Camino al ritmo de siempre, sintiendo que faltan dos pisadas por compás, hasta llegar a la pastelería. Obviando los recuerdos, decido entrar a ver si me apetece algo. Antes de entrar, reviso el celular… por supuesto, no hay mensajes. Me doy una vuelta en un intento de finta, pero termino haciendo lo de siempre: pongo los dos pastelillos en la bolsa, veo si hay algo bueno para tomar y me dirijo a pagar.
- ¿Efectivo o tarjeta?
Cuento un par de veces, no me alcanza. Suspiro, saco la tarjeta y me pregunto en silencio: ¿Qué hago con el otro pastelillo?