Acostumbraba salir a caminar todas las noches. Le gustaba hacerlo solo, pero no sabía que siempre iba acompañado. Si él se detenía, ella se quedaba quieta. A veces iba un poco delante de él, otras a su lado, también atrás. En algunas oportunidades, se alargaba y en otras se encogía. También desaparecía o se multiplicaba. Lo mejor de todo era que no hablaba, iba siempre en silencio, lo cual a él le permitía escuchar el toc toc de su bastón.