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Imagen: César Mejías

La extraña historia de la Papisa Juana: ¿una mujer en el papado?

Hoy, veremos una de las historias más llamativas respecto a la Iglesia Católica. Se trata de la Papisa Juana quien, aparentemente, fue una mujer que llegó al puesto de San Pedro. O quizás no. ¿De qué se trata esto?

Por Alvaro Lopez B. | 2017-01-09 | 15:00
Tags | papisa Juana, papado, Papas, Edad Media, Iglesia Católica, leyenda

¿Alguna vez han oído hablar de la Papisa Juana? Yo sí, cuando chico, y siempre me llamó la atención, y me preguntaba: ¿será cierto que hubo una mujer en el papado?, ¿y cómo habrá sido?, ¿y por qué nadie me avisa de estas cosas?

Siempre me pareció una historia muy enigmática, y hoy, finalmente llegó el momento, señores illuminati… vamos a develar el misterio de la Papisa Juana. ¡Al fin! ¡Traigan el neuralizador!

Una historia… de esta historia

La historia de la Papisa Juana, que habría tomado el nombre de Juan VIII, aparece por primera vez el año 1254 (¡es antigua!), contada por un tal Jean de Mailly, quien sitúa los hechos en el “cercano” año 1099. Un poco después, el relato lo toma Martín de Opava, y le da la forma bajo la cual fue conocida en la posteridad. Y señala que la fecha, en realidad, habría sido entre los años 855 y 858, o sea entre los papas León IV y Benedicto III, lo que se convirtió finalmente en la fecha “oficial” para narrar esta curiosa historia.

De acuerdo a Martín, esto es lo que habría ocurrido, en su expresión más pura y original:

“John Anglicus, nacido en Mainz, fue Papa por dos años, siete meses y cuatro días, y murió en Roma, tras lo cual el Papado estuvo vacante por un mes. Se dice que este John era una mujer, que siendo niña fue llevada a Atenas, vestida con ropas de hombre por un amante que ella tenía. En ese lugar, se volvió excelente en una gran diversidad de ramas del conocimiento, hasta que no tuvo igual y, luego en Roma, enseñó las artes liberales, y tuvo grandes maestros entre sus estudiantes y su audiencia. Se formó una elevada opinión de su vida y enseñanza en la ciudad, y fue elegida Papa. Mientras era Papa, sin embargo, quedó embarazada de su pareja. Dado que se ignoraba la fecha exacta en que se esperaba el nacimiento, tuvo a su hijo en la mitad de una procesión, entre la iglesia de San Pedro y el Palacio Laterano, en un camino conocido alguna vez como la Via Sacra, pero que hoy se conoce como 'la calle prohibida', entre el Coliseo y la iglesia de san Clemente. Tras su muerte, se dice que fue sepultada en ese mismo lugar. Los Papas siempre evitan esa calle, y muchos creen que esto se hace por repudio a este evento. Tampoco se le ubica en la lista de los Santos Pontífices, tanto por su sexo femenino, como por lo lamentable del suceso”.

Algunas versiones de la historia, indican que fue lapidada ahí mismo, en la calle (¡mal, romanos, muy mal!). Pero otra versión de este texto, dice que la papisa no murió de inmediato. Sino que se retiró voluntariamente, y murió tras muchos años de reclusión y penitencia. El hijo de la papisa se habría convertido en obispo de la ciudad de Ostia, y habría ordenado que la sepultaran en la catedral de esa ciudad, luego de su muerte.

¡Ah! Pero todo esto tendría consecuencias, porque esta historia continúa. “¿Cómo? Si se murió la papisa… ¿cómo van a continuar la historia, si murió la protagonista?” dirán ustedes. Pues bien, resulta que se dice que hasta el papa León X (1513-1521), se utilizó un singular método de “comprobación papal”, para que no se repitiera este "error" de nominar a una mujer. ¿Cuál era? La sedia stercoraria. ¿La quéeeee? ¡La sedia stercoraria, les dicen! Significa “silla para defecar”, y era una silla con un agujero al medio, un objeto que sobrevivió desde la Roma Imperial.

La sedia stercoraria en gloria y majestad, en el Museo Vaticano. Universidad de Cornell.

