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Sephko - Chica astuta

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Comentarios
daniela hernandez | 2015-05-07 | 20:18
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como odio a esas señoras!
reconoci en un segundo el cazador de la primera viñeta :O
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Peter Traicer | 2015-05-07 | 20:20
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Clever Girl... XDDDDD
Viejas de mierda, pero las Velociraptor debieran estar sentadas, si van paradas no tiene mucho sentido...
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Melissa Amaro P. | 2015-05-07 | 23:35
2
Es que recién se subió, espera a que avance por el pasillo xD
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Arturo B. | 2015-05-07 | 23:52
2
WUAAAAAAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA, morí de la risa XD.
Esas van apoyadas por la nunca bien ponderada presencia de los "portones humanos" que se quedan pegadas frente a la puerta y no dejan pasar a nadie...
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Mantis Pagana | 2015-05-07 | 00:57
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Hola, amiguitos... acá les dejo una historia que escribí y que describe a algunos de estos despreciables personajes que nos acompañan a diario en nuestro querido Metro!!

Pasajera frecuente (Por Mantis Pagana)

Puta que me carga la gente ganadora; esa a la que le están diciendo una y otra vez por el altavoz del Metro: “Por favor no traspase la línea amarilla…”, y ahí van los weétas; parece que lo hicieran con pica.
A veces ando más apurá que la cresta, pero prefiero esperar, y ahí me quedo parada, solitariamente… aguardando el próximo carro. En menos de un minuto me llega compañía; comienza a acumularse la masa… todos alargando el cogote hacia el túnel, esperando a que aparezca el tren. Como si alargar el cogote influyera en que la wevá llegue más rápido. Pero bueno, todos hemos alargado el cogote alguna vez, conducta weona que disminuye la ansiedad, supongo.
La mayoría acata la norma de la línea amarilla, pero basta con que se vea una luz a lo lejos pa’ que los ánimos comiencen a inquietarse. No cacho cuál es el afán de moverse y avanzar antes. Y pienso: ¿Qué chucha saco con haber estado antes que toda esa manga de giles si a ellos les da la mismo? Apenas sienten la proximidad del tren como que se ponen nerviosos, me adelantan, me pasan a llevar y se abalanzan sobre él cuando aún está en movimiento, casi tocándolo con la guata (o con las tetas según sea el caso). ¡Puta que me da indignación! Es en ese hermoso momento cuando, además de toda la fauna reinante, aparecen como por arte de magia las viejas con coches, con carritos llenos de cachureos o con un bolso matutero gigante que te noquea cuando intentas abordar.
Cuando se abren las puertas, la gente como que entra en un estado de excitación máxima, y automáticamente bloquea las orejas e ignora la indicación “permita bajar antes de subir…”, y obvio, hace exactamente lo contrario: se pone justito al medio de la puerta; la cosa es entorpecer el tránsito. Y le echa pa’ delante empujando y chocando con el otro entre un mar de bien merecidas chuchás. Y sigo cavilando, ¿para qué?, ¿por qué?, ¿qué mierda cuesta esperar unos segundos a que el tren se desocupe un poco?
Y me respondo: ¡No poh! Si las linduras esperan unos segundos ocurrirá lo peor que puede ocurrirle a un usuario del transporte subterráneo: ¡perder el asiento!, ese trofeo, el más preciado botín que se puede obtener en el Metro. Un usado, gastado, hediondo, seboso e infame asiento metropolitano.
Según mi experiencia, aquella conducta ganadora y prepotente se da más en los hombres. Aunque pensándolo bien, hay harta mina choriza que igual se pasa a excremento. Lo cierto es que por alguna misteriosa razón estos especímenes siempre andan apurados y a toda costa quieren entrar, entrar, entrar… Es lo único que su solitaria y aletargada neurona les ordena: ¡entrar, entrar, asiento, asiento, asiento!
Y allá van. Finalmente entran con los ojos de sapo mirando pa’ todos lados, buscando dónde acomodar, la mayoría de las veces, su voluminoso culo.
¡Puta que me empelotan los culos anchos! Me desagrada soberanamente que algún culón o culona ocupe parte del asiento que me corresponde, por eso evito al máximo sentarme junto a ellos.
Cada vez que logro la hazaña de entrar al vagón, si el espacio lo permite, lo primero que hago es cachar si hay asientos disponibles. Si hay alguno vacío entre las opciones: a) “mina no culona” y “mina no culona”, o b) “mina no culona” y “señorito bien porta’o”, me arriesgo y me acomodo entre ellos, con el sumo cuidado de no traspasar los límites de MI ASIENTO (mi trofeo), ese que me corresponde enterito, pues pagué casi $700 por él completo.
