desde otras regiones, como China y Europa.
Mediante el AfCTA, se espera que las economías en África intercambien entre sí y potencien sus propias industrias desde la mina hasta el mostrador.
Ciertamente en el continente existen desde hace décadas una cantidad de instituciones multilaterales que favorecen el comercio de la región. Por ejemplo, los 14 países que utilizan el Franco CFA como moneda común o la Comunidad de Desarrollo de África Austral. Sin embargo, la realidad del terreno muestra una región fragmentada porque hay grandes diferencias en términos culturales y lingüísticos al igual que en términos de infraestructura. Por ejemplo, países vecinos todavía dependen de carreteras no pavimentadas para conectar sus principales ciudades y en muchos casos ni siquiera utilizan el mismo tipo de enchufe. Esta realidad en el terreno ha dificultado que los países en el continente desarrollen robustas relaciones sociales y económicas como las hay en Europa, gracias a las grandes redes férreas, o en América Latina, gracias a la gran cantidad de aerolíneas en la región.
Por ejemplo, en la Unión Europea, el gigante aeronáutico Airbus fabrica las diversas secciones de un mismo avión en países distintos y ensambla el producto final en Francia, para luego venderlo en mercados internacionales. En el caso de África esto sería muy complejo, incluso en bloques comerciales ya existentes, como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), pues las autoridades aduaneras en los respectivos países no facilitan el libre movimiento de ciudadanos y en ocasiones cobran aranceles extraoficiales ante la entrada y salida de productos.
Por ende, la implementación y el respeto de los términos del acuerdo continental (AfCFTA), será la clave para el éxito de esta iniciativa. De lo contrario, el sector emprendedor y las compañías multinacionales no podrán liberar su potencial creativo a lo largo y ancho del continente.
Si hacemos memoria y consultamos la historia, durante parte del siglo XX América Latina también sufrió estos problemas. De hecho, debimos aplicar nuevas políticas para comenzar a abastecernos de manera más independiente.
Ahora son los gobiernos africanos quienes buscan fortalecer sus industrias estableciendo un proceso mediante el cual los recursos, sean agrícolas como el cacao o minerales como el petróleo, son procesados en fábricas dentro del mismo continente. Por ejemplo, un mega-proyecto en la región es la construcción de una refinería de petróleo en Lagos (ciudad portuaria de Nigeria), la cual sería capaz de procesar un tercio del crudo extraído a diario por el país. El eventual éxito de este proyecto, le permitiría a Nigeria y a África occidental producir gasolina y electricidad sin tener que exportar el petróleo crudo extraído en la región para que sea procesado en otro continente.
Sin embargo, para asegurar la viabilidad de este modelo de desarrollo, son necesarias dos condiciones: que África exporte desde puertos de clase mundial con precios competitivos a nivel internacional, y un fortalecimiento del poder adquisitivo de los mercados domésticos, los cuales ahora mismo no cuentan con una clase media robusta. En otras palabras: buenos puertos y gente con capacidad de poder comprar.
Convertir a las economías locales africanas en grandes fábricas para exportación como China o Japón es posible, pero también se debe priorizar el desarrollo de sus propios mercados, de manera que los ciudadanos del continente puedan disfrutar de los productos que producen. Un caso ejemplar es el cacao, producto que se cultiva en toda África Occidental, desde Camerún hasta la Costa de Marfil. Tristemente, el cultivador promedio en estos países nunca ha probado una barra de chocolate, ya que el cacao se exporta directamente a Bélgica o Francia para ser procesado y luego comercializado desde Europa. Por ende, potenciar el establecimiento de fábricas y tiendas de chocolate propias en África, tendría un impacto positivo en las economías regionales.
Naturalmente, el desarrollo de cadenas de valor y de un mercado de consumo en las economías del continente, trae sus propios retos. Por ejemplo, el establecimiento y la implementación de regulaciones fitosanitarias —sobre las posibles enfermedades relacionadas con cultivos y productos alimenticios— para la protección del consumidor local y para la exportación a mercados desarrollados en Europa y Norteamérica.
Sin embargo, la ambiciosa iniciativa del Área de Libre Comercio Continental de África es una gran oportunidad para el continente y esperamos que los gobiernos se comprometan con su sana implementación, teniendo siempre como prioridad el bien de todos sus ciudadanos.
¿Qué otros problemas crees que sufren las economías africanas?