No me reuní con Leila Guerriero cinco veces para escribir este artículo. No tuve 400 horas de grabación con ella ni me leí todos sus libros. No escribí un perfil de 40 páginas para luego ir editando y transformarlo en este artículo. No me encerré 15 días en mi casa para evitar salir de mi concentración puesta en su biografía. No. Eso hubiera hecho ella. Yo solo tuve la opción de escuchar desde una silla plástica en un galpón abierto de Valparaíso a una de las máximas referentes del periodismo narrativo hispanoamericano en Puerto Ideas.
Como escritora, ha publicado cinco libros. Como periodista, actualmente colabora para La Nación de Argentina, para El País de España y para El Mercurio de Chile. Como editora, desempeña ese rol en la revista mexicana Gatopardo y también ha editado varios libros. Como celebridad, ganó el Premio Fundación Nuevo Periodismo 2014 y el Premio Konex 2014. En sus 23 años de carrera, esta argentina de 43 años, que nunca tomó un taller de periodismo ni edición y que fue descubierta por Jorge Lanata, se ha dedicado a escribir varias de las mejores crónicas latinoamericanas actuales.
Al crítico literario y director de las Ediciones UDP, Matías Rivas, le tocó entrevistar a Leila, amiga personal del editor. Acá extractos de esa conversación que más bien parecía una clase magistral de periodismo y escritura de una de las voces con mejor pluma.
"Para alguna gente que no escribe o cuando empieza a escribir, se da cuenta que no es lo que esperaba, tienen una idea un poco romántica del escritor con su pipa, el placer de la escritura. Pero a mí me parece que para el escritor no es siempre un momento de placer. Al contrario, yo me encierro a escribir y el trabajo de los primeros días de escritura siempre es un trabajo muy atroz, torturante. Tengo la sensación de que siento que quiero estar en cualquier lugar menos ahí. No sé cómo funciona la cabeza de un escritor de ficción, yo escribo muchas horas por día, sobre todo en estos arranques de escritura, en estos momentos de inicio. Un periodista se sienta a escribir con todo su material reporteado. El texto, por ejemplo de Roberto Arlt (novelista argentino fallecido), me llevó unos 6 meses de reporteo, con el episodio del viaje en el tiempo (fue a una médium para poder comunicarse con él) y después estuve un mes o más escribiendo... Eran 25 libros, 400 páginas de grabación, material de archivo de Berlín, entonces realmente es un caos y si realmente no tienes claros los patrones por donde pasa la historia, si no tienes claro qué es lo que quieres contar, me parece muy absurdo, el material se te vuelve en contra.
A mí me da mucha vergüenza el autoplagio, el truco, cuando me reconozco a mi misma haciendo el mismo truco que usé para 10 textos, me da un poco de pudor. Me siento como alguien que más que un estilo, tiene una limitación de recursos y eso no me gusta. Tampoco me gusta reconocerlo en la gente, eso es buscar aprobación".
"Para mí, escribir un texto no es distinto a montar un documental audiovisual. Yo también uso un fundido negro, un primer plano, un plano americano, cambio la posición de la cámara, pongo otra escena, en ese sentido no veo ninguna diferencia. Para mi tiene sentido. A veces el abuso de ese recurso hace que no tenga sentido y eso produce vergüenza ajena. A mí me gusta mucho extremar el recurso, usarlo hasta que ese recurso no de más, hasta que no tenga nada que sacarle. Ahí empieza un proceso natural donde se mantiene la voz propia, donde el estilo se mantiene pero hay algo que cambia radicalmente. Ahora ya no estoy escribiendo tan fragmentado, eso me pone muy contenta, sale una cosa mucho mas orgánica, menos disgregada, me parece que hay que hacer el esfuerzo de escribir en contra de la habilidad de uno. Cuando uno encuentra algo donde se siente cómodo, debe usarlo, extremarlo y luego salirse de esa comodidad, porque o sino produces textos que son una repetición al infinito de un truco que es el único que te sabes. Hay que probar otra cosa".
Leila tiene hambre de verdad. Es curiosa. Desde los 7 años que no sale de su casa sin un libro bajo el brazo. No cree en que el periodista tenga su trabajo hecho leyendo solo los diarios. Tiene fama de exigente a la hora de editar. Alguien le puede mandar un texto de 12 páginas y es capaz de poner 460 dudas. Literal. Y todas ellas en un documento llamado "Devolución a la primera versión". Y esas versiones, pueden alcanzar hasta 10. Todo eso siempre teniendo claro que es en pro del texto y que el que tiene que brillar es el autor, no ella.
"Yo empecé a ser editora en la revista Gatopardo, revista mexicana y después con los libros UDP y Colección Argentina. Al principio editar era como ser periodista, aprendí sola, intentando entender cómo lo hacían los tipos que lo hacían realmente bien. A lo mejor por ser periodista y editora medio silvestre, necesito rodearme de un montón de datos e información para tener la certeza de que puedo sentarme a escribir con cierta voz autorizada. Como editora me pasa un poco lo mismo, me hice un poco sola. Le tengo un enrome respeto, por esto mismo, es como una sobreadapatación. Para mí, el trabajo de edición no es solo gratísimo, nunca he tenido inconveniente con un escritor al que haya editado. Siempre se genera una relación de una especie de paridad muy entrañable. Lo que me interesa cuando trabajo con un texto de otro es: primero, tratar de ejercer esta humildad de que es el momento del brillo del otro, no es el momento de que yo brille, ni de que yo le diga al otro cómo tiene que solucionar su problema con el texto. Si tiene un problema tremendo le digo: No sé como lo harías tú, pero yo lo solucionaría de esta manera. Pero tengo claro que mis soluciones no le servirían al otro, él tiene que encontrar su propio tono, su propio estilo, su propia voz la solución. También pasa que le dices que la cronología no es clara, que hace diez páginas no aparece un personaje y se te olvidó quién es y después cometes los mismos errores en tu texto. Uno aprende mucho de los errores propios, editando a los otros y no solo por los errores del otro sino por sus aciertos. La lectura que uno hace como lector es distinta a la que uno hace como editor. Hay mil cosas que uno como lector está dispuesto a leer sin dar importancia y como editor no. Es un mecanismo distinto".
Si bien no tiene un viaje planeado a Chile pronto, para quienes la quieran conocer mejor, pueden leer una de sus obras (aunque no le gusta que las tilden así), como Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico (2005), Frutos extraños, crónicas reunidas 2001-2008, Los malditos (2011), Plano americano, 21 perfiles de artistas publicados originalmente en diversos medios o Una historia sencilla (2013).