“Derribando muros para crear puentes”

Por Jose Massardo | 2018-02-28 | 19:26

Cuando todos nos sorprendíamos de la irrisoria campaña de Donald Trump y su propuesta de construir un muro nunca sospechamos que como país del otro lado del globo nos iríamos a contagiar.

El debate público se ha instalado sobre el aporte de los extranjeros en el desarrollo del proyecto país que hoy se mide con diversos indicadores económicos, y como la llegada de este grupo diverso de hombre y mujeres de distintos orígenes, color, lengua y cultura ha venido a poblar nuestras calles.

Las opiniones divididas frente a un fenómeno que parece ser nuevo y que por desconocido para un país pequeño, aislado por barreras geográficas y aún subdesarrollado, genera terror en algunos y curiosidad en otros.

Algunos piensan que lo que esta gente trae son sueños, esfuerzo, cultura, mano de obra calificada y ganas de surgir, mientras otros solamente creen que son sinónimo de criminalidad y violencia, que llenan nuestras escuelas públicas, que ocupan nuestros puestos de trabajos y se adueñan de derechos sociales y de salud que nos corresponden únicamente a quienes tuvimos el privilegio de nacer de este lado de la cordillera.

Quizás ninguna de las dos versiones tan polarizadas expresadas anteriormente nos muestre realmente el fenómeno social que estamos viviendo y sólo cuando nos damos cuentas de que el proceso que hoy nos llama tanto la atención no es más que el que hemos vivido hace siglos realmente podemos entenderlo a cabalidad.

Porque no es algo que debamos defender ni por el contrario detener. Basta con comprender que todos somos migrantes y que probablemente si yo no he tenido que cruzar fronteras quizás sí soy hijo, nieto o bisnietos de aquellos que buscando oportunidades mejores para su familia vieron en estas tierras hostiles pero fértiles una nueva esperanza. Y como cita el verso “De ningún lado del todo y de todos lados un poco.”

Caer en la cuenta que no hay amenaza por la cual asustarse, sino personas en búsqueda de derechos humanos que muchas veces en sus países fueron violados y Chile se compromete a proteger.

Los prejuicios que como sociedad hemos creado para estigmatizar a los transeúntes forasteros no nos permiten apreciar la principal característica que tienen en común: la de ser de ser individuos autoseleccionados en sus países de origen, es decir, migran aquellos con mayor propensión al esfuerzo, menos adversos al riesgo, más ambiciosos. Pues la migración es sólo para los valientes, los que se atreven.

Se temen crisis económicas cuando se abren las fronteras y se permite que extranjeros entren a ocupar puestos de trabajo destinados a nuestra gente. Sin embargo es habitual que en la medida que sube el nivel educacional en un país existen cada vez menos trabajadores dispuestos a realizar trabajos de menor calificación. Dicha escasez se transforma en un freno al desarrollo, por lo cual la inmigración contribuye a resolver la restricción de mano de obra y por tanto no solo dejan de ser un problema sino que son parte de la solución. También los necesitamos para el desarrollo país.

Los inmigrantes son un aporte en términos económicos, sin importar su origen y su calificación, a diferencia de lo que proclaman algunos empresarios locales. Por eso no debería haber una preocupación, porque no hay evidencia de que algún país haya colapsado en términos de empleo.

¿Y si el desarrollo económico no fuera la única manera de medir el progreso de una nación?

No cabe duda que aportan culturalmente tanto en términos artísticos, musicales, culinarios, un verdadero festejo de color. Especialmente en un país como el nuestro donde prima la desconfianza y el clacismo, la diversidad cultural traerá ganancias en productividad. En un país que se construyó a pulso por criollos y migrantes que nos regalaron ese sincretismo cultural que llamamos “identidad chilena”, de la cual tanto nos enorgullecemos y seguimos construyendo.

Debería regularizarse la situación actual de muchos, pero no con el fin de expulsar a los inmigrantes, sino que con el fin de integrarlos con derechos y obligaciones a nuestra sociedad. Para que todo aquel que dejando atrás una vida y una patria por necesidad, que venga con ganas de crecer y formar un nuevo Chile encuentre en esta faja de tierra puertas abiertas para surgir. Celebro la diferencia y el festejo de color.

Que no nos condene la ironía ni se nos caiga la cara de vergüenza al cantar el verso: “Y veras cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”

José Miguel Massardo Echeverría

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