Cuentan quienes creen en esto, que cada vez que se elegía un papa, el pontífice recién electo debía sentarse en la silla, sin usar nada, pero lo que es nada, bajo su túnica papal. Entonces, venía un joven cardenal que miraba o palpaba los testículos del líder católico recién elegido. Cuando comprobaba la presencia de los genitales correspondientes, exclamaba “Duos habet et bene pendientes”, o sea: “¡Tiene dos, y cuelgan muy bien!”. O sencillamente: “habet!”, o sea… “¡Tiene!”.

Y la leyenda de la Papisa siguió creciendo. Si bien hubo dudas al comienzo sobre su veracidad, porque en la Edad Media no había forma de saber las cosas “en vivo” (y no existían redes sociales… ni nada que se le pareciera), ya a la altura del siglo XIII, su historia se convirtió en un hecho irrefutable para todos. La usaban como ejemplo en las escuelas dominicales, se le incluyó en textos oficiales del Vaticano, e incluso Bocaccio habló de ella, en su colección de biografías de mujeres famosas, De Mulieribus Claris. (Sobre Mujeres Famosas... ya en esa época habían best sellers, como ven).

El famoso historiador eclesiástico - en su época, claro -, Adam de Usk, le pone nombre, y dice que se llamaba Agnes originalmente. Y en esa época, se elabora una serie de bustos papales para la Catedral de Siena, donde ¡adivinen! ponen a nuestra papisa justo entre León IV y Benedicto III. Incluso, fue inmortalizada en una carta del tarot.

Y por si fuera poco, en un texto atribuido al gran Petrarca, se indica que la muerte de la Papisa habría estado marcada por una serie de eventos inusuales. Lluvia de sangre en Brescia, por tres días y tres noches. Langostas “mutantes” y doradas en Francia, con seis alas y dientes poderosos, que volaban para ahogarse en el Canal de la Mancha, y cuyos cuerpos, luego de morir, fueron arrojados a las playas y contaminaron el aire a tal punto, que mucha gente murió.

La historia y leyenda de la Papisa Juana, explicada por Alejandro Bermúdez. ACI Prensa.

¿Qué pasó realmente? ¿Es verdad todo esto?

Tradicionalmente, al menos a partir de fines del siglo V, los sacerdotes de la Iglesia Católica fueron hombres. Y así lo han sido los papas. Por lo tanto, una historia como esta sin duda iba a tener un efecto enorme entre las personas de la época. Tanto, que no se dudó en absoluto de ella, al menos hasta el siglo 17.

Sin embargo, poco a poco, a medida que la disciplina del análisis histórico fue fortaleciéndose, y las técnicas de investigación se hacían más abundantes y precisas, se empezó a verificar la realidad de esta narración. Partamos por algunos argumentos que usualmente se utilizan para apoyar la veracidad de esta historia.

- La afirmación de Jan Hus

Jan Hus fue un precursor de la reforma protestante. Pero estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Y más encima, le juró lealtad a un Papa que luego sería declarado Antipapa… el cual, más encima, lo excomulgó. (Así son los Antipapas… terribles!). ¡O sea, todo mal, con Jan! Y terminó peor… resulta, que se puso a decir que los opulentos cardenales eran unos corruptos, y que Jesús había predicado la pobreza, en cambio los otros andaban tapados en joyas (o en brillo), y bueno, a Jan naturalmente no lo iban a felicitar por tanta osadía. Al contrario, lo sometieron a juicio. Más aún, lo condenaron a morir en la hoguera. ¿Y esto qué tiene que ver con Juana, la Papisa?

Pues resulta, que durante su juicio en 1415, Jan Hus declaró muchas cosas para defenderse de las acusaciones de herejía. Y cada una de ellas, fue refutada punto por punto, por sus acusadores. Excepto una, al parecer.

Dijo que la Iglesia Católica no necesitaba un papa, porque durante el pontificado de la “Papisa Agnes”, como le llamó, la Iglesia continuó existiendo. Sus acusadores le dijeron que eso no probaba nada respecto a la Iglesia, pero respecto a la Papisa… mutis. Nada. Cero. ¡No dijeron una palabra, no se pronunciaron sobre ella! Por lo tanto, tácitamente admitían su existencia, ¿o no?

