vocación, estudios, trabajo, expectativas
Imagen: César Mejías

"Papá quiero ser actor", "Mamá quiero ser karateca". Por qué respetar la vocación de los hijos

Mane Cárcamo toca un tema delicado, sobre todo para papás de adolescentes. ¿Por qué nos complica tanto a qué se dedicarán en la vida? ¿Qué hay detrás de las recomendaciones que les damos?

Por Magdalena Cárcamo @manecarcamo | 2017-04-24 | 15:00
Tags | vocación, estudios, trabajo, expectativas
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Hace algunos años atrás era contraria y rebelde frente a la frase “que los niños estudien o se dediquen a lo que quieran mientras sean felices”. La encontraba una idea cliché, bonita para postearla en Facebook, pero bastante poco realista y de la que era muy crítica. ¿Por qué?

Porque lamentablemente creo que mi generación ha sufrido la presión de tener que lidiar con lo que uno realmente la apasiona y las dificultades de no haber elegido la seguridad de la ingeniería comercial, el derecho o la medicina. El periodismo es sin duda mi vocación, pero no fue fácil criar y trabajar en un medio de comunicación, y tampoco fue fácil ceder el ejercicio de la profesión por estar más tiempo en la casa. Tampoco es fácil para un periodista imprimir la liquidación de sueldo. Lo mismo ocurre con muchas otras profesiones consideradas “no tradicionales” y la gran maratón que hay que correr para hacerse un espacio en el medio que sea y además tener la cuenta corriente con una salud digna al menos. Entonces todo ese verso de la “felicidad” lo encontraba inocentón y casi irresponsable.

Pero, como en muchas materias, me di vuelta la chaqueta. Porque de verdad creo que cambiar de opinión no tiene que ver con la falta de consecuencia, sino que con la capacidad de reflexión y de asumir que uno no es “El Libro Gordo de Petete” y tiene todas las respuestas.

Me di cuenta que hay personas que realmente nacieron “para algo”, que tienen una vocación tan marcada como mi vacuna de primero básico. Y lo he visto en otros y en mis propios hijos. Podrían haber nacido en otro lugar, con otros padres, en otras circunstancias, pero vienen con ese genuino llamado para aportar con algo específico en el mundo que les tocó. Si uno revisa el significado de vocación este se explica como: “Inclinación o interés que una persona siente en su interior para dedicarse a una determinada forma de vida o un determinado trabajo”.

Al leerlo me gustó eso de “la forma de vida”, porque finalmente lo que hacemos para llegar a final de mes y pagar las cuentas, eso en lo que trabajamos, muchas veces nos define y si no es así, tal vez sería bueno pensar qué está pasando. El cómo trabajamos y el amor que le ponemos a esa labor hacen una gran diferencia en cómo nos plantamos en el mundo. Y seguir la verdadera vocación hace que todo adquiera sentido.

Según datos del Mineduc 3 de cada 10 alumnos deja la carrera a la que ingresó el primer año. Hay varios factores que afectan, pero igual es una cifra potente. Un 30% de esos jóvenes tal vez no fue acompañado ni orientado por sus padres para encontrar aquello que podría hacerlo feliz, realizándose en lo que le gusta y para lo que tiene reales aptitudes.

Es interesante el desafío que tenemos con nuestros hijos. Porque podemos equivocarnos mucho si no respetamos su libertad interior y si tampoco los hacemos ver qué cualidades tienen para lo que ellos quieren hacer con sus vidas.

Algunas de las tentaciones más clásicas en las que podemos caer y de las que recomiendo abstenerse:

- Proyectarnos en nuestros hijos

Querer que salden nuestras deudas personales, que estudien lo que nos otros no pudimos, que finalmente cumplan con NUESTRAS expectativas. Un clásico son esos papás que se quiebran con sus hijos porque entraron a una universidad tradicional como si en verdad les corriera sangre azul por las venas. Pudor.

- Hacerlos elegir una carrera según la empleabilidad y las lucas que ganarán

Esta es una gran tentación. Porque cuando estudiaste periodismo y ves a tus amigos ingenieros ganando en 1 año lo que tú te demoraste en ganar en 5, los ojos adquieren realmente esta forma $$$. Muchas veces también nos angustia que el mercado esté saturado, nuestro heredero no encuentre pega, y termine con una frustración más alta que la censora de Putaendo y trabajando en algo que odie. Pero bueno, nadie dijo que los que han seguido una meta la han tenido fácil. Tendrán que ser más creativos, pitutear más para parar la olla y romper el paradigma de que NO hay trabajo.

Una vez le escuché a la Negra Cesante (@negracesante) decir una verdad del porte de un buque: “no es que no haya pega para los periodistas, no hay pega para los periodistas malos, para los mañosos y para lo que no tienen hambre”, y creo que eso aplica para todas las profesiones, oficios o trabajos. Tal vez nos demoremos más en alcanzar nuestros objetivos, pero el responsable, el que cumple a tiempo y con excelencia (aunque no tenga un jefe persiguiéndolo y sea freelance), el que busca una manera distinta de hacer las cosas, tendrá siempre trabajo. Es así y es algo que le debemos transparentar a nuestros niños.

