* ¿Te lo perdiste? Regularmente republicamos contenidos vigentes que pueden resultarte interesantes (esta nota fue originalmente publicada el 19 de enero de 2017).
Hace unos días vi la entrega de los Golden Globes en TNT. Asumo que me entretuve aunque no había visto ninguna de las películas que participaban. Y mientras varios comentábamos en Twitter los vestidos y sentidos discursos, asumí sin vergüenza que en verdad me entretiene mucho más el Festival de Viña y toda la chimuchina que lo rodea.
¿Será porque soy viñamarina, periodista y copuchenta? ¿A los que no viven en la V costa les da lo mismo? Una prima tiene la teoría que sólo a los quintacosteros nos interesa y que para el resto del país es menos interesante que publicación del Diario Oficial ¿Será así?
A mí esa semana entre que me da vergüenza ajena y me fascina. Es un placer culpable. Todo parte con la gala que debo confesar que la gozo con TODO mi ser. Es más, me enoja si alguien osa a invitarme a algún panorama ese día. Es como un ritual. Picoteo, niños entretenidos en algún juego bien laaaargo y yo ahí sentada viendo cada look IROL, odiando a las flacas, riéndome de las que parecen árbol de pascua neoyorkino y sin ninguna moral… porque básicamente hago todo eso con mi pijama de 6 lucas comprado en el supermercado.
¿Qué tiene el festival que nos gusta tanto? El espectáculo es más largo que guía de teléfonos china y el show del beso entre los animadores más falso que mi cargador del celular. Pero tiene un atractivo, una adrenalina, que según yo se transforma en nuestro propio carnaval nacional.
Además, nos ha entregado momentos memorables que son parte de nuestra cultura popular ¿Cómo olvidar el llanto de Xuxa, el gaviotazo de Enrique Iglesias, la venida de Shakira cuando no la conocía ni su papá, el condoro técnico que no permitió que Alejandro Sanz cantara, el baile de Antonella Ríos con Molotov y tantos otros episodios inolvidables?
Mantener con tanta potencia una fiesta por 60 años no es menor. Aunque hay que reconocer que muchas veces todo lo que ocurre alrededor del certamen es más noticia que el festival mismo. Que tal vez el Festival de Viña es la gran chiva para todas las noticias que generan contenidos en los canales y sus programas satélites. También asumo con pena que la venta de lomitos y las idas al baño (tanto en la Quinta como en la casa) se disparan en la competencia folclórica. ¿Por qué insistir con ese concurso y no asumimos con dignidad que ese ya no es el escenario para él? ¿Qué tal vez deberíamos dejarle ese nicho derechamente al espectáculo de Olmué?
También tengo muchas interrogantes. ¿Por qué se fue Horacio Saavedra? Entiendo que hubo criterios técnicos y que la participación de la orquesta fue perdiendo relevancia, pero él era como la estatuilla del Festival. Una marca. Un infaltable.
Otra pregunta que me he hecho desde chica cuando nombran esos mil canales que supuestamente trasmiten el festival: ¿serán canales importantes y en verdad en Latinoamérica nos verán tanto como nos dicen? Siempre he creído que esa es una pomá tipo Viejo Pascuero que nos han vendido y que nosotros felices la hemos comprado. Y que en verdad nadie nos pesca y nosotros juramos que todo el continente está pegado a TV como si vieran la llegada del hombre a la Luna.
También me entristece (así como darme tanta pena no, para que tanto color, pero igual me da lata) que los premios se regalen como dulces malos de piñata. No pues. Antes había un vértigo, un nervio y casi un goce maldadoso cuando algún artista se iba sin algunos de los famosos galvanos. Ahora hasta Ramón Farías cantando se llevaría la gaviota. Un poco de respeto porfa.
Más allá de todo, te seguiré amando querido Festival. Aunque te nieguen y te miren de reojo. Aunque digan que eres ordinario, pero igual muevas a toda la industria mediática del país. Aunque las viejas cuicas arruguen la nariz, pero igual comenten los vestidos. No te negaré nunca, te podré pelar y criticar, pero negar… JAMÁS.