Imposible considerar siquiera la posibilidad de meterme entre dos varones, aunque no sean culones. Porque si no lo son, de algún modo estos machotes se encargan de ocupar más de un asiento. Y yo me pregunto, con to’o respeto, ¿por qué mierda el 99% de los hombres tiene la maldita costumbre de echarse en el maldito asiento con sus malditas piernas abiertas? ¿Acaso tienen las bolas muy grandes, hinchadas? ¿Acaso quieren alardear como pavos reales, insinuando una mercancía que a esas alturas del viaje ya debe ir toda pegoteá, lánguida y putrefacta? ¡Qué mala costumbre! Les importa una raja que yo no quiera ser tocada por nadie. No, ellos se sientan nomás, con las piernas abiertas de par en par, quedando, el desdichado que tuvo la mala cueva de sentarse a su lado, imposibilitado de movimiento y confinado a una invariable posición durante todo el trayecto. Desgraciado el pobre.
Y bueno, cuando ya he cooperado con el asiento por haber sido tan pava al permitir que la masa insolente se me haya adelantado, no me queda más que viajar parada. Eso sí, nunca me agarro de esas manijas que cuelgan ni me afirmo del fierro vertical que tiene tres ramificaciones; esta acción implicaría demasiada cercanía y roce por aquí y por allá con minos transpirados o con aliento de diablo, o con minocas perfumadas con cuática, o con universitarios tiraos a pobres, deliberadamente descuidados, que apestan a cigarro y/o pito. Cabros peluditos ya, forrados en mezclilla sebosa pasá a lluvia del temporal del 85, con mochilas que huelen a hongos, pan con queso-jamón-atún y a medias pospichanga dominguera. Un verdadero asco.
Y encuentro mi esquina, ¡y re puta mi suerte! Yo no sé por qué mierda siempre que me busco un rincón, como una maldición, se instala justito a mi lado o delante o detrás, una parejita de pololos métale calugazos con lengua y hasta con agarrones. Si me esfuerzo un poco, sé que puedo soportar que se manoseen enteros y que se besen piolamente, pero cuando hacen ruidos… Ay, Dios mío, me vienen unos enyegüecidos deseos de, en el preciso instante en que se estén cerrando las puertas, ponerles una sola patá en la raja y expulsarlos por toda la eternidad de mi espacio vital. Yo pienso que no hay nada más desagradable que los “chuikkk-chuikkk”, ese ruido de mierda de los besos. ¿Costará mucho esperar a llegar a la casa, al Forestal, al cerro Santa Lucía… o tanta será la calentura? ¡Más respeto poh, chiquillos!
Justo cuando la Robotina nos recuerda: “NO SE SIENTEN EN EL PISO…”, suben unos weones, y haciéndose los ídem, tiran su “universitaria” humanidad al suelo. Casi siempre son los cabros “alternativos” de la estación República. Analfabetos funcionales ellos, estudiantes de Derecho, Medicina, Arte…, que no cachan nada cuando de enfrentar los desafíos de la vida urbana se trata, desafíos tan complicados como entender que ¡NO SE DEBEN SENTAR EN EL PISO DEL METRO! Ellos entran, se tiran al suelo, cansadísimos, mientras los otros (nosotros), más viejos y de seguro mucho más agotados que ellos, debemos preocuparnos de no tropezar con este ganado que debiera quedarse en el campo, en las parcelas de sus papis y no venir a cagarnos aún más nuestro ya insoportable viaje con sus malas costumbres.
Y cuando un leve regocijo me embarga al pensar que mi aventura está acabando, aparece la última moda metrística, esa que incluye en el viaje una “lluvia de artistas” para –según ellos- “amenizar” la travesía. Puta la weá, qué agotador. A esas alturas a mí me gustaría, dentro del mínimo espacio que me gané, lograr algo de tranquilidad y descanso. ¡En serio! Pero no. Ahí mismo sube un pailón desubicao, jamaicano verde-amarillo-rojo al peo, con un aparato electrorrudimentario que lo abastece de pistas para empezar a blasfemar en contra del “sistema”. Y larga su rapeo crítico social… que el Alto Maipo, que Hidroaysén, que el capitalismo, que marichiweu, que la patelaguagua, la colelburro y la cachalaespá. A todo chancho. Cagó mi paz, cagó la paz de la viejita del lado, cagó la paz de todos.
Y sigo pensando: Estoy completamente de acuerdo con tu mensaje, hermano, pero por ahora métete tu crítica social por allí mismo y anda a cantar a “Mi nombre es”, ¡aweonao!
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Gabriel Oyarzun | 2015-05-08 | 08:30
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excelente relato!! me rei demasiado como explicas al detalle todas las ocurrencias que pasan a diario en el metro. muy bueno!!!
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P. Sch | 2015-05-08 | 10:15
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Mantis Pagana, eres la encarnación de la Misantropía, hasta me dio lastima la forma en que vez el mundo.