- Convencerlos que son PERFECTOS: criterio de realidad

Una cosa es amar a los hijos, otra es pensar que tienen la inteligencia de Einstein, la belleza de la Pin Montané, el talento de Alexis, el oído musical de Adele y la simpatía de la Diana. La subjetividad nos puede (y les puede a ellos) jugar muy en contra porque convencerlos de que pueden ser físicos nucleares cuando tienen 18 y con suerte se saben la tabla del 5, puede ser demoledor. ¿Hay que creer en los hijos y su capacidad de superación? SÍ. Pero también hay que ayudarlos a conocerse, reconocer sus fortalezas y debilidades y ayudarlos a tomar una decisión realista.

- Sobreprotegerlos

Cortarles las alas a los hijos también puede ser una gran zancadilla a la vocación. No querer que estudien lejos de la casa por miedo a “perderlos”, boicotear actividades en las que pueden pasar frío, calor, hambre o cualquier incomodidad por miedo a que sufran, pensar que a los 18 son muy chicos para tomar sus propias decisiones… Son algunas de las típicas actitudes de papás que con muy buena intención, pueden torpedear el verdadero camino que un hijo o hija quiere seguir.

¿A cuántos hemos escuchado decir que querían ser actores pero sus papás no lo dejaron? ¿Cuantos se quejan que no pudieron ser biólogos marinos porque su mamá se moría si se iba "al sur"? ¿Por qué es tan común que muchos amigos se quejen de no haber aprendido algo más lejos de su nido, porque su papá lo encontraba muy inmaduro para vivir solo? Ojo con esto no quiero decir que nuestra descendencia se debe mandar sola y hacer lo que le cante. Solo creo que cuando nos enfrentemos a esas encrucijadas, pensemos con profundidad en lo que verdaderamente es mejor para ellos y cuáles son las razones reales porque les estamos diciendo que no. Es tal vez en esas situaciones cuando debemos confiar en la formación que por tantos años nos hemos esforzado en entregarles. Porque si jamás la usarán por sí mismos, ¿para qué está?

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Comentarios
Felipe Lazo | 2017-04-25 | 11:26
0
Yo quería ser micrero, desde cuando estaban las amarillas. Hasta había escogido recorrido: la 148. Mis papás me obligaron a otra cosa, lo cual les agradezco hasta el día de hoy.
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Felipe Lazo | 2017-04-25 | 11:26
0
Y sigo queriendo ser chofer de buses. Algún día va a poder ser, aunque ahora me gustaría más un interprovincial.
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Valita | 2017-04-25 | 13:01
0
Yo quería (aún quiero) ser artista, música o profesora de música. Sin embargo, oí esas vocecillas que dijeron "ve por algo más rentable porque eso no da de comer". Aquí estoy trabajando en oficina, con menos tiempo para hacer cosas y juntando lo que puedo en lucas pa pegar el salto y ampliar el giro. Creo que una con 17/18 años no está segura de elegir algo que en teoría sea para toda la vida, pero como todo cambia, la clave es adaptarse y buscar la forma de seguir haciendo las cosas que a una le gustan.
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Paper Luis | 2017-04-25 | 14:42
2
No estoy de acuerdo: Marcar a la persona con su trabajo, profesión u oficio lo encuentro muy estrecho para la complejidad que tenemos las personas.
Porque una cosa es ser y otra muy diferente es hacer. Y cuando metemos en la juguera el factor "independencia de la persona" debemos orientar.
Yo debo reconocer que a mis lindos y ya lejanos 18 años no tenía ramera idea de que profesión u oficio iba a realizar. Y entré a estudiar ingeniería a la Federico Santa María... no duré mas allá de 5 meses. Y fue crisis, ya que siempre había destacado por mi pensamiento lógico y habilidades innatas para las ciencias. ¿Que hago entonces?
Fui a un retiro vocacional, donde entre tipos que se preguntaban si ser o no curas, ser o no religiosos y similares, estaba yo, con la gran duda ¿Que demonios seré en la vida? Y la respuesta fue "simple" Yo siempre seré yo, independiente de lo que haga para ganarme los porotos... una revelación para la edad que tenía y un concepto de vida que hasta hoy mantengo.
Me titulé de ingeniero, trabajo en recursos humanos, veo cuentas contables, etc... pero eso es lo que me sirve para las lucas. Yo soy un tipo feliz, padre de un hermoso hijo, esposo de la mejor mujer del mundo, ves que puedo ando revisando ñoñeces, etc. Mi trabajo no me define, lo que hago fuera si... y créanme que es mucho más tranquilo y relajado.
Saludos
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Carolina Larenas | 2017-05-03 | 14:52
0
Felicitaciones!
Confieso que siempre que leo un artículo busco luego en los comentarios el de Paper Luis.
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Paper Luis | 2017-06-09 | 23:20
0
=)
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Martín Poblete | Colaborador | 2017-04-25 | 17:55
1
Recuerdo cuando, en el primer semestre del primer año de sociología, le dije a mis padres que quería dejar la carrera y estudiar música. La tapa sonó tan fuerte que todavía se escucha el eco.