- Los 19 Juanes

¿Sabían ustedes, que aunque el último Papa llamado Juan, fue Juan XXIII, no existe un Papa Juan XX? Así es, ¡falta un “Juan”! Esto, según los defensores de la existencia de la Papisa, manifiesta claramente que se quitó a un “Juan” del listado, que sería nuestra papisa en cuestión. Lo cierto es, que efectivamente Pedro Julião (el único papa portugués en la historia) decidió “saltarse” la numeración XX, y se llamó a sí mismo Juan XXI. ¡No hay un papa “Juan XX”! ¿Es por la papisa, o por otros motivos?

La Papisa del Tarot de Marsella.

¿Entonces, es verdad?

Bueno, pero señor columnista, córtela: ¿es cierto, o no es cierto todo esto? ¿Hubo, o no hubo papisa? ¡Hasta cuando con el suspenso!

Ya, seré buenito y les contaré: la historia no es cierta. Para partir, hay un argumento fundamental: no hay espacio entre los papas León IV y Benedicto III como para “poner” a la papisa gobernando ahí, y eso está documentado. Inmediatamente tras la muerte de León IV, asumió Benedicto III. (Ahora, si dudamos de esto, e incluso de las monedas acuñadas que demuestran esas fechas, entramos en el peliagudo y pegajoso ámbito de las teorías conspirativas... que no abordaremos en esta ocasión). Y menos hay espacio alrededor del año 1099 para "poner" a la papisa.

Respecto a la afirmación de Jan Hus, pues como esto ocurrió en pleno auge de la credibilidad de la leyenda de la papisa Juana, naturalmente nadie lo iba a negar. Es muy posible que las miembros del clero, supieran tanto como Jan Hus, y asumieran la historia como real, aunque no lo fuera.

Sobre los “19 Juanes”, acá el tema es un poco más burocrático. Todo partió con Juan XIV, en el año 984. Este papa, fue apresado por cuatro meses durante su gobierno, por el Antipapa Bonifacio VII (¡eran tiempos movidos! ¿se imaginan a Francisco apresado por un “antipapa”? OMG). Entonces, cuando anotaron los datos de su papado, en el Liber Pontificalis, que era un libro con el registro de papas que se usó hasta el siglo XV, pusieron esto:

Iohannes m. VIII ("Juan, ocho meses”)

Iohannes m. IV ("Juan, cuatro meses")

Naturalmente, después de Juan XIV, vino un XV. Luego un XVI (que fue un antipapa… era una época ruda, de antipapas y papas guerreros). Sin embargo, continuaron la numeración. Vino Juan XVII, que en estricto rigor, debiera haber sido XVI, pues el anterior no fue considerado legítimo. Siguieron los Juanes, hasta que allá por 1276 (como eran guerreros y desordenados, duraban poco esos papas), apareció un pontífice recién electo: Pedro Julião. Y díjose: “mmmhhh ¿y estos Juanes? mmmhh ocho meses… luego cuatro meses”. Y consideró que eran dos personas, a las que ya en esa época, se les consideraba como el Papa Juan XIV, y el Papa Juan XIVbis. Entonces, díjose nuevamente: “Voy a arreglar este problema! Seré un papa genial!”. Y decidió saltarse el número 20, y se puso Juan XXI. Así, según él, se arreglaba el problema y reconocía a ese papa Juan XIVbis, que ahora sabemos, fue sólo un malentendido. Y más encima Juan XXI duró sólo ocho meses en el papado: murió cuando su casa se derrumbó sobre él, mientras leía. ¡En serio!

¿Y la silla? ¿Eh? ¿Qué pasa con la silla y las tocaciones? Pues bien, efectivamente, de acuerdo al erudito Alain Boureau, la sedia stercoraria se utilizó al menos para la consagración de los papas Pascal II, Sixto VI y Gregorio XII. Sin embargo, no consta que se haya realizado la ceremonia de “tocación” de los “atributos papales”. Y más bien, como nadie sabía el contexto original de esa silla, y estaba ligada al pasado glorioso de la Roma Imperial, es más probable que se utilizara para “subirle el pelo” a la ceremonia.

¿Y la calle? ¿Por qué hasta el día de hoy se evita la Via Sacra para hacer las procesiones, que es efectivamente el camino más directo entre los aposentos del Papa, y la basílica de San Pedro? Hay una razón muy clara y obvia. El recorrido no se hace por ese sector, porque es muy estrecho para que pase una gran procesión… de hecho apenas cabe una pista para automóviles. (Esto lo pueden comprobar usando Google Maps aquí, en modo Street View).

