“Por supuesto que no puede ser de un extraño”, me dijo mirándome fijamente con su típico gesto que indicaba que mi pregunta era tonta. “No puedo cargar con un karma ajeno, debo confiar en la persona y por eso solo puedo robar pijamas de mis amigos”.
Su confidencia me descolocó. Desde hace exactamente tres años robaba pijamas y los usaba como una forma de poder empaparse (casi literalmente) de sus emociones y sueños. “Solo conversando jamás llegarás a conocer a alguien, si logras sentir sus sueños y a qué teme en sus pesadillas, conocerás su verdadera esencia”.