Me dijeron que sacara una carrera tradicional y que después hiciera lo que yo quisiera. Que la música no da para vivir, que la felicidad no proviene de hacer lo que a uno le gusta y una serie de argumentos que, obviamente, estaban fundados en el amor y la preocupación por mi futuro, pero que no me servían de nada en mi búsqueda personal.

Sacar la carrera estaba fuera de discusión, así que llevé una doble vida durante toda mi etapa universitaria: tocaba de noche, estudiaba de día, iba a seminarios de música cuando podía y peleaba con mis profes por cada clase obligatoria a la que no podía ir por estar haciendo música en otro lado.

A medida que mis padres empezaron a ver resultados, comenzaron a apoyarme más. Incluso hicieron el esfuerzo de pagarme el conservatorio para que pudiera estudiar las dos carreras simultáneamente.

En mi carrera tenía compañeros que tocaban guitarra, que hacían poesía, que pintaban... De ellos ninguno siguió esos intereses, y hoy tienen pegas tradicionales de oficina. A diferencia de lo que dice Paper Luis, yo sí creo que el trabajo te define, y en el caso de mis compañeros he visto cómo el tener una pega "normal" los ha privado de su individualidad y de sus sueños. Dicen ser felices en lo que hacen, y puede que lo sean (por resignación o no, who knows). Pero como dice Mane, hay gente que sencillamente está hecha para ciertas cosas y tiene una necesidad de seguir su impulso. Si tuviera que trabajar de sociólogo como mis excompañeros, probablemente me terminaría suicidando. En serio.

Hay que renunciar a ciertas cosas, obvio, pero es cuestión de costo/beneficio. Sé que nunca voy a tener estabilidad económica, probablemente jamás me compre un auto, y he renunciado a la idea de tener hijos porque mis sueños y la paternidad no son compatibles. Pero, ¿lo lamento? No.

La clave está en aprovechar las oportunidades cuando las haya, e inventárselas cuando escaseen. Hay que ser patudo. Sino, miren a este pendejo barsa que se gana el sueldo tocando armónica y escribiendo artículos de música.

Perdón lo autorreferente, pero tenía que dejar un ladrillo contando mi historia. Me duele cada vez que veo a alguien renunciar a sí mismo y a sus sueños por las expectativas y presiones de su familia.
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Nicolás Masquiarán | 2017-04-26 | 00:07
0
Fui de esos niños/adolescentes que se interesan por todo. Difícilmente iba a tener un objetivo claro al terminar la Enseñanza Media. En primera instancia, entré a una carrera que me resultaba atractiva, más movido por el discurso de la "empleabilidad y las lucas" que sostenían mis viejos que por mis propias motivaciones. (A eso sumemos el interés generalizado por que me enlistara para estudiar una carrera digna del puntaje que obtuve en la PSU.) Me demoré dos meses en terminar de darme cuenta que las ciencias no eran lo que quería hacer en adelante.

Detalles aparte, tuve que tramar una intriga para poder salirme y, por necesidad, tomarme un año sabático sin que me presionaran para volver a estudiar. ("¿Cómo vas a estar ahí, sin hacer nada?") Al año subsiguiente entré a mi carrera definitiva. La cursé con un historial académico impecable. Fui contratado por la Universidad, a tiempo parcial, apenas titulado. Un año después estaba seleccionado para un Magister que le dio un favorable giro hacia la investigación a mi carrera, de modo que he podido darle rienda suelta a mi curiosidad innata. Estoy en una maravillosa confluencia entre las humanidades, las artes, la pedagogía y las ciencias sociales.

Di una vuelta no tan larga, porque más temprano que tarde dejé de prestarle tanta atención al resto. Nunca he considerado que perdí el tiempo. Soy feliz enseñando a futuros profesores e investigando, en un trabajo estable y con la flexibilidad suficiente que me permita tomar decisiones drásticas sobre mi carrera. Si hubiese tenido más presentes las expectativas de mi familia, seguramente ya le habría hecho un hoyo a la pared con mi cabeza.

Definitivamente concuerdo con que lo que haces te define. Puede que ser y hacer sean disociables, eventualmente, en el qué, pero jamás en el cómo. Lo que eres define cómo haces lo que haces.

O quizá, para el caso, habría que verlo así: si lo que eres no define lo que haces, entonces prepárate para los problemas...
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