Grabado en madera del parto de la papisa Juana. Tomado de una edición incunable de 1474, del libro de Mujeres Famosas, de Bocaccio, traducida al alemán por Heinrich Steinhöwel.

¿Y entonces, de donde salió esta leyenda?

Existen varias hipótesis. Una de ellas, indica que surgió como una burla hacia el auténtico papa Juan VIII, por su política tolerante hacia los musulmanes, que en esa época (año 872) estaban invadiendo Europa (ese conflicto es mucho más antiguo). O bien, era una burla hacia el papado en general. Según el historiador Johann von Döllinger, se trató de una combinación de factores: esto incluye el intento de explicar el origen de una serie de monumentos y costumbres, originadas justamente alrededor del año 1000-1100. Por ejemplo, cerca del Coliseo existía una antigua estatua, que representaba a una mujer con un niño, con la inscripción “Pap. pater patrum P.P.P.”. Lo que fue interpretado, por ejemplo, como “El Papa, padre de padres, siendo en realidad papisa, parió un pequeño Papa”. Pero en realidad se trataba de una divinidad del culto a Mitra, pues “pater patrum” es el nombre que se les daba a los sacerdotes de ese culto. Y “P.P.P.” significa “Lo costeó con su dinero”. Así que en realidad, eso significa “[Papirius], sacerdote, costeó esta estatua con su dinero”.

Esto se asoció con el cambio de recorrido en las procesiones, y en la observación de que los papas se sentaban a descansar en una antigua silla romana, justo antes de que comenzara la ceremonia pública de presentación del nuevo papa.

Además, en esa época los pontífices estaban sumidos en un gran desprestigio, que llevó incluso a que el período entre el 904 y el 964, se le llamara “el siglo oscuro” e incluso ha recibido la denominación de “pornocracia”, pues los pontífices estaban completamente influidos por sus amantes, y el papado estaba literalmente a la venta. El último papa de ese período, Benedicto IX, fue expulsado dos veces del papado, y finalmente se aburrió y vendió el cargo. Pasó a la historia como una persona muy, muy entregada a las fiestas y orgías, y como el primer papa reconocido como homosexual (lo que en sí es positivo, me parece a mí. Lo nefasto era la parte "gozadora", se ve pésimo en un cargo como ese).

Dados esos antecedentes, es muy fácil que una historia como la de la Papisa se haya visto como “natural”, pues si los papas tenían amantes, ¿por qué no una papisa podía tener hijos? Además, era una historia que “explicaba” tantas cosas… y nos prueba que el gusto de los seres humanos por las conspiraciones, no tiene época.

Y además, ¿cuál sería el inconveniente, de tener una papa mujer?

¿Conocías estas historia?

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Comentarios
Melissa Amaro P. | 2017-01-09 | 17:10
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¡Está muy interesante la columna!
Había leído sobre ella en un libro llamado "Secretos y misterios de la historia" del Readers' Digest, pero la dejaban con final abierto. Y ahora mataste mi ilusión, buuu (xD)
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Alvaro Lopez B. | Colaborador | 2017-01-10 | 10:02
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Gracias!!

Puchas, lamento haber destruido tu ilusión! Es la maldad que a veces me nace de adentro :O El pequeño antipapa que llevo en mi interior. Ok, tan temprano y desvariando :D

El Reader's Digest tiene cosas bien interesantes de vez en cuando... unos bieeeenn antiguos, tenian a los órganos del cuerpo hablando de lo que hacían. Aunque la verdad, debo confesarlo, mi sección favorita era "La Risa, Remedio Infalible". ^_^
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Isa Ibáñez | 2017-01-09 | 23:24
1
"Y además, ¿cuál sería el inconveniente, de tener una papa mujer?"

Bueno, que puede ponerse a parir en la mitad de una procesión, para partir.
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Alvaro Lopez B. | Colaborador | 2017-01-10 | 09:58
0
pero es que en esa época no había previsión médica... quizás ahora puede ser distinto. :O
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Paz Moreno | 2017-01-12 | 14:17
1
Muy bueno :O ojalá algún día hubiese una papisa...es bueno soñar xd
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Alvaro Lopez B. | Colaborador | 2017-01-12 | 16:05
1
gracias!! sí... ¿por qué no? sería genial ^_^
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