También, me complica las gente velociraptor, la que bloquea la puerta, entra antes de que se logren bajar y todos esos etc. Pero uno puede ser más activo, pedir permiso e indicar que la están cagando, ahora personalmente no te diferencias mucho de ellos, tu también buscas el "trofeo" del asiento.

Estimada, sea más activa con las cosas que le molestan, porque según su relato, ud. es una bolsa que la mueve el viento.

Saludos
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Mantis Pagana | 2015-05-08 | 10:40
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Shuta, sí... ahora que me releo, pienso que soy igualita a todos ellos. Tiene toda la razón, estimado, soy como una maraña de pelos de esas que ruedan en el mismo Metro. Creo que iré al psiquiatra. Gracias por su análisis.
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Francisco Arata | 2015-05-08 | 11:37
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En las combinaciones el tema es peor, en Tobalaba como está el tema de la línea roja/verde, hay tipos que ves que no se suben a una línea y piensas que se van a subir en la otra, pero no es eso, es como que no agarraron asiento se quedan parados ahí esperando el siguiente tren de su color, y anda a moverlos de ahí, lo mismo para bajar, para no perder la "posición" para salir (aunque se bajen al final), ni se mueven y tienes que andar pegando codazos...
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montesi praderas | 2015-05-08 | 01:04
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Wuajajajajaj........me cagué de la risa con el relato de la Mantis Pagana.
Buenísima observación de lo que ocurre a diario en el transporte subterráneo.
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Catalina Olavarría | 2015-05-08 | 09:34
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Jajaja, excelente! Pero también opino que debería ir sentada, esas viejas velocirraptor siempre consiguen asiento y se duermen automáticamente cuando aparece un viejito o una embarazada.
Pucha la otra vez le saque una foto a una de esas viejas, porque además estaba ocupando 2 asientos a la vez! Y ni gorda era!!
Por eso prefiero la micro :3
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Francisco Arata | 2015-05-08 | 11:39
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Y lo peor que la mayoría no es tan "vieja", si son mayores, pero si tienen la agilidad y velocidad para correr y moverse entre la gente y lograr el asiento. También están los tipos que se sientan como si tuviese balones de basquet como testículos (el otro día vi uno que además de sentarse de esa forma, estaba sentado en la línea entre dos asientos, así que literalmente ocupaba dos puestos)
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Alejandro Pérez | 2015-05-08 | 10:36
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Yo solo quiero decir que la vieja velociraptor de esta tira, es hermosa.
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Paula Rios | 2015-05-08 | 13:15
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Jajaja!!!!Pucha el otro día en una tienda me paso eso....una señora llego y paso por encima mío para que la atendieran, pucha si la señora velociraptor me hubiera pedido el lugar, yo se lo doy no hay problema, pero llegó y pasó...no me pesco...creo que a veces se aprovechan de su edad...Igual que hay algunas que cuando les conviene son 3° edad...Capaz que yo este mal...
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Esteban Fuenzalida | 2015-05-08 | 22:34
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Cero empatia... las articulaciones de la gente de edad fallan y duelen...

Entiendo a las señoras cansadas, trabajando años y años en sus casas y derrepente afuera también, cansadas, adoloridas por su edad, etc...

Que las señoras corran por un asiento, es por que hay weas jovenes, que se hacen los dormidos, que nada les cuesta dar el asiento a alguien que podria ser su madre.
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Juan Carlos | 2015-05-09 | 01:13
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El problema tamiben es de pasajeron que no piden el asiento, para darselo a quien lo necesita.

Yo si lo pido cara de palo y bien fuerte.
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Joe Garcia | 2015-05-12 | 09:24
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Yo vi la siguiente situación, una vieja velociraptor con una agilidad envidiable rápidamente llega al asiento preferencial, yo iba parado al lado de ese asiento) ve que la que va sentada es una mujer joven (23 a lo más) y prepotentemente la vieja velociraptor le dice a la joven "Este asiento es para la tercera edad" (se veía de más de 60, pero al verla correr uno duda de la edad), la joven la mira hacia arriba, mientras la vieja velociraptor espera con cara de "parate mierda", entonces la joven apuntando su vientre le dice "yo estoy embrazada" (se le notaban más de 5 mese de embrazo, pero como iba con una mochila en su regazo, hasta ese momento había pasado desapercibido, debo reconocer que no pude evitar sonreir y disfrutar la cara de frustración de la vieja velociraptor, son esos pequeños momentos de la vida que te dan placer y te arreglan el día.
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Alejandra Jiménez | 2015-07-10 | 23:36
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Jajajja yo estoy embarazada y me paso exactamente lo mismo!
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