Si hay algo que me fascina de LEGO es su versatilidad: el hecho de poder unir piezas a tu antojo e inventar algo, que tal vez sea único en el mundo… es una propuesta atractiva no solo para los niños. Prueba de ello, son los fanáticos de LEGO que recorren la playa de Perran Sands (Reino Unido), donde año a año el mar expulsa parte de un inusual tesoro: piezas de LEGO. Este místico ritual nació luego de que un contenedor con millones de piezas cayera al mar en 1997, cuando una ola gigante dijo “hola” al barco que lo transportaba...
La historia de LEGO comenzó hace más de 90 años en Dinamarca. Su fundador era un carpintero llamado Ole Kirk Christianse. Quien originalmente tenía un taller donde se fabricaban escaleras, tablas de planchar, junto a otros artículos de madera, con la ayuda de no más de 7 empleados. El taller daba a la familia sustento y se colocaban todos los esfuerzos para que prosperase. La primera desgracia que llegó a tocar su puerta, provino de lo que precisamente en el futuro los llevaría al éxito: el juego de los niños.
Los hijos de Ole Kirk, Carl y Godtfred accidentalmente iniciaron un incendio mientras jugaban; tanto el taller como la casa de la familia tuvieron que ser reconstruidos. Si bien un incendio es una desgracia de la que cuesta mucho reponerse, Ole Kirk utilizó la oportunidad para construir un taller más grande. En lugar de abandonar sus sueños, siguió luchando por sacar su negocio adelante.
Como hemos visto en otras historias, de los desastres a veces nacen grandes empresas, parece ser que los momentos difíciles pueden sacar lo mejor de algunas personas. Llegó la gran depresión de los ‘30 y las ventas del taller, que frecuentemente tenía problemas de dinero, se vieron fuertemente afectadas; adicionalmente la esposa de Ole Kirk murió cuando daba a luz, quedando él a cargo de sus 4 hijos. El panorama no daba para pensar que esta crisis sería el inicio de una serie de sucesos en cadena, que terminarían convirtiendo a un humilde taller en una empresa reconocida en todo el mundo.
Durante este difícil periodo, había que encontrar alguna forma de salvar el negocio y sostener a la familia. Fueron los juguetes de madera los que llegaron al rescate. Los niños jugaban con o sin crisis y la demanda de juguetes parecía ser superior a la de otros productos. El incansable emprendedor se percató de este pequeño, pero importante detalle y decidió dedicar los esfuerzos de su taller a ello. El tiempo demostró que tomó la decisión correcta.
La empresa pasó de fabricar artículos para el hogar a dedicarse a fabricar variedad de pequeños juguetes de madera, que además tenían la ventaja de requerir menos materiales para su fabricación. Este cambio fue el que originó el archiconocido nombre LEGO, que proviene de la frase en danés Leg Godt, que significa “jugar bien”. Sin embargo este no era el único cambio que tendría la empresa…
El éxito de esta accidentada aventura no habría sido posible sin la ayuda de uno de los hijos de Ole Kirk. Su hijo Godtfred, que comenzó a trabajar en la empresa solo con 12 años de edad, tuvo un rol fundamental y trajo consigo las ideas necesarias para llevar a LEGO al siguiente nivel.
Una vez Godtfred le comentó a su padre que había encontrado una forma rápida de reducir los gastos de la empresa. En un pedido, aplicó solo dos capas de barniz a los juguetes y a simple vista no se veía gran diferencia. La respuesta de su padre no se hizo esperar: debía aplicar la capa de barniz faltante a todo el pedido y por sí mismo, para aprender una importante lección: la calidad no se puede sacrificar. En el futuro sería él quien continuaría el legado de su padre y su temprana conexión con el negocio, le ayudarían a desarrollar las habilidades requeridas para hacerlo crecer.
En 1946, ambos tomaron la decisión que en el futuro se convertiría en innumerables horas de entretención para millones de niños a lo largo del mundo… compraron una máquina inyectora de plástico. Esta traía una pequeña pieza de muestra, que les sirvió de inspiración para crear las pequeñas piezas ensamblables que harían de LEGO una superestrella de los juguetes.
Godtfred luego de una conversación con un comerciante, llegó con un concepto clave para el éxito de la empresa. Lo que los juguetes necesitaban para prosperar, eran piezas interconectables y sets compatibles, a fin de que se puedan ir incrementando las posibilidades, agregando nuevas piezas. Esta idea fue fundamental para replantear la manera en la que se pensaba en los juguetes y sus posibilidades comerciales: ya no se trataba de unidades aisladas, sino que de un sistema. Gracias a estos conceptos la empresa cosecharía numerosos aciertos y sus productos se esparcirían por el mundo en los siguientes años.
Décadas más tarde, LEGO pasaría de ser una pequeña fábrica que contaba con no más de 50 empleados a ser una empresa con más de 18,000 trabajadores y presencia en decenas de países. Un logro considerable y difícil de replicar, más aún, considerando todos obstáculos que pesaron sobre los hombros de su fundador.
LEGO es hoy una palabra conocida a lo largo del mundo y el equivalente de Coca-Cola, en el mundo de los juguetes, pero sus inicios fueron humildes y llenos de reveses. Como ha ocurrido con otras grandes compañías, hizo falta una gran cantidad de trabajo y determinación para que su nombre pase a la historia. Para mí el ejemplo perfecto de superación ante la adversidad: una tremenda fuente de inspiración para todos los que soñamos con algún día conquistar el mundo.
Así que, la próxima vez que pisen un lego, ¡no lo odien! Más bien recuerden su gran historia.