El fin de año se nos vino con todo queridos lectores. Las actividades laborales, familiares y sociales están en su punto de hervor y personalmente hay días en los que quiero agarrar la agenda, tirarla contra la pared y luego hacer una fogata en el medio del jardín de la casa, sólo para quemarla.
Pero, ¿para qué nos pisamos la capa entre superhéroes? Finalmente gran parte del colapso cotidiano tiene que ver con que varios de nosotros somos como canapés de huevo: no nos queremos perder ni una. Si no eres ese personaje medido y ponderado que se resta de los panoramas y a las 21:00 hrs. lee plácidamente un libro en su cama, debes aprender a vivir con la condición crónica de “sobrevendido/a”.
Eres de mi equipo y esta columna va para ti. Entonces, ¿qué hacer para no morir en el intento?, ¿cómo descansamos los 43 minutos del día (repartidos obvio) que nos quedan libres?
Aquí una pequeña lista de ideas que tal vez a todos nos puedan ayudar a no terminar el año con la camisa de fuerza.
Hay veces que realmente uno tiene más sueño que ganas de vivir. Añoraríamos poder meternos a la cama con pijama a las 15:00 hrs., cerrar las cortinas y volver a abrir un ojo a las 20:00 hrs. Pero ¿Quién realmente puede hacer eso? Solo se me ocurre que las Kardashian y el Negro Piñera. Es literalmente un sueño imposible. Además según varios estudios, dormir siestas demasiado largas no es recomendable y con solo 20 minutos al día, nuestro stress se puede revertir de manera notable con las llamadas siestas “energéticas”.
Toda esta propuesta de “siestas cortas” resulta muy fácil si es que trabajamos en nuestra casa, pero, ¿qué pasa si estamos en nuestra pega?, ¿el banco, el hospital o el colegio? Aquí yo activaría con sirenas y todo el escándalo un Plan B llamado “siesta secreta”. Ir a buscar algo al auto y caer en los brazos de Morfeo los próximos minutos (poner alarma eso sí y taparnos con chaquetas o lo que tengamos a mano para no ser descubiertos). Si no disponemos de un auto y la situación es extrema, otra posibilidad es encerrarse en el baño y cerrar los ojos para poder descansar esos minutos que añoramos. La taza de baño no es el escenario ideal, pero es un lugar privado al fin. La creatividad es una aliada necesaria en estos casos de emergencia, por lo que si tienen más ideas de siestas express, ¡bienvenidas!
Entre lo que estuve leyendo para buscar técnicas de manejo del cansancio, muchos artículos hablaban de imaginarse arriba de una nube, visualizar un color o fantasear con un paseo por el campo o el sonido del mar.
Pucha parece que yo soy más concreta y la “visualización” no es lo mío (cada loco con su tema). Pero sí creo que me funcionaría parar 5 minutos, buscar una canción favorita, mirar una foto de algún momento feliz, pensar con mesura y realismo acerca de todo lo que me está estresando y volver a tomar aliento para seguir con el día.
Lo peor que nos puede pasar es ir checkeando obligaciones en un listado frenético, sin tener al menos un rato corto para reflexionar acerca de cómo va nuestra jornada. Y si esa reflexión va acompañada de un chocolate… ¡mucho mejor!
Quizás al principio se sientan bien raros. ¿Caminar sin punto de llegada y sin apuro? Es curioso, pero muy efectivo para combatir el colapso. Como les contamos en un artículo anterior, las escapadas para salir a caminar pueden ser mucho más beneficiosas que otros tipos de break.
No solamente refrescan la concentración e impulsan la creatividad, sino que mejoran el estado de ánimo. Investigadores de la Universidad de Edimburgo aseguran que pasear por áreas verdes durante 15 minutos ayuda adisminuir el cansancio de nuestro cerebro y también se ha comprobado que exponerse al sol, alivia la sensación de letargo e impulsa la productividad.
Pruébenlo y me cuentan cómo les va.
En este consejo muchos pensarán que el público objetivo son las mujeres. Pero ya hace un tiempo se derribó el mito de la locuacidad femenina y se comprobó que la diferencia entre lo que hablan las mujeres y los hombres es mínima.
Así es que chiquillas y chiquillos, cuando sintamos que el día nos está superando, llamar a una amiga o amigo cercano puede ser una muy buena opción para manejar los momentos de alta exigencia. En su libro Conversación, el pensador Theodore Zeldin sostiene que “dos individuos, conversando con honestidad, pueden sentirse inspirados por el sentimiento de que están unidos en una empresa común con el objetivo de inventar un arte de vivir juntos que no se ha intentado antes”. Finalmente cuando se da una conversación sincera con un amigo en medio del caos, la visión del otro, que no está en medio de la tormenta y el cansancio, nos puede dar la serenidadde mirar las cosas desde un ángulo distinto y con mesura. Una gran terapia al fin y al cabo.
Personalmente, hablar me libera de mucho stress cuando siento que estoy más sola que la Carolina Goic y por otra parte pasa algo muy bonito. Vuelvo por enésima vez a confirmar, que la amistad tiene esa maravillosa capacidad de salvar el mundo.
En algunos portales (por ejemplo en este, este o este otro) sugieren mojarse con agua helada la parte de atrás de las muñecas y detrás de las orejas para poder reactivar la energía y no sucumbir. Nunca lo he probado, pero probablemente pagarse un “refresh” y arreglarnos un poco para sacarnos la cara de “más cansada que Don Francisco un 4 de diciembre” son buenas alternativas para surfear el agotamiento de final de año. Lavarnos los dientes, peinarnos y hacer ejercicios cortos de respiración son otras alternativas para despertar cuando la somnolencia nos está ganando la batalla.
Esto recién comienza señores. La carrera de fin de año ya se largó y habrá que correrla con alegría y ante todo autocuidado. De nosotros depende que el 1 de enero lo partamos con entusiasmo y no como si los monos de la “Paris Parade” hubiesen pasado por arriba de nuestra humanidad. Porque como supuestamente dijo el escritor estadounidense y premio Nobel de Literatura, John Steinbeck: “El arte del descanso es una parte del arte de trabajar”.